Mientras en el Paralelo barcelonés las plumas, el marabú, el champán, las lentejuelas, el cava, los neones, el vodevil, las vedettes y la comedia hacían soñar a la gente, en Zaragoza, una niña llamada Emilia Giménez pasaba hambre, era la menor de dieciséis hermanos, de etnia gitana, no sabía lo que era jugar y lo que es peor, su padre falleció de forma fulminante cuando ella tenía cuatro años e iban cogidos de la mano y apenas tuvo tiempo para poder soñar.
Con cinco añitos ya pasaba el platillo por los bares con el único fin de llevar algo de comer. Setenta años después, el cuento ha cambiado mucho. Emilia es 'Emi' para los íntimos y Lita Claver 'La Maña' para todas aquellas generaciones que acudieron a verla al Paralelo donde se ganó, a base de mucho sudor y lágrimas, el apelativo de 'La última vedette del Paralelo'. Pasen y vean cómo ha sido el show de su vida cuando está a punto de cumplir 75 años el próximo 25 de febrero.
A los padres de Fernando Esteso les debe (casi) la vida
"Les debo todo. Conocí a Fernando cuando éramos pequeños en el Gran teatro Fleta de Zaragoza donde se hacían espectáculos infantiles matinales los domingos. Lázaro y Julia, sus padres, tenían un pequeño espectáculo itinerante que recorría los pueblos de Aragón y también parte del Norte y me ofrecieron ir con ellos. Hablaron con mi madre para que me dejaran ir porque era viuda, soy gitana, la menor de 16 hermanos… Estuve con ellos desde los 8 a los 15 años. Como no pude ir al colegio, Pedro, hermano de Fernando, me enseñó a leer y escribir en los ratos libres y Julia me educó divinamente. Fui una hija más".
¿Cómo recuerda su infancia?
Me di cuenta de lo que realmente fue mi vida cuando llegué a ser adulta. Empezar a trabajar a los 5 años para sobrevivir es muy fuerte. Eran tiempos muy grises y difíciles. Pero yo estaba encantada de subirme al escenario y no me di cuenta de todas las penurias porque era la más feliz del mundo.
Y a los 23 el camino de las baldosas amarillas le llevó hasta El Molino, donde se convirtió en una estrella. ¿Cómo recuerda aquel momento?
Con mucho cariño y emoción. Fueron noches inolvidables porque el público enseguida me mostró su cariño y se lo agradecí profundamente. Estuve siete años consecutivos haciendo dos funciones diarias sin un día de fiesta. ¿Tú sabes lo que es eso? Al final decidí salir de allí porque habría acabado en un manicomio. Pero luego volví tras hacer giras, hacer otras obras…
La gente solo se piensa que ha trabajado en El Molino y en el Arnau, cuando realmente ha sido una todoterreno.
He trabajado en casi todos los teatros de Barcelona y también he realizado giras por toda España. Por ejemplo, hice un papel muy dramático con la obra La tuerta suerte de Perico Galápago con la que debutamos en Cuba. Luego fuimos al Centro de Arte Dramático de Madrid y después el empresario Matías Colsada me ofreció el Apolo de Barcelona, donde tuvo lugar mi despedida definitiva. La gente se extrañaba al verme en ese papel porque querían ver mis picardías, oír los chistes, meterme con ellos… Así que un día les dije que al final de la función les haría veinte minutos de mi personaje de La Maña (ríe).
Ha tenido el privilegio de tener entre el público a nombres muy ilustres…
He sido muy afortunada. No me gusta presumir, pero por algunas funciones han pasado Federico Fellini, Vittorio Gassman, Dalí, Rafael Alberti, Vázquez Montalbán, Michel Piccoli, Joan Manuel Serrat, Terenci Moix, Severiano Ballesteros… En mis memorias cuento algunas anécdotas muy divertidas.
De hecho, las está escribiendo en estos momentos y hace unos años se negó a hacerlas, ¿a qué se debe ese cambio de opinión?
¡Ay hijo!. Me propusieron escribirlas para hablar de todo, pero si lo hubiera hecho, habría tenido que hacer daño a muchas personas. Y no quiero. No me gusta contar mentiras. El libro que estoy haciendo es en todo muy positivo sobre mi vida, sobre la gente con la que trabajé, cómo me hice popular…
Ahora ya está retirada y se ha jurado que nunca volverá, ¿lo va a cumplir?
¡Por supuesto!. Hay que saber retirarse a tiempo. He disfrutado, el público me ha querido, yo también le he querido y le he respetado, nos hemos divertido y ahora me toca vivir. Quiero disfrutar de la playa, comer con mis amigos, viajar si me apetece…
Tras pasar hambre llegó a ganar mucho dinero, ¿le cambió la forma de pensar?
No. Siempre he sido la misma. Ya te he dicho que jamás le he dado importancia al dinero. Pero he tenido la suerte de contar con el amor del público. El boca-oreja siempre funcionó en mis espectáculos. Donde iba, arrasaba. Por ejemplo, en diez días en el Gran Teatro Fleta de Zaragoza con dos funciones diarias vinieron 35.000 personas. Y en casa tengo contratos que guardaba mi marido en los que por ir a cualquier sitio me daban 500.000 pesetas (3.000 euros) de la época y estando de gira por Valencia llegué a cobrar 550.000 pesetas (3.300 euros) por gala. Sí, he ganado muchísimo dinero.
Y sin necesidad de tener que acostarse con otros hombres como otras actrices y vedettes.
¡Eso jamás! Nunca me he encamado con nadie. Ni empresarios, ni fans, ni compañeros… Todo lo que he conseguido ha sido a base de respetar mucho mi trabajo y al público. Y te diré más. Cuando estuve en Madrid me tuve que ir porque fue una época en la que en cualquier sitio te pasaban la cucharilla llena de coca. Ellos se tomaban el güisqui y mi marido y yo unos refrescos. No pintábamos nada allí. Me fui porque si hubiera sido un poco más ligera otro pelo me hubiera corrido.
Sin duda, el gran bastión de su vida fue su marido Rafael.
Ni que lo digas. Fue un gran cantante que se sacrificó para llevar mi carrera. Yo nunca le he dado importancia al dinero porque como nunca lo tuve… pero él sí. Siempre me decía: "Si ganas seis, hay que guardar cuatro". Él se encargaba de gestionar mis contratos, las entrevistas, llevaba mi agenda… lo hacíamos todo en la vida. Ha sido el único gran amor de mi vida.
Ahora su gran orgullo son su hija y su nieta, ¿verdad?
Mi hija Natalia es adorable. Como tuve una niñez tan dura no quise que sufriera lo mismo y me preocupé de darle una educación. Hoy es abogada. Pero vamos, como hacen todos los padres. Y mi nieta Olguita es muy buena, es un amor. Tiene 15 años, tipazo, delgada, 170 centímetros y se pone todos mis vestidos (risas).
Y eso que se decía que a las vedettes les regalaban joyones…
Eso sería en los tiempos de La Bella Dorita (risas).
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