A las 21:22 horas del 12 de mayo de 2018 Europa entera ha sido testigo del amor de Amaia (19 años) y Alfred (21). La oscuridad que ha reinado en su actuación junto a los puntuales focos de luz en tonos sepia han transformado durante tres minutos el escenario de Eurovisión en el centro de la intimidad de los dos jóvenes en el que daba la impresión de que el resto del mundo sobraba.
La representación de España ha sido una burbuja de sentimientos en la que solo estaban la navarra y el catalán, literalmente. Porque al final nada les ha acompañado sobre el escenario, ni bailarines, ni coro, ni piano. TVE ha apostado por su carisma dulzón y su amor adolescente, sin condimentos ni distracciones.
Y el público no necesitaba más. El Altice Arena se ha rendido a ellos. Cuando se han dado la mano, un largo "ooooh" romántico y espontáneo por parte del público ha sido el mejor ejemplo de lo que se estaba sintiendo sobre el escenario en esos minutos. Unas actitudes que parecían acabar en el ansiado beso...pero no llegó.
La elección de los estilismos ha sido esencial para que la puesta en escena cobrara sentido. La iluminación tenue y los tonos dorados y ocres han tenido el protagonismo más visual gracias a que el vestido negro con detalles en oro y plata de Amaia -firmado por Teresa Helbig- y el traje burdeos de Alfred -diseñado por Paco Varela- les permitía formar una estampa completa.
No ha habido sorpresas. Los ciudadanos españoles ya sabían de antemano lo que los triunfitos les iban a mostrar: inocencia, sonrisitas cómplices y miradas mutuas de recién enamorados. Nada de explosiones ni fogonazos, los representantes españoles querían que los únicos fuegos artificiales fueran los que lograran crear ellos mismos con su voz, con su canción y su amor, y cuya traca final no han querido sellar con ningún beso, sino con una mirada a escasos milímetros el uno del otro y con una risa final, al más puro estilo 'Almaia'.