"Piensa en positivo" son tres palabras que millones de enfermos de todo el mundo están condenados a escuchar de boca de familiares y amigos. Detrás de ella se esconde una creencia muy generalizada: la felicidad da la salud y cuanto mayor es ésta, menores son las posibilidades de enfermar y de morirse.
"Entre la población general existe la idea de que la felicidad está ligada a la salud; es verdad, pero de forma indirecta", comenta a este diario la catedrática de Evaluación Psicológica de la Universidad del País Vasco, Maite Garaigordobil.
A partir de ahora, la ciencia disculpará a los pacientes que pongan mala cara ante este tipo de aseveraciones, a aquellos que consideran que bastante tienen con su enfermedad para tener encima que esforzarse en ser felices.
El cambio viene de un estudio multitudinario publicado en la última edición de una revista médica de referencia, The Lancet, y que ya específica en el título sus intenciones. ¿Afecta la felicidad por sí misma directamente a la mortalidad? Estudio prospectivo del millón de mujeres británicas, denominan al trabajo sus autores, entres los que se incluye el famoso epidemiólogo de la Universidad de Oxford Richard Peto, un azote de las tabaqueras de todo el mundo.
Trabajos previos
Para el lector que piense que se trata de una hipótesis que no merece la pena explorar científicamente, una advertencia: este estudio no es mi mucho menos el primero que lo ha hecho. De hecho, trabajos anteriores han concluido exactamente lo contrario y han atribuido a la felicidad ese papel protector frente a la enfermedad.
Entonces ¿por qué creernos las nuevas conclusiones frente a las antiguas? Según explica Peto a EL ESPAÑOL, hay un motivo fundamental: el tamaño, que en este caso sí importa. Entre el 1 de mayo de 1996 y el 31 de diciembre de 2001, investigadores de la Universidad de Oxford seleccionaron a nada menos que 1.300.000 mujeres de entre 50 y 69 años, todas participantes de programas de detección precoz de cáncer de mama.
¿Eres feliz?
Tras ser escogidas para este enorme estudio prospectivo, las féminas respondieron a un completo cuestionario sobre su salud, estilo de vida y factores sociodemográficos. Tres años después recibieron una nueva carta de los organizadores. En ella, se les pedía que describieran su grado de felicidad, para lo que les daban cuatro alternativas: ser feliz "la mayoría del tiempo", "habitualmente", "de vez en cuando" o "raramente". La opción ganadora fue la segunda, a la que se acogió el 44% de las encuestadas; un 39% eran felices a lo grande y un 17% tendía a ser infelices.
Además, se les pedía que relataran ciertas "medidas subjetivas del bienestar", como cuán a menudo se sentían con sus asuntos bajo control, relajadas y estresadas. También se les solicitaba que calificaran su estado de salud en ese momento como bueno, normal o malo.
A partir de ahí, los autores se limitaron a mirar el reloj y esperar la llegada de la Parca. Se trataba de ver las diferencias entre la visita de ésta a mujeres felices y a las que no lo eran tanto.
Eso sí, el estudio contaba con una importante diferencia en el diseño respecto a otras investigaciones similares: se descartó a mujeres previamente enfermas. Por eso, las participantes en este subestudio fueron 700.000 y no las más de un millón originales. Así, los efectos de la felicidad en la mortalidad se midieron en mujeres que partían de una misma base en cuanto a su estado físico.
No causa, consecuencia
Según explican los autores, muchas de las participantes que declararon sentirse infelices lo hicieron porque no se encontraban bien de salud. Es decir, la infelicidad era una consecuencia de la falta de salubridad, y no al revés. "La muerte es más probable en la gente infeliz, pero no por la infelicidad, sino por la salud que les ha llevado a este estado de ánimo", comenta la catedrática de la universidad vasca.
Durante los siguientes 10 años murieron 31.531 participantes, un 4% del total. Al buscar diferencias entre ellas según su estado de ánimo no se encontraron, lo que permite a Peto y sus colaboradores ser tajantes en sus conclusiones. También se descartó como causa de mortalidad el estrés, lo que rompe con otro mito, éste, eso sí, menos extendido.
En un editorial independiente que valora el trabajo, investigadores del Hospital Universitario de Toulouse (Francia) lo definen como "extremadamente valioso" y capaz de proveer de "información sólida sobre salud, felicidad y mortalidad".
No está de más resaltar los puntos débiles del informe: para Garaigordobil, estos son que la felicidad "se mide con un sólo ítem", que el porcentaje de participantes que ha fallecido "es bajo" y que las mujeres empezaron a ser evaluadas ya "con cierta edad". A pesar de ello, resume la investigadora, se trata de un "muy buen estudio", por la muestra analizada. Quizás cuando se encuentre un biomarcador que permita medir la felicidad en sangre haya que repetir la investigación.