"Mi padre me dijo que como no era su hijo no me iba a tocar". "Ellos querían ver un niño perfecto y no aceptaron que fuera así". Son solo algunas de las muestras del drama que padeció Enrique (35 años), sobrino de Encarna y Toñi Salazar, las Azúcar Moreno. Su madre biológica y hermana de las artistas, Aurelia Salazar, lo entregó en adopción al no poder hacerse cargo de él.
En la entrevista concedida a la revista Lecturas, Enrique cuenta que creció entre insultos y humillaciones por parte sus padres adoptivos, quienes no aceptaban su discapacidad intelectual y terminaron echándolo de casa. Ahora, a sus 35 años ha vuelto al clan donde recibe el amor familiar que nunca le dieron.
Toñi Salazar (54) cuenta que la situación personal de su hermana hacía imposible que pudiera criar a Enrique: "Mi hermana entró en un pozo del que no pudo salir. Dio a luz a ese niño y tenía una vida tan desordenada que, por amor, tuvo que darlo en adopción. Toda la vida nos hemos acordado de él".
Tampoco le olvidó su hermana Encarni (35), a quien crió la matriarca del clan. La joven afirma que siempre le buscó: "A los 12 años fui al Tribunal Tutelar de Menores y pregunté por él. No podían darme información". Por eso, Encarni tomó la decisión de esperar hasta ser mayor de edad, momento en que volvió al juzgado y dejó "una carta para él explicándole quién era su familia".
Una infancia entre humillaciones e insultos
La situación no fue mejor para Enrique. Todo empezó en el colegio, donde la "cosa no iba bien, no me enteraba y les decían que tenía un nivel bastante más bajo que los demás". Esta dificultad se confirmó cuando le llevaron al médico y le diagnóstico "falta de comprensión", momento en el que el padre adoptivo empezó a ser más "tirante" con el niño que intentaba defenderse.
En todo este tiempo Enrique asegura que se sentía apartado y que solo se sentía apoyado cuando estaba con chicos como él en las clases de apoyo. "Un día escuché una conversación en la que mi madre le decía a mi padre: 'No está así porque él quiere'. Él le respondió: 'Es que es un tonto de baba'. Me sentí humillado". Estas duras palabras no solo las decía a espaldas del niño, ya que le llegó a decir que "como no era su hijo no me iba a tocar".
La relación entre Enrique y su padre siguió empeorando cuando se hizo mayor y buscó trabajo. "Me regañó mucho, me insultaba, se burlaba de mí y lo pasé muy mal", explica Enrique. Cuando lo echaron de un curso de Fontanería que estaba realizando, su padre decidió echarlo "de casa hasta que consiguiera trabajo".
Al poco tiempo su abuela adoptiva, la única de la familia que le quería, enfermó y los padres aceptaron que volviera a su vida para poder visitarla. Sin embargo, todo apuntaba a que cuando esta muriera volverían a echarlo a la calle. Y así fue, le entregaron los papeles de adopción, le dijeron que buscara a su familia biológica y le pidieron que se quitara sus apellidos adoptivos. "Tenían muy poco corazón", comenta Enrique.
Regreso al clan Salazar
Tras la muerte de su abuela, Salazar se marchó a Vallecas donde empezó a preguntar por su familia. Encarni, su hermana, explica que el día que llegó a su vida no lo iba a dejar en la calle porque "es mi sangre. Lo llevé a especialistas, pasó un tribunal médico y le dieron un 65% de discapacidad".
Este cambio, hace nueve años, fue muy positivo para Enrique, quien siente "muchísima alegría" y asegura que en ese momento casi no se lo podía creer. Ahora, arropado en esta nueva familia, solo tiene palabras de agradecimiento para todos los que le han acogido.
Tampoco guarda rencor a sus padres, al contrario, dice que les pediría "perdón por ser un chico que no me entero". Pero, como una muestra más de lo integrado que está ya en la familia, Toñi rápidamente aclara: "Los que tienen que pedir perdón son ellos".
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