WASHINGTON D.C.

A estas alturas no es ningún secreto que miles de americanos detestan a Donald Trump (70). Según las encuestas y estudios demoscópicos, es uno de los candidatos a presidente más odiados de la historia de este país y, seguramente, muchos lo verán justificado a tenor de sus controvertidas declaraciones y su peculiar estilo de hacer política. Sin embargo, hay ocho pequeños ciudadanos estadounidenses, sin derecho a voto todavía, eso sí, para quienes nada cuentan los escándalos sexuales en los que se vea envuelto ni los insultos que profiera. Para ellos, Trump no es polémico, ni machista, ni xenófobo, ni excéntrico. Para estos ocho niños, es sencillamente su abuelo.

Durante la campaña electoral, el aspirante republicano ha ido intercalando sus duros discursos con varias apariciones junto a miembros de su familia, en un intento por humanizar su perfil ante un electorado conservador que aprecia los valores tradicionales en sus representantes. En este propósito, han sido sus nietos sin lugar a dudas quienes más le han ayudado a hacer olvidar a los votantes el tono agresivo de sus proclamas.

Y aunque no debe ser fácil ser nieto de uno de los hombres más odiados de EEUU, no hay que olvidar que para todo niño, un abuelo siempre es un referente, casi un superhéroe. Donald Trump no es una excepción y, a su 'ejército' de cinco hijos dispuestos a defenderlo a toda costa, suma ya una tercera generación de ocho nietos que, sin lugar a dudas, irá a más en los próximos años.

La familia Trump al completo.

Empecemos por su hija Ivanka (34), casada desde 2009 con el dueño del New York Observer, Jared Kushner. Pese a seguir los pasos de su padre en el mundo empresarial, tiene ya tres pequeños. El último ha sido Theodore James, un bebé nacido el pasado marzo al que se ha visto junto a Trump en alguno de sus actos públicos, mostrando su cara más entrañable. Además están Arabella Rose, de cuatro años, y Joseph Frederick, de dos.

Por otro lado está Donald Trump Junior, que a sus 38 años tiene ya cinco hijos -dos chicas y tres varones- con su esposa Vanessa Haydon, con la que se casó en 2005. Kai Madison, de nueve años, es quizá la más ha aparecido en los actos electorales de su abuelo, por ser la mayor de todos. Luego están Donald Trump III, de siete años, Tristan Milos, de cuatro, Spencer Fredercik, de tres, y Chloe Sophia, de dos.

Esta nueva tanda en la estirpe Trump no es aún consciente de que si su abuelo se sale con la suya, los próximos años los pasarán correteando por los jardines del 1600 de Pennsylvania Avenue, y viendo a su particular héroe ocupar las portadas de los periódicos de todo el mundo. A esto último, por cierto, aún no han empezado a acostumbrarse. Ni siquiera los mayores, ya que sus padres están intentando mantenerlos alejados de las polémicas que casi a diario tiene que encarar el candidato.

Pero más allá de las apariciones y las fotos oficiales durante la campaña, no es fácil averiguar cómo se comporta realmente este abuelo poco convencional. Para hacernos una idea debemos acudir a fuentes poco imparciales. Por ejemplo, su hija Ivanka, que ha sido su mayor defensora, sobre todo desde las últimas denuncias por supuestos abusos sexuales. "Es un abuelo maravilloso y los niños lo adoran", ha repetido insistentemente tratando de lavar la imagen del candidato.

Foto montaje del abuelo Trump y sus nietos.

Según confesaba en una entrevista con el portal de noticias Yahoo tras dar a luz a su último hijo, los nietos son aún demasiado jóvenes para entender que Donald Trump está intentando ser presidente de los EEUU. Sin embargo, el magnate empieza a dejar su huella en la siguiente generación. "Estaba andando por la calle con Arabella hace poco y se detuvo cuando vio un bache para decirme 'al abuelo no le gustaría eso'. Está prestando atención a las infraestructuras de Nueva York. Creo que lo ha aprendido de él".

Arabella es, de hecho, una de las nietas favoritas de Trump. Su madre asegura que es "muy independiente" y que le encanta posar ante las cámaras y visitarla a ella y a su abuelo en las oficinas, por lo que parece que podría seguir los pasos de su familia.

También Chloe Sofia, nieta por parte de Donald Junior, ha empezado a mostrar cierto 'interés' por la política. El pasado abril acudió junto a su padre a votar por su abuelo en las primarias republicanas de Nueva York. Aunque está claro que no entendía demasiado aquel revuelo, la pequeña se decantó finalmente por Trump, aunque "estaba pensando muy seriamente en apoyar a Elmo" -personaje de Barrio Sésamo-, bromeó su padre en sus redes sociales, subiendo una foto de la pequeña junto a la cabina de votaciones.

Con el abuelo en el campo de golf

Esa admiración se mantiene pese a que las elecciones no permiten al controvertido empresario neoyorquino dedicar mucho tiempo a su familia. De hecho, el pasado mes de mayo se perdió el cumpleaños de su nieta Kai a causa de la campaña, que le obligó a permanecer en Washington, D.C.

Antes, cuando las aguas estaban más calmadas y la Casa Blanca no aparecía en el horizonte, al millonario le gustaba pasar los veranos rodeado de sus nietos, disfrutando juntos la mayoría de fines de semana en uno de los campos de golf que poseen en Nueva Jersey. "A los niños les encanta ir con él subidos en el cochecito de golf y recorrer el campo", asegura su hija.

Además, según comentaron tanto Ivanka y como Donald Junior durante una entrevista con ABC News, los primos forman un grupo bastante compacto y suelen verse a menudo. De hecho, para realizar este programa especial sobre cómo se maneja su padre como abuelo, la cadena televisiva reunió a los ocho en el despacho de Trump, donde puede verse la faceta más tierna del candidato abrazando y cogiendo en brazos a sus nietos.

Su nieta tiene en quién fijarse para coger el swing del golf.

Esta cándida imagen no tiene mucho que ver la del político que quiere hacer "América grande de nuevo" a base de levantar muros y cerrar fronteras. Cuando habla de sus nietos le cambia el rostro e incluso el tono. En un discurso en Carolina del Sur, después de ganar las primarias en aquel estado y con Ivanka a punto de dar a luz, sorprendió a todos avisando de que quizá tendría que interrumpir la intervención porque su hija estaba a pocos días de salir de cuentas: "Vamos a tener un bebé y no hay nada malo en ello. Podría ser en cualquier segundo. Podría ser incluso antes de que haya terminado", dijo provocando los aplausos de sus incondicionales.

En los próximos años, la descendencia del republicano con toda probabilidad irá a más ya que su hijo Eric (32) está casado desde 2014 con la periodista Lara Yunaska, mientras que su hija Tiffany, de 22 años, recientemente se graduó de la Universidad de Pensilvania, y Barrow, el más joven, sólo tiene diez.

Muchos podrán pensar que quizá Trump no es el mejor modelo de comportamiento para estos pequeños. En cualquier caso, parece que el propio aspirante republicano tampoco tuvo el mejor referente en su abuelo.

Entre oro y burdeles

Nos referimos al primer Trump que pisó América y que se hizo rico gracias a la fiebre del oro. Friedrich Trump llegó desde la ciudad alemana de Kallstadt en 1885, a los 16 años. Se instaló en Nueva York con su hermana y empezó a buscarse la vida realizando trabajos de todo tipo. Sin embargo fue cuando cumplió 22 cuando se trasladó a Seattle, cambió su nombre por el de Fred y empezó a amasar su fortuna.

Abrió varios hoteles y restaurantes para los mineros y hombres de negocios que se acercaban a la zona en busca de oro, según publicó durante la campaña The New York Times. Lo más llamativo es que en estos establecimientos a lo largo del lejano Oeste, además de comida y refugio, se ofrecía a los viajeros la compañía de prostitutas, según sostiene la escritora Gwenda Blair en el libro 'Los Trumps: Tres generaciones de constructores y un candidato a la presidencia'.

Foto navideña del posado oficial de la familia de Donald Trump Junior.

Con el tiempo, fue extendiendo su negocio y abrió el camino a los futuros Trump. Aunque también estuvo cerca de truncar la continuidad de esta 'dinastía', ya que según la autora, casi fallece durante el naufragio de un barco cerca de las costas de Alaska.

Aquello quedó en un susto y ahora los Trump siguen adelante dirigiendo sus negocios, criando a sus pequeños y, en unas semanas, quién sabe si gobernando el país más poderoso del mundo.

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