Malos tiempos para Travis Kalanick (41 años). El CEO de Uber, la empresa que ha puesto en jaque el transporte urbano en medio mundo, vive uno de sus peores momentos. Desde que el agosto pasado rompiera con su novia, la violinista Gabi Holzwarth (26), todo ha ido cuesta abajo. De carácter rebelde y descontrolado, Kalanick ha protagonizado en los últimos meses varios episodios polémicos que lo han puesto en el punto de mira. Tanto es así, que hace unos días anunció que busca un número 2 que le ayude a liderar su empresa y a recomponer algunas piezas rotas.
Con una personalidad desbocada, este empresario de Silicon Valley ve cómo puede terminar hundiendo un negocio que por el que se ha situado en el puesto 118 de los hombres más ricos del mundo, según la lista Forbes. Aliado de Donald Trump hasta que un boicot a su empresa le hizo dar marcha atrás, hace unas semanas se metió en un lío del que no ha salido indemne. Incluso ha llegado a decir que se siente "avergonzado de lo que ocurrió".
Sucedió la noche de la Super Bowl, acontecimiento extradeportivo que en Estados Unidos se vive como una auténtica fiesta nacional. Kalanick se fue de juerga con unas amigas y se subió a un coche de Uber. En el trayecto, excitado por las buenas perspectivas, el empresario se llenó la boca hablando del éxito de su proyecto y de lo que bien que funcionaba en todo el mundo.
Pero cuando estaba a punto de bajar del coche, el conductor le presentó algunas quejas, relacionadas todas con las malas condiciones laborales de los chóferes. La respuesta de su jefe (súper jefe, en este caso) fue directa: "Hay trabajadores a quienes les cuesta hacerse cargo de su propia mierda". Se conocen sus palabras porque el chófer en cuestión le estaba grabando y tardó medio minuto en mandar las imágenes a la cadena Bloomberg.
"No sabéis hasta qué punto estoy avergonzado", declaró después Kalanick, "tengo que crecer". Y parece que ya está dando ese paso con la búsqueda de un segundo de a bordo que le ayude a templar sus reacciones. Ese nuevo ejecutivo deberá lidiar también con otros problemas de Uber. Hace unos meses, una trabajadora denunció a la compañía por haber hecho caso omiso a sus denuncias de acoso sexual.
Susan Fowler, ex ingeniera en Uber, publicó un blog en el que contaba su mala experiencia. Desde que llegó a la empresa, relata, uno de los directivos empezó a acosarla y a pedirle sexo. Fowler se presentó ante uno de los responsables de recursos humanos con pantallazos incluso de las frases de su jefe. Pero en lugar de encontrar apoyo, le dijeron que se trataba de uno de los jefes más destacados y que era mejor que callara. Por supuesto, no lo hizo. Y su denuncia ha puesto contra las cuerdas a la empresa.
Porque habla de prácticas abusivas también en el ámbito laboral de una empresa en la que parece que la agresividad puede con el talento. Por eso Kalanick debe replantearse su modelo. Antes de caer con el actual, al que llegó después de fundar otras empresas que no funcionaron.
De padres profesionales (Bonnie, su madre, trabajaba en el departamento de Publicidad de Los Angeles Daily y Donald, el padre, era ingeniero civil en LA), Kalanick pasó su juventud entre algodones, con la posibilidad de estudiar donde quisiera. Escogió la Universidad de California (UCLA), y en su verde y enorme campus empezó a imaginar una vida de éxitos.
Así ha sido hasta hace poco. Los problemas que sufre en su trabajo han hecho mella en su vida privada y en agosto se sabía que la relación con Gabi Holzwath, con quien llevaba más de dos años, se rompía. La anunció Page Six, publicación que profundizaba: "Travis está bajo demasiada presión ahora mismo y no puede estar centrado en su relación". La joven violinista, a quien Kalanick había ayudado a superar problemas de anorexia, se encerró en su estudio para grabar y superar la ruptura.
Han pasado unos meses y parece que él también busca salidas a su mala racha. Y lo hace con los amigos. El pasado fin de semana se le pudo ver jugando a ping pong con algunas de las mentes más brillantes -y millonarias- de Silicon Valley. Fue en el cumpleaños en Drew Houston, CEO de Dropbox. Lo celebraron por todo lo alto y con la firma de los nuevos millonarios: globos, tarta, ping pong -con la campeona olímpica Lily Zhang- y… Mark Zuckerberg. Quizás Travis Kalanick aprovechó el encuentro para pedir consejo a sus colegas. Parece que lo necesita.