Felicidad. Esa es la palabra que mejor define, desde el pasado viernes 12 de agosto, el estado de Lydia Valentín (31 años). No es para menos. La joven leonesa ha conseguido entrar en el podio olímpico de halterofilia de Río, tras su levantamiento de peso en la categoría de hasta 75 kilos, y alzarse con la medalla de bronce. Por delante de ella, solo la norcoreana Rim Jong Sim, quien se proclamó campeona, y la bielorrusa Darya Naumava. "Sabíamos que iba a conseguir un podio. Estamos muy contentos y emocionados", aseguró una de las hermanas de Lydia a los medios de comunicación después de la prueba.
La primera vez que la pusieron a levantar peso con 11 años, se cayó. Ahora con 1,70 metros de estatura, 75 kilos de peso y una filosofía de vida basada en el sacrificio y en el esfuerzo para llegar a la meta, esta leonesa de ojos grandes y melena rubia, puede con todo. Tanto, que unos de sus grandes éxitos fuera de los torneos ha sido normalizar este deporte desconocido para el gran público. En una entrevista reciente, Lydia comentó que muchas madres se ponían en contacto con ella porque sus hijas querían practicar halterofilia, y al descubrir que ella era una persona corriente, les dejaban hacerlo sin problema.
Ella es familiar y sencilla. Nunca ha buscado la fama y se ha mantenido alejada del foco mediático. Ni siquiera se hizo notar cuando acudió a los Juegos de Pekín (2008) con su entonces pareja, el canario Juan José Navarro, quien también compite en halterofilia. No es mujer de aparentar y sigue una vida muy disciplinada en el CAR de la Fundación Blume , donde entrena sus músculos cada día. Eso sí, maquillada porque le gusta verse guapa (como a todas). El gimnasio pues no está reñido con la elegancia y la belleza, que desprende Lydia Valentín en cada uno de sus levantamientos. Su eterna sonrisa, una figura de infarto y ese gesto tan dulce en forma de corazón que hace con sus manos también son parte de su encanto. Aunque ella asegura que cuando deje al fin al competición podrá ser "flaquita".
De momento la de Camponayra (una localidad pequeña de El Bierzo), acaba de cumplir de sueño. Llegar hasta aquí no ha sido fácil porque ha tenido que superar una lesión en la zona dorsal y otros dos Juegos Olímpicos, los de Pekín y los de Londres, que lleva tatuados en su muñeca.
Especial recuerdo tiene del último del que aún conserva un sabor agridulce. Lydia Valentín quedó cuarta en la capital inglesa hace cuatro años, pero ahora podría convertirse en oro tras haberse demostrado que sus rivales se doparon para la prueba. La española considera que de ser así a ella ya le habrían robado su momento de verse en lo más alto de su carrera.
Pero hoy no es día de reproches, si no de felicitaciones para nuestra campeona, quien ha querido agradecer los mensajes de cariño con el que personas anónimas han inundado sus redes sociales desde todos los rincones del planeta.. "Millones de gracias a todo el mundo que me ha seguido y se ha emocionado conmigo. Costara lo que costara, por fin he conseguido subirme al podio olímpico", aseguró Lydia en su cuenta de Instagram, en la que también ha colgado un vídeo de su medalla de bronce, de la cual asegura que es "muy bonita". Su talento físico ha quedado más que demostrado consiguiendo el quinto trofeo en los Juegos de Río para España. Ella no quería ser un capítulo, si no que quería ser historia, y lo ha conseguido.