En cuanto Alberto II de Mónaco (61 años) oficializó su noviazgo con Charlene Wittstock (41), no tardaron en surgir las siempre tan odiadas comparaciones. Todos se empeñaron en ver en la exnadadora sudafricana la glamurosa reencarnación de Grace Kelly (52). Sin embargo, la joven advenediza en la corte de los Grimaldi siempre ha salido perdiendo y aún está pagando los intereses de tan crueles semejanzas.
Si con Grace todo eran halagos, muestras de cariño y de respeto, Charlene se ahoga en la indiferencia. La jet set y grandes fortunas monegascas le hacen el vacío. Entre ellos, familia de constructores Pastor –Frabizio, hijastro de José Luis de Vilallonga (87), pertenece a este clan-; los hermanos coleccionistas de arte Ezra y David Nahmad; la filántropa y hermosa socialité Lily Safra (84) y gran parte del dinero nuevo ubicado en este paraíso mediterráneo como Camila Crocciani, duquesa de Castro; los hermanos Barclay; el inversionista Bahaa Hariri, el hombre de negocios Alexander Vik o la inefable Corinna (55) que, a pesar de poseer dos apartamentos en primera línea de mar, no es del agrado del príncipe Alberto II debido a sus sólidos lazos de amistad con los eméritos. A pesar de sus opiniones personales, estos multimillonarios saludan por puro mimetismo a Charlene si coinciden con ella en algún sarao por respeto a la dinastía de los Grimaldi.
En cuanto se convirtió en consorte, la exdeportista no tardó en crear la Fundación Princesa Charlene de Mónaco cuyo objetivo es el de enseñar y potenciar la natación en los niños. Una dama de la alta sociedad que prefiere estar en la sombra confesó recientemente a JALEOS: "¡Madre de Dios! No nos podíamos creer lo que estaba intentando hacer. ¿Qué sentido tiene? Es muy loable lo que hace, pero todas creímos que tenía que seguir el camino emprendido por Grace Kelly para ayudar a los más necesitados en el mundo".
Esa decisión le ha costado caro. Si ya de por sí Charlene es tímida e introvertida, los gestos de indiferencia de los bolsillos más acaudalados han hecho mella en su persona. La princesa vive prisionera en su palacio de cristal y ha sido incapaz de acudir, por ejemplo, a las últimas cinco ediciones del Baile de la Rosa, una de las grandes fiestas del principado que celebra la llegada de la primavera. Tampoco ha asistido a otros eventos solidarios, exposiciones de pintura, desfiles de moda o celebraciones deportivas. Sin embargo, en julio asiste obligada al Baile de la Cruz Roja así como a las celebraciones en enero de Santa Devota, patrona de Mónaco. La mayoría de sus habitantes tiene claro que tras el desgraciado fallecimiento de Grace la verdadera primera dama es Carolina, princesa de Mónaco y princesa consorte de Hannover (62).
Todo lo que tiene que ver con Charlene está envuelto en el más absoluto de los secretos. Nadie en el principado sabe lo que pasa realmente en el palacio de puertas para adentro y en las calles de Monte Carlo se especula con sumo cuidado porque los Grimaldi tienen ojos en todas partes. De hecho, Alberto II es el último monarca absoluto de Europa. En petit comité, ni tan siquiera el cónsul de Mónaco en Barcelona sabe nada de nada.
En el recuerdo queda la labor inconmensurable que realizó su suegra a lo largo de su vida. Con Grace, el glamour y la solidaridad se daban de la mano. A partir de 1956 popularizó el tradicional Baile de la Rosa; presidió la Fundación Princesa Grace; creó la organización AMADE para ayudar a los niños más necesitados del mundo y potenció culturalmente a este país soberano con el Monte-Carlo Ballets Festival (Spring Arts Festival) y el Monaco Garden Club. Sin duda, Grace Kelly convirtió a Mónaco en el segundo Hollywood con la asistencia a sus fiestas de sus queridos amigos hollywoodienses de la talla de Elizabeth Taylor, Gregory Peck, Frank Sinatra, David Niven, Sofía Loren (84), Audrey Hepburn o Cary Grant.
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