En la década de los noventa llegó a la pequeña pantalla una chica voluptuosa, sonriente y enérgica que arrasó con su pelo rojo sangre. Ella es Chiqui Martí (47 años) y ya en esos años inocentes llegaba a la televisión para demostrar que las mujeres "pueden hacer lo que les dé la gana". Ella se abría bailando, tanto como abrió mentalidades. Martí sentenciaba subida a una barra de stripper. En realidad, ha hecho de la barra fija una forma de vida y del fitness, su fuente de ingresos.
A principios de la década, como showgirl la llamaron sin parar para actuar en mil y un eventos, y como directora de una escuela de seducción consiguió que muchas mujeres, "de todas las edades y tallas", recuperasen la autoestima y aprendieran las artes de la provocación. Hoy en día de aquella Chiqui queda la esencia, la revolución; está felizmente casada y continúa viviendo como quiere. Por encima de los convencionalismos.
Rompió moldes, se sacudió los estereotipos que vienen pegados a la mujer y proclamó la libertad en todos los sentidos. La libertad en forma de pirueta. El éxito terminó por ser su mayor aliado cuando apareció en el programa de Xavier Sardá (60) Crónicas Marcianas, pero el baile ya estaba dentro de Chiqui, quien no ha podido concebir su vida sin él. A los catorce años empezó a bailar en desfiles de moda y peluquería. Es autodidacta como bailarina y pronto empezó a trabajar en el cabaret El Molino de Barcelona y en las más importantes salas de fiestas de la geografía española. Cuando la popularidad llamó a su puerta, todo cambió. Para bien y para mal. La fama le brindó grandes satisfacciones, como crear una marca de lencería erótica que diseñó ella misma. Sin embargo, su vida se fundió a negro el 12 de junio de 2004 en Toledo. El golpetazo de realidad casi la tumba. Al subirse a una tela, le resbaló la mano, y Chiqui Martí cayó de espaldas desde una altura de cuatro metros.
El diagnóstico fue tetraplejia. Fue trasladada urgentemente al hospital Virgen de la Salud de Toledo, donde fue ingresada con pronóstico reservado. Durante unos meses perdió la movilidad de sus piernas y teniendo que ir a rehabilitación. Los médicos le prometieron una recuperación, que sería larga, lenta y dolorosa. La bailarina se marcó desde aquel momento un objetivo: volver a los escenarios para hacer estriptís artístico.
Con tiempo y tesón, lo ha conseguido y en la actualidad sigue disfrutando del baile y el deporte. Pero tras ese rasgón en 2004 vino una gran alegría: su libro de viñetas. Con un ventilador y una barra metálica, al ritmo del bolero Soy la prohibida, la bailarina, de cuerpo esculpido al milímetro y enfundada en vinilo al estilo de Mad Max, se deslizó por la barra con plataformas de tacones imposibles con un show de habilidades acrobáticas para presentar el cómic Chiqui Bang Bang. Demostró que nada se le resistía, ella podía con todo. ¿Quién dijo que no saldría de la tetraplejia?
"Jamás me he considerado lesbiana"
Cuatro años después de su aventura literaria, el amor llegó a la vida de Chiqui para arrasarla por completo. Ella, que siempre se ha sentido atraída por los hombres, de repente se prendó de una chica. En 2011 se separó de su marido "porque ya no lo deseaba". Eso sí, no se considera lesbiana: "Jamás me he considerado lesbiana, ni ahora. Me gustaban los hombres hasta que conocí a Raquel. Ahora se me hace muy difícil pensar en volver a estar con un hombre".
Chiqui y Raquel, que se conocieron a través de Nagore Robles (35), se casaron en 2014 en el Ayuntamiento de Caldes de Montbuí. Raquel enloqueció de amor a Martí y cambió su vida. "Siempre me hizo ilusión casarme, pero nunca había sentido la necesidad hasta que llegó Raquel, de ella me enamoré como de nadie en mi vida. Es lo mejor que me ha pasado. Yo quiero envejecer al lado de Raquel", se sinceró en aquella época.
Martí es el claro ejemplo de que la vida, y la dicha, te puede cambiar en décimas de segundo: "Las cosas pueden cambiar, dímelo a mí, que en 2007 dije que jamás tendría sexo con una mujer, pero estoy convencida que he encontrado a la persona de mi vida". Eso sí, tuvo que pagar un peaje por su amor.
A raíz de esta boda salió a relucir la relación que mantenía con su padre, el cual no acudió a la boda, algo que le dolió enormemente. "Se ha dicho que mi padre no fue porque no acepta la relación, y no es cierto. Al decir que nos casábamos nos dijo que él había decidido no ir porque no tenía nada que celebrar. Fue muy duro. Le ha faltado tiempo para asimilarlo. Para mí la única ausencia fue la de mi madre, que hace cuatro años que murió", aseguró en la revista ¡QMD!.
Y cuando todo parecía paz y sosiego, llegó uno de los mayores zarpazos personales para Chiqui: la desaparición de su hermano el año pasado. Ella misma lo denunció. La última vez que se le había visto fue el 2 de febrero de 2017 en las inmediaciones del Hospital San Pau en Barcelona. "Estamos todos muy angustiados. Por favor si alguien le ve, ¿sería tan amable de llamar al 112?. Mi hermano está malito", aseguraba entonces Chiqui.
También rogaba máxima difusión para lograr que Raúl apareciera cuanto antes. Afortunadamente, el calvario de la familia no tuvo que durar demasiado, pues el desaparecido finalmente regresó sano y salvo a casa. Eso sí, muy débil, tal y como Chiqui especificó en las redes: "Mi hermano ha aparecido! Mil gracias a todos los que nos habéis ayudado a difundir la noticia tan rápido. Eternamente agradecidos".
En la actualidad, con una simple ojeada a su Instagram, se puede decir que Chiqui es feliz con sus tatuajes, su barra de showgirl y su característico pelo, que ha mudado a un rosa chillón. Sigue al frente de Strip-Art, la página web en la que regala sensualidad, autoestima y seducción.
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