Aunque fue criado como miembro de la Casa de Glücksburg e inicialmente estuvo en la línea de sucesión al trono de Dinamarca y Grecia, la infancia del duque de Edimburgo estuvo marcada por la inestabilidad que generó la guerra greco-turca en la que Grecia perdió grandes cantidades de tierra. Los primeros años de su vida estuvieron llenos de dificultades e imprevistos atípicos para un príncipe. Cuando tenía siete años, su madre ingresó en un psiquiátrico, su padre se mudó a Montecarlo con su amante y sus hermanas se casaron con aristócratas alemanes. Entonces, él se encontraba estudiando en Reino Unido, la nación que cambió su destino y que le permitió forjar un patrimonio que ahora deja a sus herederos.
Haberse casado con la reina Isabel (94 años) en 1947 le permitió amasar una fortuna que, el día de su muerte, el pasado 9 de abril, estaba valorada en 30 millones de dólares (25 millones de euros). Según una información que recoge Forbes, tomando como referencia la Ley de Subvención Soberana de 2011, el duque de Edimburgo recibía 500.000 dólares al año (420.000 euros) con el fin de pagar sus gastos en el desempeño de sus funciones. Esta financiación comenzó en 1990 y continuó incluso después de que se retirara de sus funciones oficiales en 2017.
El duque de Edimburgo comenzó su carrera profesional en 1939 como cadete en el Royal Naval College, de donde se graduó como el mejor estudiante de su clase. Un año después se desempeñó como guardiamarina y más tarde fue nombrado subteniente. Tras haber recibido la cruz de guerra griega -por sus luchas en la batalla de Creta, la batalla del cabo Matapán y la invasión aliada de Sicilia- fue ascendido a teniente y luego a primer teniente. Además, ejerció funciones con la flota del Pacífico durante el conflicto con Japón.
Mientras se desempeñaba como militar, el príncipe Felipe comenzó a intercambiar cartas con la reina Isabel -en su momento de apenas 13 años-. Pero no fue hasta 1946 cuando se comprometieron tras la aprobación del rey Jorge, padre de la actual monarca. Finalmente, contrajeron matrimonio el 20 de noviembre de 1947. Antes del enlace él fue nombrado duque de Edimburgo.
A pesar de haberse casado con la entonces heredera al trono británico, Felipe continuó con su carrera militar hasta 1951, cuando Isabel ya era Reina y él se había convertido en Consorte. A partir de allí, su vida dio un giro radical. Dejó a un lado su profesión para dedicarse a aquellos compromisos impuestos por la Casa Real, dentro y fuera de Reino Unido. Así se mantuvo hasta 2017 cuando decidió retirarse de la vida pública a los 96 años y tras haber conseguido una fortuna que, según Celebrity Net Worth, llegó hasta los 30 millones de dólares el día de su muerte. Se trata de un discreto patrimonio si se compara con los 600 millones que tiene la monarca y los 60 que alcanza su nieto, el príncipe Harry (36), incluso estando fuera de la Familia Real.
Si bien los bienes del fallecido duque se consideran como la vigésima parte del capital de su mujer, de acuerdo con la biógrafa Kitty Kelley, Felipe se dejó seducir mucho más por los lujos que la Reina. En palabras de la escritora le aborrecía la modestia y prefería las excentricidades funcionales. Pese a haber dejado su carrera militar por amor, haberse mantenido en un segundo plano dentro de la monarquía británica y cumplir con los deberes que le eran impuestos, en varios libros y documentales relacionados con la Casa Real, lo han retratado como un personaje arrogante que no cautivó del todo a los habitantes del Reino Unido. Aun así, su recuerdo permanecerá en la memoria de ingleses y extranjeros. El ducado de Edimburgo, según se ha informado en los últimos días, lo heredará el príncipe Eduardo (57), el más discreto de sus hijos.
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