Isabel Preysler, la indiscutible reina de corazones durante décadas, cumple 70 años. Sin duda, una fecha la de este jueves muy redonda y especial para la socialité. Esta semana, como no podía ser de otro modo, Preysler se confiesa con su revista de cabecera en una extensa y emotiva entrevista, con reportaje incluido, en la que repasa su trayectoria vital y sentimental, desde la serenidad que le brinda su historia de amor con el escritor Mario Vargas Llosa (84). Isabel está en un momento tan pletórico y pleno a nivel personal como de perfil bajo en lo mediático.
Si bien antes de la Covid-19 la reina del couché medía muy mucho sus salidas de su casa de Puerta de Hierro, Villa Meona, -contados son los actos sociales y marcas que cuentan con su presencia, de tan selecta- ahora, en plena tercera ola de la pandemia, se desliza a JALEOS que únicamente sale "para lo imprescindible". Intramuros, Preysler y Llosa hacen una vida casera, "leen, ven televisión y debaten, dialogan mucho". Por edad, la socialité -también Mario- es población de riesgo, y ha cogido recelo a cualquier exposición pública innecesaria. Las aglomeraciones la abruman, más que antes, si cabe: "Sigue con mucha preocupación el tema del coronavirus y cada semana dice que no a eventos".
Su última salida pública fue en la ópera delTeatro Real, donde asistió para ver la obra Don Giovanni, en diciembre de 2020. Desde entonces, encierro voluntario. Pero no solamente por esta cuestión de recogimiento se aprecia a una Isabel buscando la retirada: la irrupción en el couché y en la televisión de su hija Tamara Falcó (39) la convierte en la reina madre que cede el foco. Tamara comenzó a interesar, ya no solo a nivel televisivo, sino también de marcas y publicidad. El primer y definitorio ejemplo fue a finales de 2019. Con su fama más burbujeante y en ebullición que nunca, la hija Falcó destronó a la madre rodando el anuncio de Porcelanosa. Isabel le cedía el legendario testigo a su hija, que se convertía en embajadora del grupo empresarial. El relevo parece evidente. Con estos antecedentes sobre el tapete, este periódico se ha puesto en contacto con Personality Media, empresa líder en Consultoría de Marketing especializada en el análisis de la imagen de personajes públicos. ¿Se ha producido un cambio en la imagen de Preysler en los últimos años? ¿Cuál es la valoración en la sociedad que se tiene de ella? Santiago de Mollinedo, director general de la citada empresa, responde.
Acerca de la imagen real que se tiene de Preysler, Santiago sostiene: "Siempre ha sido la población más adulta quien más ha valorado su imagen. Es lógico, pues son quienes han seguido más sus apariciones estos últimos años. Su perfil siempre ha estado muy marcado por si elegancia, donde las mujeres mayores de 50 años la conocen un 97 por ciento, y le dan una valoración de 8,2. Esto la posiciona entre las 5 mujeres más elegantes y conocidas a nivel nacional". Un 77 por ciento de estas mujeres "la valoran por encima del notable en elegancia".
Isabel, según esta opinión experta, no ha sufrido grandes variaciones en su imagen: "Siempre ha destacado por su elegancia. Hay que tener en cuenta que un personaje, con un comportamiento muy similar estos últimos 10 años, es una marca que no cambia, más aún cuando ella, y los medios en los que aparecen, continuamente resaltan esta virtud de su perfil". Y añade: "Sí es cierto que a esa elegancia le falta quizás algunos valores complejos de alcanzar como la confianza o naturalidad". Y para terminar, se aborda una de las grandes características que distinguen a Preysler: no aparecer en exceso en los medios. Hacerse de rogar.
"Le beneficia, por un lado, porque genera más expectación cada vez que se presenta en los medios o en un acto, y eso le da cierta exclusividad al lugar en el que aparezca. Pero, por otro lado, al no tener tanta presencia como tenía hace 10 años ya existe una parte de la población donde ya no es tan conocida. Si le conocen el 97 por ciento de las mujeres mayores de 50 años, ese dato en jóvenes -que hace 10 años también era superior al 90 por ciento porque no pasaba desapercibida en ningún medio de comunicación-, hoy estos jóvenes de 16-25 años la conoce algo menos, y esta en el 68 por ciento".
Tamara, ¿a su imagen y semejanza?
Durante décadas Isabel Preysler se ha ganado, con pico y pala, el título de reina de corazones. Elegante, estilosa, siempre al punto y con un aura de misterio y glamour flotando a su alrededor, Isabel ha sabido sortear el paso del tiempo y las modas como si viviera en una suerte de cápsula frente al mundo. Con una vida recluida en Villa Meona, alimentando el misterio, junto al escritor Vargas Llosa, Preysler tan solo hace vida social cuando promociona algún acto o en alguna portada de la revista ¡HOLA! vía exclusiva. Dicen los paparazzi bien avezados que "no sale de casa si no hay una importante cantidad de dinero de por medio". Ese ha sido su modo de vivir en décadas. En un segundo plano y, cuando toca el primero, palabras amables y frases cortas y medidas. A Preysler nunca se le ha pillado en un renuncio.
Por ello, cualquier gesto de espontaneidad por su parte siempre es analizado con lupa y visto como un acontecimiento. En la memoria colectiva y televisiva quedará por siempre aquella épica visita en 2015 de Isabel al programa de Antena 3 El Hormiguero. La reina de corazones pisaba un plató de televisión para ser entrevistada, hecho que nunca antes se había producido, y que nunca más volvió a acontecer. Ese programa fue visto por 3.855.000 espectadores y un 19,4 por ciento de cuota de pantalla. El resto de sus hijos también han mantenido a raya su relación con los medios de comunicación, cuya única ventana se la concedía la anteriormente citada revista. Todos salvo Julio José Iglesias (47) -que ha participado también en programas de televisión- y la pequeña Tamara. La televisiva Tamara.
Si bien ha heredado de su madre la elegancia, la belleza y el saber estar, pronto se descubrió que Tamara estaba hecha de otra pasta. Espontánea, con una peculiar forma a la hora de hablar y con ademanes a medio camino entre pijos y urbanos, la Falcó fue carne de titulares y los medios comenzaron a seguirla. Unas palabras de ella eran oro. Las "cosas de Tamara", como las bautizó su madre, vendían mucho. Tamara, como bien recordó hace un tiempo Boris Izaguirre (55), "tiene la capacidad de decir, sin filtros y en cada momento, todo lo que piensa. No mide nada, y en eso se diferencia de su familia". Ella lo encuentra un "horror" y ha confesado en varias entrevistas que a veces le gustaría "tener filtro". Afortunadamente, no lo tiene, porque Isabel Preysler solo hay una.
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