El día que salió el último número de ¡HOLA! a la venta, si fuera mala, que no lo es, Laura Boyer habría reventado de satisfacción. El enlace al que no fue invitada, el de su propia hermana Ana Boyer (28 años) con Fernando Verdasco (34), amenazaba temporal de cotilleos malévolos como los que se avecinan en las próximas líneas.
El teatrillo improvisado en Mustique no guarda semejanza alguna con aquella maravillosa puesta en escena de la boda de Laura con Luis Imedio, vestida con un maravilloso vestido blanco bordado en el pecho, un velo como Dios manda que pendía de un coqueto moño alto y un collar de perlas. Miguel Boyer, impecablemente vestido con un chaqué la llevó al altar de la Iglesia de San Agustín con un empaque difícil de olvidar.
La exclusiva de esta boda ha sido un despropósito se mire como se mire. Si los dueños de la publicación pretendían que se hablara de la revista a toda costa, lo han conseguido. Aún a costa de sacrificar el glamour preysleriano para siempre jamás.
Ha sido la boda de Fernando Verdasco y Ana un enlace que no es ni chicha ni limoná. Ni tradicional ni alternativo… La novia, obsesionada con mostrar su delgadez, vestía unas transparencias extrañas para una boda religiosa. El traje un forro o una combinación. Ladi Di lloró varios días cuando los fotógrafos le sacaron las piernas al trasluz. Han pasado muchos años desde entonces, casi tantos como desde la boda de Ana Boyer. Y sin embargo, dejarse hacer una foto al trasluz desde una ventana para crear efecto óptico de un cuerpo desnudo tapado por un visillo es más propio de una Kardashian que de la princesa del clan Preysler.
Las copas del vestido estaban mal encajadas y le dejaban un pecho mirando a Alicante y otro a Portugal. Habría estado más elegante con la bata de batista que luce al inicio del reportaje mientras se arregla con la ayuda de mamá. Fuera de lugar de las damitas, algunas casi cuarentonas, como si fueran las niñas que llevan las arras en las bodas reales.
[Más información: El polémico vestido de novia de Ana Boyer, a juicio]
No es normal que de la página 72 a la 126 la novia aparezca vestida con el mismo traje de novia, ahora que está tan de moda lo de usar varios vestidos. Una auténtica cutrez, como que los invitados del novio anden quejándose de que la novia pagó los bungalows a las amigas y a ellos no.
Las malas lenguas partidarias de los Preysler afirman que el problema es de el novio, no de la familia de la novia. Y susurran que el tenista baila la jota con el puño cerrado. He indagado al respecto y parece ser que sí, pero no menos que otros compañeros, algunos de los cuales fueron invitados a la boda, como Feliciano López (36) y Garry Toussaint. ¿No serán ellos los que se han quejado? No seria de extrañar…. La tacañería del gremio de la raqueta es sobradamente conocida. Revisan las cuentas en los restaurantes con lupa, no se pelean precisamente por pagar y apenas dejan propinas.
Un defensor y colega de Fernando me cuenta que justo precisamente él no es tacaño porque "un día que los integrantes del equipo de la Copa Davis fueron invitados al palco del Bernabéu y no llevaban la chaqueta que requería el protocolo, él mismo les hizo llegar diez de las más de 150 que tiene en su casa".
Una de las manías de este jugador es no repetir chaqueta nunca. Pero si fuera tan generoso en lugar de tenerlas en casa cogiendo polvo, digo yo que las habría regalado al ropero de las hermanitas de los pobres.
Mario Vargas Llosa (81) asistió, aunque como ya informó JALEOS, su presencia no era especialmente anhelada por la contrayente, y Enrique Iglesias (42) volvió a dar la espalda a su familia. ¿Por no quitarse la gorra? La boda ha sido un desastre, los invitados pasaron hambre y el hermano cantante ni siquiera ha mandado, al cierre de estas líneas un mensaje de ánimo a la novia tras el aluvión de críticas recibidas.
Con lo divertida que fue la boda de Sara Verdasco con Juan Carmona. Aunque cuentan que Tamara (36) andaba más perdida que un pingüino en una sauna entre tanto flamenquito, nada menos que una prima del rey, Simoneta, ayudó a vestir a la novia. A su boda, en cambio, en parte por la lejanía del lugar de celebración no ha asistido ningún personaje relevante. Ni siquiera Carmen Martínez Bordiú (66). Con lo fácil que habría sido celebrar una boda en Los Jerónimos, vestida a lo Laura Boyer, posar para todo quisqui, y hacerse luego el consabido reportaje de los preparativos y las fotos exclusivas a puerta cerrada.
Y encima los invitados se murieron de hambre. Isabel Preysler (66) va perdiendo facultades. Su hija se casa con un hombre con una fortuna estimada en más de doce millones de euros tirando por lo bajo y queda como la responsable de la boda más hortera de la historia del cuore, haciéndonos añorar el glamour del enlace zulú de Lauren Postigo, que en gloria esté.