Tiembla Bertín, Arévalo puede contarlo todo, todo, todo
El humorista bajito está dolido. Tanto que estaría dispuesto a hablar y no parar de su examigo en un polígrafo. Y son muchos bolos juntos, muchos hoteles de carretera, muchas noches interminables... Sabe todo sobre él.
28 octubre, 2017 02:47Noticias relacionadas
Algún día, esperemos que muy lejano, Bertín Osborne (62 años), será Conde de Donadio y Casasola, el título que ostenta su padre, un elegante nonagenario a quien el propio Bertín ha adjudicado una novia inexistente, su profesora de francés, tal vez por aquello de presumir de las habilidades amatorias familiares.
Sin embargo, Bertín, cuya nobleza de casta arranca del año 1713 cuando Felipe V otorgó el título a uno de sus antepasados, se la ha liado parda a Casa Real. El rey Juan Carlos (79) ha quedado como un snob tocapelotas por haber roto con sus protestas la amistad de la pareja más famosa y unida de España, por delante incluso de Felipe (49) y Letizia (45). Nada más y nada menos que Arévalo (70) y Bertín, Bertín y Arévalo, tanto monta, monta tanto, el armario empotrado y la mesilla de noche, el punto y la i, Schwarzenegger (70) y Dadny de Vito (72) en versión cañi. ¿Y qué culpa tendrá el emérito del divorcio de esta pareja artística? ¿Una foto de una comida? Las fotos del padre de Felipe VI, con camareros, comensales, señoras de la limpieza y cocineros adornan los restaurantes de media España. A Zarzuela no le ha molestado la foto de la paella que publicó Arévalo en Twitter. No, por mucho que se empeñe Bertín. Tal vez a otra persona, pero no al rey emérito. De hecho, hay quien apunta que el ofendido es una poderosa persona que aparecía en la imagen y que tal vez no quería salir con determinada compañía.
La casa no es la de Bertín ni tampoco la de Arévalo. Otra cosa es que Bertín haya llamado para pedir disculpas y le hayan sido aceptadas. Al rey, tan baqueteado por asuntos más relevantes como el caso Corinna (52), Marta Gayá (68) y Bárbara Rey (67), su súbdito jerezano le ha dado la puntilla al presentarle como un clasista al que le repele comer paella con un cuentachistes de casette de carretera.
Sea como fuere, el incidente le ha servido a Bertín Osborne, el gigante de los ojos verdes, el hombre que hablaba del humorista como "su hermano" para extirpar al diminuto valenciano de su vida como quien se opera de un forúnculo. Del amor al odio hay un paso, y Bertín tiene un defecto muy grave: puede tardar años en perdonar.
Los que le quieren menos lo retratan como alguien que ha visto servida en bandeja la ocasión y la excusa para deshacerse de una mochila que le pesaba. Fuentes de absoluta solvencia cuentan que anda Bertín diciendo por ahí que si en los últimos años ha recorrido hasta el último rincón de España con Arévalo "para que este señor ganara dinero, porque Arévalo no tiene un duro, y en cambio él no tiene ninguna necesidad de pasar los fines de semana alejado de su familia". El propio Bertín confesaba hace unos días a Paloma García Pelayo que su exhermano tiene problemas económicos.
[Más información: Bertín Osborne contesta a Arévalo y rompe la amistad definitivamente]
La pobreza de Arévalo ya la quisieran muchos. Tiene cuatro propiedades, y si bien es cierto que una de ellas la compró en plena burbuja inmobiliaria y aún está pagando las consecuencias y que tiene un problema con Hacienda, no tiene ningún embargo. De hecho, hace poco se compró un piso en el centro de Valencia.
Malena Gracia (46), una de las mejores amigas de Arévalo, que también define a Bertín como una buena persona, está actualmente actuando en el teatro Quevedo de Madrid con la función "Dos tontas en apuros" . Ella afirma que "ya quisiéramos muchos actores tener el éxito que han tenido ellos. No creo que Arévalo tenga deudas importantes, ha trabajado sin parar durante 7 años consecutivos".
Ha vivido, eso es cierto, por encima de sus posibilidades durante muchos años. La casa de campo que mostró en el programa de Bertín, un mini Versalles de ladrillo rococó tiene unas dimensiones comparables a la desfachatez de su exsocio y compañero de farras cuando dice que trabajaba con Arévalo solo por hacerle un favor. Los dos se han forrado. Han llenado los teatros de media España.
A Arévalo le gusta vivir bien y domina el arte de gastarlo con una elegancia y soltura que podría enseñar a muchos galácticos y potentados de los que no dejan propinas y arramplan con el cajetín de los caramelitos en los bares si no les ven. El humorista ha ganado mucho, pero también gasta mucho. Generoso, le gusta pagar a él las comidas y regala lotería a los periodistas (una servidora lo pudo comprobar hace muchos años). Tiene detalles sorprendentes e inesperados con la gente que aprecia. Su vida ha sido muy dura y sabe por experiencia propia que hay que vivir al día, disfrutar el momento. Dos de sus hijos murieron, perdió a su mujer y tiene una hija con síndrome de Willliams.
Ahora Bertín, su esposo profesional, a quien sigue queriendo, lo ha dejado. Su programa no le permite seguir haciendo giras por toda España. Y el último anuncio que hizo de que iba a prescindir de él en las grabaciones ha sido un punto final. Arévalo está dolido. Tanto que, según cuentan, estaría dispuesto a hablar y no parar de su examigo en un polígrafo. Son muchos bolos, muchos hoteles de carretera, muchas noches interminables, muchas confidencias... Sabe todo sobre él. Más le vale a Bertín que se cumplan los pronósticos de Malena, un espíritu puro e ingenuo, quien está convencida de que "volverán a ser amigos, porque sé que en el fondo se quieren mucho y todo ha sido un malentendido".
Bertín, pese a su fama de mujeriego que arrastra desde los tiempos en los que arruinó su primer matrimonio por sus continuas infidelidades, es cercano, simpático y divertido con la gente y proyecta una imagen muy blanca. Aunque su faceta de padre y marido ejemplar pudiera llegar a quedar algo tocada si Arévalo largara todo lo que sabe, tal vez al cantante le importarían otro tipo de detallitos, esos que arruinan la reputación de cualquier siete machos con una merecida fama de amante excelente: cosa tan nimias como si sufre gatillazos o no, si toma caramelitos azules o no, si es cierto que se ha hecho un implante de pelo, si se está planteando operarse el cuello tras haber dejado a medias el reto de Men’s Health. Es ahí, en la vanidad, donde Arévalo puede atizarle de verdad si quiere hacerle daño.
Porque Bertín, que ahora va de pseudointelectual gracias a los méritos de un excelente equipo al que raramente alaba, y a quien Ana Obregón puso en su sitio hace poco, sigue siendo el mismo presumido de siempre. El rey juan Carlos, que tanto se parece a Bertín en muchas cosas, lo entendería perfectamente.