Con 14 años se buscó un trabajo que le permitiera ayudar en casa. Su padre era pintor industrial y su madre tenía una tienda de comestibles y no era fácil comprarse caprichos. Juan Pedro Conde (52) encontró un puesto en el obrador de la panadería de su pueblo, Cornellà, y quedó prendado del oficio. "Quiero ser panadero", se dijo. Y vaya si lo logró: es el presidente de Granier, una empresa panificadora con 220 franquicias en España, Portugal, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Un imperio que se tambalea de pronto por la aparición de ratas en un escaparate de una de sus tiendas de Madrid. Una aventura empresarial que Conde visionó con 14 años y que tomó cuerpo en 1998, cuando compró la panadería La Estrella de Esplugues de Llobregat.
"Es difícil que a alguien le guste trabajar de noche seis días a la semana", ha contado en alguna ocasión sobre su primera experiencia, "se convirtió en mi pasión". Hizo la mili, se casó, tuvo dos hijos y entonces empezó la carrera. En el obrador de La Estrella fabricaba pan que también vendía a otros sitios, incluso a cáterings, lo que le permitió extender su negocio.
La moda del pan es algo de ahora, antes primaba la cantidad. Y a principios de 2000, Conde decidió vender masa precocida con una empresa, Mundipan, con la que abrió hasta 60 panaderías y llegó a emplear a 120 personas. De Mundipan pasó a Panísimo, otra empresa de pan congelado, que vendió en 2003. Dice que su secreto es que congelan la masa antes de fermentar, por lo que el proceso de fermentación tiene lugar en la misma tienda en la que se cocina y vende la pieza.
Con el dinero de la venta de Panísimo en el bolsillo, pasó un tiempo viajando por el mundo para conocer las tendencias en el mundo del pan. Y así fue como llegó a crear Granier, panaderías con cafetería en las que se puede degustar el producto in situ. Son todo franquicias, lo que le permite además tener un volumen de negocio más grande.
La idea cuajó y asegura que "el negocio va solo". Sus hijos, de 29 y 26 años estuvieron un tiempo en el negocio, y espera que vuelvan. Además, tiene otro hijo de 7 años y un nieto. Conde quiere que su empresa pase a manos de su familia, por lo que deja que sus descendientes se breguen en otras empresas.
Cada día, las panaderías Granier vende 65 tipos de pan diferentes, además de dulces y cafés. Venden tres cruasanes a 1,50 euros, lo que desató la llamada guerra del cruasán que, por supuesto, ha ganado. Sus precios tan bajos han provocado que la competencia les acuse de quemar el mercado, algo a lo que Conde siempre tiene respuesta: "No hemos quemado ningún mercado, sólo tengo una propuesta de negocio que desarrollar".
Familiar y apegado a los suyos, vive en Cornellà, donde creció, y tiene una vida tranquila fuera de los medios de comunicación. Sus padres eran emigrantes granadinos que se instalaron en la comarca del Baix Llobregat (como muchos andaluces se vieron obligados a hacer en los 60) y allí siguen todos.