Que los talent show en España se han convertido, de un tiempo a esta parte, en sesiones de tortura en directo es un hecho cada día más demostrable. Y preocupante. En un mundo en el que lo que importa es que todo se viralice, el respeto no existe porque no vende. A cada grito e insulto, sube el share. Hace tiempo que la telerrealidad, el espectáculo, se ha deslizado peligrosamente por la rampa de lo agresivo y los malos modos son el pan de cada día en nuestra televisión. Enchufar la caja tonta es un deporte de riesgo; dándole al botón ya no lo vas a pasar bien, entras en el sufrimiento. Y, lo peor, lo fomentas.
Así, los concursantes que pululan por la televisión -en su amplio abanico; cantantes, cocineros, bailarines, acróbatas, etc- son vejados como trabajadores. Si bien hace unos días la chef Samantha Vallejo-Nágera (49 años) llevó al límite emocional a dos concursantes de MasterChef, la cruda realidad es que no es la única tirana de la televisión. Los hay a cascoporro. Hay otros que continúan imponiendo el terror en los concursantes, en sus súbditos, en aquellos que creen que les deben sumisión de por vida.
Está claro que Samantha no está sola en su dictadura de los modos malos y la humillación. Ahí tienen ustedes al rey de lo desagradable, de la polémica y lo sádico: Risto Mejide (44). Con su nombre viene todo: show. No hace falta más que tirar un poquito del pasado; viajar, por ejemplo, al año 2008, cuando Mejide destrozaba vidas en Operación Triunfo, para recuperar algunas de sus frases más lapidarias. Me juego mi sueldo de este mes a que la mayoría de sus presas tuvieron que ir al psicólogo después de sus latigazos verbales. Aquí, una pequeñita muestra de sus brillantes modales. Atención al mensaje que se lanza; ser un cacique te abre puertas y, mantenerte, te sanea las rentas. ¿Quién va a ser el pardillo que vaya de bueno?:
-"Eres de alguna forma como un consolador, me explico: eres perfecta en la ejecución, pero tremendamente fría en el sentimiento", le escupió a una joven cantante Lorena Gómez, que encajó sus palabras con un mohín incómodo.
-"Esta noche solo estás nominada porque no podemos expulsarte directamente"
-"Felicito al tapicero que te ha hecho el traje, eres el primer concursante que viene vestido de sofá"
-"Has parecido un muñeco hinchable que se paseaba por el escenario"
-"Tú eres una tabla de planchar, da igual a la altura que te pongamos que siempre estarás plano"
-"Has desafinado tanto que se me ha caído la oreja. Cuando cantas haces gestos extraños... como ese de Gollum con el que nos has deleitado en tu última actuación"
Que conste; y eso cuando lo pillabas de buenas al menda. Es un hecho que aquel tipo déspota y sobradito, siempre detrás de unas tupidas gafas negras, se ha convertido en el villano de los talent show; todos lo temen y gracias a este temor ha sabido hacerse una marca. En los últimos años ha pisado el freno, pero en la actualidad todavía tiene munición que soltar, almas que hundir en Got Talent. Es un producto que sabe que el día que caiga en la buena educación, se marcha a casa.
Seguimos por la senda de los villanos. Ahora nos vamos a centrar en los fogones. Dentro de las cocinas, hay un tipo que supuestamente revitaliza los restaurantes de capa caída pero que, ojo, a la vez hunde a los que los regentan. Cuidado con el caramelito envenenado. Alberto Chicote (49) es uno de los personajes más crueles que he visto en acción, más sanguinarios a la hora de hundir en el fango a un ser humano. Pasen y lean, es todo un espectáculo. Háganse palomitas:
-"Me cago en la puta, tienes menos sangre que una zanahoria. ¡Venga, espabila!" (a una cocinera que iba muy lenta)
-"Parece un vertedero de basura, no una cocina"
-"Esto y la matanza de Texas es lo mismo"
-"Se han equivocado. Me han traído la comida del perro"
-"Esto es un centro de exterminación de personas"
-"Eres más guarro que la Potitos"
Ahí, ¡bien de terapia de choque! Como se decía antiguamente, para aprender hay que sangrar. Y dado que la vara es una cosa que está mal vista en la formación, empleemos mejor el maltrato psicológico y los malos modos. Claro, todo esto sucede mientras que el espectador lo consume con avidez y las audiencias marcan récord. Ahora, una cuestión acuciante, ¿la gente ve lo que le ponen o lo que quiere? Ese es el eterno debate. Lo que es evidente es que cada día que pasa es más desagradable poner la televisión.
Cerremos este blog con dos de los tiranos más conocidos de la televisión: Jordi Cruz (40) y Pepe Rodríguez (51). Todavía recuerdo casi con dolor una de las expulsiones de MasterChef más desagradables de la historia del programa. Creo que todos recordarán a Alberto, el concursante que se despidió del programa con un rugido en forma de plato: El león como gamba. Si llega a saber el chaval la que le iba a caer, ni lo intenta. "¿Deliberar? ¿Una patata dura con ojos y brotes y una marranada delante de mis narices? ¿Voy a deliberar eso? Ni se me ocurre", dijo, irritado, Pepe. A pesar del entusiasmo que Alberto le puso a la elaboración del plato, la tormenta no tardó en desatarse: los jueces se horrorizaron al verlo y procedieron a la expulsión inmediata del concursante que, entre sollozos, se despedía de su sueño.
Cuando el chaval se estaba yendo hecho un guiñapo, Pepe y Jordi volvieron a la carga, destrozándole la moral: "El humor es importante en la cocina, pero ahora que veo esto el humor no me sale por ningún sitio. Esto es un insulto a mi inteligencia, al jurado y a 15.000 personas que se quedaron fuera de esta edición; "Tú no has entendido nada. Yo soy cocinero, de hace mucho tiempo, exigente cada día al máximo con lo que hago. Y en mi vida he visto una marranada como esta. Y tú que me la intentes colar, haciéndonos creer que es otro de tus homenajes. Es una mofa una burla".
A ver cuándo se dan cuenta los que hacen espectáculo que una cosa es ir al servicio de este y otra, muy distinta, es tratar a las personas como si fueron siervos o esclavos, gentes indignas en definitiva. Y ahora, os dejo, que voy a ponerme de nuevo el último programa de MasterChef. Con él llego a la conclusión de que siempre hay gente peor que yo.
[Más información: ¡Samantha, ya basta! MasterChef no es un concurso de maltrato sino de cocina]