Se convirtió en una habitual de los programas de Telecinco. Por la mañana acudía a El programa de Ana Rosa, por las tardes debatía en A tu lado y por las noches se desgañitaba en Crónicas Marcianas, escenarios de sus momentos más gloriosos pero también los más dolorosos. Su forma de desenvolverse y su historia de amor (y desamor) con Noemí Ungría elevaron a Raquel Morillas (42 años) a la categoría de fija en la cadena grande de Mediaset.
No había productora que no la quisiera en sus filas. Hasta el propio Javier Sardà (60) la llamó personalmente para que "por favor" aceptase ser colaboradora de Crónicas Marcianas. Años después, su estrella mediática se apagó y, como sucede en la mayoría de ocasiones, no por decisión propia: "Es porque ya no me quieren", responde en exclusiva para este periódico.
Ha costado mucho contactar con usted. Se encuentra fuera del foco mediático... ¿Es voluntario?
Ya no me quieren. No intereso. Y las pocas cosas que interesan mías no me interesa a mí contarlas. Cuando alguna vez te llaman, lo piensas y dices, "¿merece la pena cinco minutos de televisión sin cobrar prácticamente nada?". Cuando te invitan, vas encantada, pero ahora han pasado muchos años, el peaje que pagas es de por vida... Yo a la tele voy cuando compensa.
Entonces volvería a la televisión.
Me encantaría que me llevaran a Supervivientes pero es decisión de ellos. Cuando fui hace cuestión de dos años y conté mi problema con la ludopatía quedaron muy contentos. Me dijeron que me llamarían al año o año y medio para contar la recuperación. Lo intenté y ya me dijeron que no les interesaba que preferían que hablase de mi boda, pero yo les dije que no, más que nada porque no me caso sola. Ahora prefieren a otros colaboradores tipo Sofía Suescun (22) y tronistas.
¿Qué proyectos profesionales tiene ahora?
En la calle, a nivel laboral, el peaje que te decía antes es muy alto. Hice una entrevista para trabajar en una empresa de seguridad en el aeropuerto y fue la peor entrevista de mi vida. Me hicieron sentir fatal. Ahora trabajo de comercial. Cuando dejaron de llamarme entré a trabajar de comercial en una empresa, estuve cinco años y ahora estoy en otra. Me gano bien la vida pero los 'Grandes Hermanos' somos lo 'peorcito' visto fuera de la televisión. Nunca nos llevan a un Pasapalabra pero sí ves a los Trunfitos. Ellos cantan, no sé si porque cantan tienen más inteligencia que nosotros. Con eso ya te lo digo todo.
¿Tan fuerte es el rechazo?
Sí, de hecho, hubo una empresa que me interesaba mucho y cuando me vieron, quien se encargaba de contratar al personal dijo que no, a ver si iba a aparecer la tele o los de Sálvame. No me considero diferente a nadie. He entrado en un reality, después he trabajado en televisión pero no me hace diferente al resto. Yo tengo que pagar mi hipoteca, el seguro del coche... Cuando estoy trabajando y como comercial he entrado a alguna casa, hay gente que me dice '¡¿qué haces trabajando en esto?!" "¡¿Cómo es posible?!" Claro que he ganado mucho dinero. Entré con 25 años, era una niña, pero igual que lo gané lo gasté. Tengo un 'casoplón' en la playa de Castelldefels y lo compré pero aún lo tengo que pagar.
Bueno, es el resultado de haber aceptado Gran Hermano.
Sí, aunque yo no recomendaría a nadie entrar en Gran Hermano. Si no tienes nada que hacer, adelante. Pero si tienes otras cosas que hacer o que perder, no lo hagas porque el peaje es muy duro. Y de la televisión, olvídate. O eres un gay muy divertido que entonces les encantas a los directores de Sálvame o estás en la mierda.
¿Cómo recuerda su estancia en GH y su apoteósico aterrizaje en televisión?
Dentro de la casa me lo pasé muy bien. Me tocó ser un poco la hija de puta respecto a Patricia, pero bueno, fueron 35 días y disfruté muchísimo. Cuando salí me encontré el berenjenal con Pepe Navarro (67), que presentaba mi edición, y escribió un artículo en La Razón poniéndome a caer de un burro. Mis padres lo querían demandar pero yo preferí ser prudente y ver cómo me trataba en plató. Además, si lo demandábamos se acababa mi carrera televisiva. Luego llega la parte en que te gusta que te reconozcan y a los dos meses acabas hasta las narices porque la gente no entiende que no vivo de ellos, aunque crean que sí. Pero la experiencia en la casa fue muy buena. Me llamó Javier Sardà para que por favor fuera a trabajar a Crónicas Marcianas. Él en persona... Fue 'flipante'.
Hace algún tiempo desveló que sufría un problema de adicción al juego, ¿cómo se encuentra?
Ya bien. Fui a hacer rehabilitación porque, o iba, o mi mujer se separaba. Era la segunda vez que recaía, mi situación era muy heavy, no tenía dinero en el banco. Entendí que era una enfermedad y no vicio. Ahora llevo dos años sin jugar y sin tener ganas. Y con un poco de 'dinerito' en el banco, no mucho.
¿Después de todo lo ganado en televisión se quedó sin dinero en sus cuentas bancarias?
Complemente. Sin dinero. He llegado a tener menos -175 euros en el banco. Yo, lo que ganaba, lo gastaba. La culpa es mía, tengo una casa chulísima y unos agujeros muy grandes en las manos. A mis parejas he regalado motos, coches, viajes... Además del juego, mi vida iba a un nivel un poco alto, puedo decir con la boca bien grande que no me he gastado ni un euro en drogas.
¿Cuánto podía gastar en un día?
En una mañana he llegado a perder 1.000 euros en la ruleta. Y no iba al casino sino a los centros recreativos. Ahí es donde más dinero perdí, jugaba al póquer por el móvil, era 'doña apuestas', pero gracias a Dios estoy recuperada y estoy muy bien.
¿La mujer que 'amenazó' con dejarla si no paraba de jugar es la misma con la que se ha casado?
Sí, es la misma.
Se sabe muy poco de ella, por no decir nada.
No quiere y yo tampoco quiero. No te voy a decir nada de ella.
Al menos dígame cómo la conoció.
Solo te diré que tiene que ver con mi problema de ludopatía, era trabajadora del lugar donde yo me curé.
¿Hay planes de ampliar la familia?
¡No! Nunca me han gustado los niños.
Viene una edición VIP de Gran Hermano y usted quedó rota de dolor tras su salida de El reencuentro con su expareja, Noemí. ¿Volvería a entrar con ella?
Esa sí que mata por cinco minutos en tele. Está fuera porque no la llaman. Yo sabía que Noemí era la persona que habían puesto de mi edición para esos enfrentamientos que querían. En Gran Hermano me llevaba genial con ella, podrían haberme puesto a alguien con quien me llevaba mal. Me metieron a Noemí y no me dijeron que iba a concursar con ella. Yo pensé que entraba a convivir con ella. Y sí, lo volvería a hacer, claro. Yo entraría, el problema lo tiene ella.
Aunque hable en estos términos, está claro que volvería a la televisión.
Con los ojos cerrados. Además, no saben lo que se pierden. Siempre han potenciado mi faceta borde, cortante, pero soy lo más payaso que te puedes echar a la cara. Al ser comercial hago muchas visitas, la gente alucina, no me imaginaban así. Si me llevan a Supervivientes sería un verdadero puntazo.
Acarició el cielo con la yema de los dedos y bajó a unos infiernos que ahora cuenta haber dejado atrás. Recompuesta y dieciséis años después de entrar en la casa más famosa de España, Raquel Morillas confiesa estar dispuesta a darlo todo de sí para olvidar su odio a la televisión y escribir de cero un nuevo capítulo de amor eterno entre ella y el medio de comunicación que le cambiaría la vida para siempre.