El pasado 11 de septiembre la vida de Tamara Falcó (38 años) sufrió un vuelco que ella jamás hubiera esperado experimentar ( y menos de esa manera). En ese momento no sabía que su imagen de sobra mediática iba a serlo aún más pero en la versión más positiva posible. Aquel día daba comienzo la emisión de MasterChef Celebrity 4 en televisión, una edición que fue grabada durante los meses de verano -de junio a agosto-. Fue en ese instante cuando la gran mayoría de españoles pudo conocer la faceta más desconocida de la hija de Isabel Preysler (68) y Carlos Falcó (82), no solo ante los fogones sino también ante la vida.
Su andadura en el programa y su conexión con la audiencia se fue gestando a fuego lento. Pocos apostaban por ella, tal y como desveló hace solo unos días la propia Samantha Vallejo-Nágera, porque los prejuicios hacían pensar a todos -jurado y espectadores- que la joven no sabría hacerse con el ritmo y el esfuerzo que supone el trabajo de un chef, ya que desde siempre en su mansión ha existido la figura de la cocinera, en su caso, una mujer llamada Ramona.
De hecho, ni su propia progenitora confiaba en ella: "Me dolió mucho que mi madre dijera que no sabía ni freír un huevo", confesó Tamara nada más alzarse con la victoria. Y es que la "pija máxima", según se define con palabras textuales ella misma, se convirtió en la flamante ganadora del concurso, y no de cualquier forma, sino con un menú propio de un "restaurante de estrellas Michelin", tal y como el experto jurado calificó. Un hito para la diseñadora que suponía un azote a los prejuicios inconscientes de la sociedad y a alzar la idea de que la humildad y el sacrificio no están reñidos con el glamour y el papel couché.
Pocos negarán que mereciera ganar. Lo hizo todo. Lo dio todo. Y lo mejor es que se abrió de par en par y dejó que la audiencia la descubriera tal cual es. Sin tapujos y sin morderse la lengua. De hecho, este último punto es algo imposible de ver en ella. Es tan excesivamente natural y sincera que reveló detalles íntimos de su familia y confesiones tan reveladoras como que lo único que hizo en su libro de recetas Los cupcakes de Tamara, que se publicó en 2014 bajo su supuesta autoría, fue hacerse las fotos.
Habló sin censura de la "poca expresividad física de su madre", de los gustos hogareños de Mario Vargas Llosa (83), de la vida de sus hermanos y de sus fracasos amorosos. Tamara en estado puro. Y precisamente esa pureza auténtica fue lo que conquistó al mismísimo Jordi Cruz (41), que a lo largo del programa fue poco a poco descubriendo la personalidad y las virtudes culinarias de la concursante. "Eres la única con la que me pongo nervioso", le llegó a decir el catalán al oído en una prueba de exteriores mientras Falcó cocinaba su plato.
A partir de ahí llegaron los piropos mutuos, las miradas cómplices, alguna caricia, abrazos en mitad del cocinado y sonrisas delatadoras de que algo estaba ocurriendo entre ellos dos. Pero la guinda del pastel llegó en la gran final de MasterChef Celebrity. Tamara dejó a un lado su vena más tradicional y cristiana para saltar a los labios del cocinero y fundirse en el beso más esperado de la edición ante la atenta mirada de Isabel Preysler y Vargas Llosa. "Soy una descarada, mi madre estaba flipando", declaró tras el momento.
Aunque no fue la única maravilla que dejó el programa. La especial unión que se forjó entre Tamara y Los Chunguitos, José y Juan Salazar, ha sido una de las mágicas anécdotas de las que toda España ha sido testigo. Y perdura en el tiempo. Tanto que los carismáticos hermanos de Azúcar Moreno pasaron la noche de fiesta de la final de MasterChef en Villa Meona, la mansión de Preysler.
Por otro lado, Juan Avellaneda (37) se ha convertido en su pilar fundamental. Ya se podía avistar su amistad desde las primeras semanas del programa, quizá unidos por su misma profesión. Se apoyaron el uno al otro entre fogones y lo hacen ahora también entre telas y máquinas de coser, hasta el punto de que han sacado una colección de ropa juntos.
Su trabajo en el taller de alta costura
Tamara Falcó no solo ha demostrado sus ganas de ser valorada de forma individual y no como 'hija de' en el programa de MasterChef Celebrity. Antes de pasar meses estudiando recetas, practicando métodos culinarios y aplicándose en las herramientas de chef, la joven también se hizo un hueco en el difícil mundo de la moda.
En junio de 2018 desveló su nuevo proyecto: TFP by Tamara Falcó, una firma de ropa con sus propias creaciones diseñadas y tejidas en su taller, que compartía con el equipo de Davidelfín. Ese mismo año, su madre y su hermana Ana Boyer (30) escogieron sus vestidos para la fiesta preboda de la más joven con Fernando Verdasco (36). Año y medio después, y tras forjar una profunda amistad con el también diseñador Juan Avellaneda, la pareja ha decidido aprovechar el tirón de la gran final de programa culinario de TVE para lanzar su colección juntos, Avellaneda loves Tamara, que se está colando con éxito en todas las revistas de moda.
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