MacKenzie Tuttle (48 años) fue la primera contable que tuvo Amazon y, tras casi tres décadas, las cuentas le han salido muy bien. La ya exmujer de Jeff Bezos (55) obtendrá 35.600 millones de dólares -casi 32.000 millones de euros- tras el astronómico divorcio que se dio a conocer a principios de enero y que ha puesto en el punto de mira al imperio del comercio electrónico. Esa cifra supone únicamente el 4% de las acciones del gigante de las ventas, mientras su exmarido mantiene el control del negocio y se queda con el 75%. Sin embargo, la nada desdeñable cantidad que se ha embolsado la escritora está más que justificada tras años de labor incansable por sacar adelante el proyecto de su entonces esposo cuando todavía solamente era un sueño de los dos.
Su historia de amor comenzó tan veloz como el ascenso de Amazon. Fue ella la que entrevistó a Bezos para un puesto en una empresa de inversión de Wall Street. Ese primer contacto dio pie a una comida y tres meses después ya oficializaron su noviazgo. Le bastaron seis meses para comprometerse. Y es que el compromiso por hacer las cosas bien y por emprender ese proyecto que pululaba por sus cabezas siempre ha sido el pilar fundamental de su éxito.
Tanto se implicaron en su sueño que no descuidaron ningún detalle a la hora de construir su 'humilde' idea empresarial. Tras recorrerse de punta a punta Estados Unidos, decidieron instalarse en Washington porque los impuestos a pagar son menores en localidades donde hay menos población, y así se aseguraban embolsarse más dinero por las ventas que pudieran hacer en lugares tan habitados como Nueva York o Los Ángeles. Esa estrategia fue idea de MacKenzie, la primera contable asignada del proyecto Amazon cuando aún estaba en pañales y prácticamente eran ellos dos solos los que sacaban adelante el trabajo.
La escritora aparcó la literatura y las musas para coger la calculadora y actualizar sus conocimientos en economía. Pero también compatibilizaba las finanzas con las cajas y envoltorios, porque era ella la encargada de preparar los pedidos y llevarlos a las oficinas de transporte cuando todavía su sueño comenzaba a dar sus primeros pasos.
Un trabajo muy diferente al que ansiaba cuando estaba en la facultad universitaria de Princeton -donde también fue alumno Bezos en Ciencias de la Computación- estudiando Filología inglesa. De hecho, corría el año 1992 cuando terminó la licenciatura, misma fecha en la que conoció al empresario. Ella tenía 22 años y él 28, un año después se casaron y 12 meses después fundaron Amazon.
Del matrimonio nacieron cuatro hijos; el mayor, Preston, acaba de cumplir 19 años, a él le siguen dos hijos adolescentes y una niña adoptada originaria de China. En los primeros años del 2000 los menores ya habían crecido y hacían sus días en el colegio, así que fue entonces cuando la escritora retomó su labor literaria y publicó dos libros: The Testing of Luther Albright (2005) y Traps (2013).
Con la vida ya asentada y los ingresos sin parar de crecer en la cuenta corriente que compartían ambos como matrimonio, el día a día en su mansión familiar de Seattle -valorada en 62 millones de euros- intentaba ser lo más normal posible, pero todos sus vecinos eran conscientes de la inalcanzable riqueza de los Bezos.
De hecho, uno de los asuntos que aún colea en su divorcio es la repartición del patrimonio que tienen en común en propiedades y terrenos o incluso en intereses del resto de empresas en las que el matrimonio invertía. Los Bezos Tuttle poseen dos casas en Beverly Hills, cuatro apartamentos en el corazón de Nueva York y una majestuosa casa en Washington. Además, tienen en su poder unas tierras de 1.200 kilómetros cuadrados en Texas, y en el ámbito financiero aún queda por saber la división de los intereses activos que tienen en empresas como Airbnb y Uber. Una cifra total que a cualquier mortal imposible gastar ni en mil vidas.
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