Rara vez las disputas políticas en el Congreso de los Diputados sirven para tratar algún asunto de verdadera importancia para la sociedad. Anclados en sus tácticas de desgaste al resto de partidos, en ocasiones, los diputados parecen estar muy alejados de la realidad que se palpa en la calle. Sin embargo, recientemente salió un tema en el hemiciclo que sí está de actualidad: la salud mental. Fue Iñigo Errejón (37 años) quien abogó por dejar de estigmatizar estos problemas de salud y hablar abiertamente de determinadas enfermedades. Aunque el miembro de Más País se centró en trastornos como la depresión o la ansiedad, hay otra enfermedad que es objeto de numerosos prejuicios: la esquizofrenia.
Lejos del fangoso terreno de la política, en el de la interpretación, se encuentra la figura de Megan Fox (34). La actriz de Tennessee debutó en la gran pantalla nada más estrenarse el siglo XXI, pero tuvo que esperar unos años más para ser reconocida por el gran público. Su aparición en varios títulos de las sagas Transformers y Tortugas Ninja la han convertido en una habitual de este género cinematográfico.
Esa fama y el hecho de ser imagen de marcas tan populares como Giorgio Armani han hecho que el interés por la vida de Megan cobre una importancia mayor si cabe en la opinión pública, incluso por aspectos que poco o nada tienen que ver con sus prestaciones delante de la cámara. Fue así cómo en 2009, durante una entrevista con la revista británica Wonderland, hacía una de sus confesiones más duras y personales.
Comentarios significativos
"Definitivamente, sufro algún tipo de enfermedad mental, pero no he localizado cuál es", se sinceraba la actriz, quien explicaba que en ocasiones sufría "alucinaciones auditivas, paranoias y disfunción social". Con este cuadro de síntomas, el diagnóstico era revelador: esquizofrenia. En otra ocasión, Fox reconoció estar "tan mentalmente enferma, que si pudiera explotar lo haría". Estas declaraciones, junto con otras relacionadas con el sexo o a favor de la legalización de la marihuana, han sido combustible para la prensa más sensacionalista, quizás sin reparar en los problemas que padece Megan.
Eso sí, ella misma se mostró muy concienciada con sus problemas mentales, estableciendo un paralelismo con una musa de Hollywood, Marilyn Monroe: "Yo puedo acabar como ella, porque constantemente lucho con la idea de que creo que soy retrasada y tengo esquizofrenia".
Una vez reconocido y detectado el problema, queda un largo camino, el del tratamiento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga la esquizofrenia como "un trastorno mental grave que afecta a más de 21 millones de personas en todo el mundo". Este organismo explica que, entre los síntomas más habituales, se encuentran, tal y como relató la propia Megan Fox, las alucinaciones -ya sean auditivas o visuales- y los delirios, dejando una huella en forma de distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta.
A la hora de hablar de su origen, los expertos médicos consideran que no hay un único factor, pudiendo influir la combinación de genética y estímulos ambientales. Sobre la tipología, se clasifica en catatónica, hebefrénica, indiferenciada, residual y paranoide, siendo esta última la más frecuente.
Respecto al tratamiento, la OMS señala que lo ideal es la complementación de uso de fármacos con apoyo psicosocial, un aspecto este último que no conviene obviar, toda vez que la esquizofrenia se asocia a una discapacidad importante si no se encuentra el respaldo necesario desde la familia y los círculos más cercanos del paciente.
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