En junio de 2014, con el ascenso de Felipe VI (52 años) al trono de España, la reina Letizia (48) heredó determinadas actividades hasta entonces desarrolladas por la anterior consorte, Sofía de Grecia (82).
Una de las citas más especiales para la madre del actual jefe del Estado era el viaje anual de cooperación que, bajo la tutela de la Agencia Española de Cooperación Internacional, la llevó a recorrer numerosos países de Latinoamérica, Asia y África, siendo el último Guatemala tres meses antes de la abdicación del rey Juan Carlos (82).
Casi un año después de que Letizia se coronase reina de todos los españoles llevó a cabo su primer viaje de cooperación. Fue a la República de Honduras, el mismo país donde justo acaba de realizar el último, concluido hace escasas horas. No obstante, entre su primer viaje de cooperación y este reciente existen grandes diferencias que saltan a la vista. Este periplo ha estado marcado por la temporalidad -sólo ha pasado allí una noche-, por la pandemia de coronavirus y por las dos tormentas tropicales -Eta e Iota- que han azotado con fuerza a Honduras. El viaje anterior, cinco años atrás, en cambio, trajo consigo ciertas polémicas.
Era mayo de 2015 y la reina Letizia aterrizaba en el aeropuerto internacional de Tegucigalpa, donde era recibida por la primera dama Ana Rosalinda García Carías (52), esposa del presidente, Juan Orlando Hernández (52), con todos los honores propios de un miembro de la Familia Real.
Letizia llegaba con un recién estrenado look capilar con corte bob, una camisa de seda en color blanco, una falda de tweed por encima de la rodilla, un clutch rojo y unas vertiginosas sandalias de tacón de aguja. El objetivo de aquel primer viaje de la Reina era dar visibilidad a la labor de España en favor de la asistencia jurídica gratuita y en defensa de los derechos de la mujer junto a proyectos de ayuda en materia de agua, salud y formación.
En este segundo periplo las diferencias han sido más que evidentes. La Reina aterrizaba el lunes en el aeropuerto internacional de San Pedro Sula y bajaba las escaleras del avión con una imagen diametralmente opuesta a la de hace exactamente un lustro.
Camisa blanca de Massimo Dutti de su fondo de armario y repetida en varias ocasiones, pantalón pitillo claro, botas de Panamá Jack y lo más importante: el chaleco rojo de la Agencia Española de Cooperación Internacional y la mascarilla reglamentaria FFP2 como medida para prevenir la expansión del coronavirus. Cabello recogido en una natural cola alta y sin apenas maquillaje ni, por supuesto, nada de joyería.
En la primera noche que Letizia pasó en Honduras en 2015, la pareja presidencial -que aún hoy sigue al frente del Gobierno- ofreció una cena de gala en honor a la Reina, que impactó con un impresionante vestido negro. De palabra de honor y corte midi, muy ceñido a su silueta y en tejido de aplicaciones de strass en color azabache, el diseño estaba firmado por Felipe Varela.
Una aparición que la elevó a la categoría de superestrella global y que levantó cierta polvareda en medios de comunicación de este país que calificaron de "inadecuado" el exclusivo outfit que Letizia eligió para exhibir en un viaje con fines puramente humanitarios en uno de los países más pobres de América. Cinco años más tarde, la Reina no estaba dispuesta a cometer ahora el mismo error: lección aprendida.
Para su segundo y último día en Honduras en este reciente viaje, Letizia volvió a ir prácticamente igual vestida que a su llegada. Camisa blanca -en esta ocasión una sahariana de lino blanca firmada por Carolina Herrera, aunque también reciclada de su vestidor- y pantalón de Massimo Dutti en color verde oscuro introducido por dentro de las mismas botas anteriormente citadas.
Entre los días 14 y 15 de diciembre, la reina Letizia ha conocido "de primera mano" la situación del estado hondureño y ha trasladado "la solidaridad del pueblo español en estos momentos difíciles" agravados por la pandemia, según informó el Ministerio de Asuntos Exteriores en un comunicado.
Con este viaje en el que también ha repartido ayuda humanitaria se ha demostrado que la Reina ha puesto el foco en la esencia y el significado de este tipo de misiones. Como guinda al pastel de la austeridad de Letizia, medios locales han informado de la Reina cambió la suite presidencial que le tenían preparada a su llegada para alojarse en una habitación individual y estándar cuyo precio no llegaba a 130 euros por noche. El esplendor de la realeza en estos duros momentos radica exactamente ahí.
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