Acaba de pasar unas vacaciones en Marbella para relajarse e iniciar la gira de la presentación de su libro Ellas mismas. Lo hizo en el marco de Encuentros con la Cultura en el hotel Villapadierna. Aquí recibe a EL ESPAÑOL Ángeles Caso (57 años), llena de entusiasmo, con un volumen en su mano que luce con orgullo y editado lujosamente, gracias a la campaña de micromecenazgo en la que han apostado más de 1600 mecenas invirtiendo en este proyecto. De esta manera la escritora asturiana ha podido poder lanzar al mercado la vida de ochenta pintoras y fotógrafas profesionales que tuvieron carreras de éxito, pero que han sido menospreciadas, y silenciadas por la historia.
Usted que es tan buena entrevistadora ¿Que le preguntaría a la Ángeles Caso que tengo ahora enfrente?
(Piensa) Uf... los años que hace que no hago una entrevista. De verdad aunque no te lo creas no hago entrevistas hace muchísimo años… y no sé por donde empezaría. Tal vez le preguntaría por la edad. Por el tiempo pasado. Quizás porque hace unos días acaba de ser mi cumpleaños y estoy sensible (se ríe). La idea de la edad. Eso es lo que le preguntaría a Ángeles Caso. Y la contestación que ella daría es que no volvería atrás. La sensación de paz, de calma y alegría que tengo ahora, no la tenía antes y eso no lo cambio por nada.
¿A esto lo llamaría aceptación o resignación? Usted era la más bella de las bellas….
(Risas) Me veo poco resignada, siempre he sido muy rebelde. Esa pregunta me la hago mucho. Pero la diferencia está en que en la aceptación siempre hay algo de disfrute, algo positivo, y en la resignación hay tristeza y parece que se te ha caído el mundo encima.
Usted nunca suspiró por la fama, más bien despreció el éxito que le daba ser la cara más mediática de un telediario. Tanto es así que lo dejó todo para hacer su sueño de escribir una realidad
Es que yo no quería ese trabajo. La verdad es que no me gustaba nada de nada. Sentía que nada tenía que ver conmigo: eso de maquillarme, peinarme, sentarme como un busto. La realidad es que me presenté a las pruebas porque me lo pusieron fácil. Y yo lo hice mal, muy mal (sonríe) para que no me dieran el puesto y ya ves. Al final me colocaron de busto parlante de un informativo que veían miles de personas por la noche. De eso han pasado más 30 años. Estuve en la tele sólo un año de mi vida y aún me lo recuerdan por la calle. Detesto la fama, lo pasé tan mal que dejé el trabajo, me fui.
Usted presentaba el telediario de la noche y su amiga Concha García Campoy el del mediodía. Dos mujeres que han marcado historia en la televisión…
¡Concha, mi pobre Concha! no hay día que pase que no le eche de menos. A ella le pasaba lo mismo que a mí. Un día me dijo: ¿Ángeles, sabes? No puedo ya ni coger el metro y eso ya me supera. Era un espíritu tan libre como el mío. Yo tenía 25 años. Ahora soy esa misma persona. Pasan los años y matizas en esencia pero dentro de este envase está la misma que presentaba el telediario. Lo que pasa que es que la chica pintada como una puerta y disfrazada por diseñadores de moda no era yo. Entiendo que la gente que me veía así y pensara que era eso. Tuve que dejar aquello para que en el mundo literario me tomaran en serio.
¿Que tienen las asturianas como Letizia y usted que tanto las ha querido la cámara?
(Risas) no es lo mismo. Azares de la vida me llevaron a la tele. Hacía tres años que había acabado la carrera y no encontraba trabajo. Quería trabajar en museos y al final me llamaron a este casting y me dieron el puesto. Ya te dije que lo hice muy mal a propósito para que no me lo dieran.Tenía 24 años y me pusieron un contrato por delante al que no supe decir no, aunque siempre supe que no era lo mío. Tanto es así que llegaba a casa llorando casi todos los días.
Un padre marca la existencia de su estirpe y José Miguel Caso ha dejado una impronta muy marcada en usted…
Mi padre ha sido todo en mi vida porque me enseñó a amar todas las cosas que siguen siendo importantes al día de hoy. Los conceptos de lealtad, dignidad, naturaleza… Toda la ética que reside en mí se la debo a mi padre.
Y su hija Celia ¿también lo ha heredado? ¿Qué dice de este país en el que los jóvenes tienen que emigrar para buscar su primer trabajo?
Tengo mucha suerte de tener una hija extraordinaria, comprometida con la sociedad y los derechos humanos, que se graduó en Antropología en Londres. Me ha salido muy alternativa. Ahora la niña vive en Marsella y está en asociaciones donde ayuda a refugiados. Es una niña estupenda. No creo que vuelva a vivir nunca a España.
¿Está esperando que le haga abuela?
(Risas) Soy ya abuelaza total. Celia no me ha dado nenes aún, pero mis sobrinos nietos son como si lo fueran. Los niños, los animales y la naturaleza cada día me aportan más y me dan mucha felicidad.
Se presentó usted a las elecciones municipales por Somos, en Oviedo, en el número 13 de Podemos. Es algo que le está pasando factura. ¿Si hubiese terceras elecciones se volvería a presentar?
Por supuesto. Claro que me volvería a presentar. Pienso que vivimos en un momento de emergencia democrática en España, que las cosas están cada vez peor y urge implicarse. Las leyes que nos han impuesto son terroríficas. Es verdad que desde que me presenté en las listas como independiente por Podemos me están vetando conferencias y en algunos sitios me miran mal.
Hay dos formas de vivir esto. La de siempre, la de quejarte con tus amigos, y otra es entrar en acción. Por eso no seguí de observadora pasiva, me pareció que tenía que ir un paso mas allá. Mi responsabilidad era ésta. Estaba a punto de empezar un programa y cuando me apunté a Podemos. No me importa, yo estoy ahí para que esas cosas no sigan pasando.
Ha conocido a muchos políticos de cerca...
Por trabajo y relaciones personales he conocido a muchos. Y curiosamente jamás he tenido ningún interés en ellos como seres humanos. No he sentido ningún respeto. ¿Admirar? A Mandela un día le di la mano con mi hija en brazos… Pero a estos políticos de los 80 que todo el mundo tenía muy mitificados, jamás les admiré en nada. No quiero hacer tabla rasa pero los partidos machacaron a los mejores y premiaron a los más mediocres.
¿Tiene horarios a la hora de ponerse a escribir?
Que va. No. Soy muy anárquica... me he puesto a escribir hasta dando de mamar a mi hija mientras iba escribiendo mis notas… Hay días que leo y no escribo y otros que me paso tres días escribiendo.
¿La cultura está despareciendo?
Siempre ha habido un desinterés por la cultura en este país pero cuando llegó el PP arrasó con lo poco que teníamos. El poder le tiene miedo a la libertad a la creación y a los que dicen las verdades. El PP fue asfixiante y castrador y acalló el pensamiento crítico. En este país la esencia de lo español sigue siendo el fútbol y los toros lamentablemente. Una sociedad zafia.
¿Por qué ha decidido recurrir al crowdfunding?
Cuando veía que este libro no tenía salida y los gastos se disparaban opté por esta fórmula. Han participado más de 1.600 personas y el coste de casi 60.000 euros de la producción del libro se ha cubierto. El trabajo de recuperación de todas estas artistas olvidadas has sido lento y difícil.
Y gracias a ello ahora nos sorprende con otro libro de mujeres, 'Ellas mismas'
Soy una feminista tardía. En mi familia éramos un hermano y tres hermanas y siempre se nos trató por igual. No hubo diferencias de género y salí al mundo pensando que eso era así. Pero me equivoqué. Estaba radicalmente equivocada. Y por eso me he movilizado intelectualmente. Como historiadora del arte he intentado en mi libro rescatar a aquellas mujeres pintoras que fueron conocidas en su época, trabajaron en primera línea y que incluso llegaron a ser ricas con su talento, pero que hoy no son reconocidas por su trabajo.
En su libro aparece la autora del primer selfie femenino de la historia
Sí, ahora tan de moda... fue la monja Claricia, que se colgó de su letra Q en un Libro de salmos realizado en un monasterio de Augsburgo en el siglo XII, en uno de aquellos famosos scriptoria donde las monjas y los monjes copiaban e ilustraban los textos antiguos.
¿Todavía está pensando irse usted de España?
No quiero renegar de ser española pero hay veces que quiero decir adiós a todo esto y auto exiliarme. Un buen lugar sería Grecia.