Antonio Sánchez Casado (59 años) no echa de menos la televisión, esos años gloriosos y boyantes de los noventa y principios de 2000 en los que tanto él como otros muchos hicieron historia. Este periodista puede presumir de bastantes cosas a nivel profesional: no solo de haber trabajado con los grandes de la comunicación -ahí, Ana Rosa Quintana (65), María Teresa Campos (79), Isabel Gemio (60), Agustín Bravo (59), y un largo etcétera-, sino de haber creado escuela. De dejar huella en la historia catódica.
Porque aunque Sánchez Casado prefiera no decirlo por aquello de que lo acusen de inmodestia, él creó escuela en la forma de hacer televisión. La tele, asegura en conversación con JALEOS, le ha dado sus mejores momentos. Ha sido la suya una relación muy bien compensada. Pero Antonio tiene muy clara una suerte de máxima en su vida: "Me parece triste ir en contra de la corriente en televisión, llamar para volver. Si no interesas, te vas, te retiras".
Y eso fue lo que hizo él: recoger los bártulos y montar otro chiringuito. O mejor: volver al mismo del inicio, a casa: al arte. No es un hombre que se deje arrastrar por la nostalgia de los tiempos pasados. Cuando dejó el Museo del Prado para enrolarse en la tele entornó esa puerta, y ahora ha vuelto a abrirla. En realidad, nunca abandonó su pasión por el arte. Antonio supo poner su economía en diferentes cestos y no depender solo de la televisión. Es un hombre con suerte y lo dice a voz en cuello. Sabe ver las cosas buenas en todas las etapas de la vida. Encima, el amor le sonríe al confesar: "Estoy casado con un señor estupendo". Hoy, a lo mejor no lo siguen diariamente millones de personas en televisión, pero no lo extraña ni lo necesita. Él, con su arte, su casita, sus amigos y su familia se basta y se sobra. También agradece que las garras de la Covid-19 pasen de largo en su vida. "Yo estoy fenomenal. No me quejo. Mira, iba a quedar con un amigo para esta tarde y me ha dicho que está con fiebre, dolor de cabeza, fatal... Yo estoy esperando a ver cuándo me toca. Nos vamos salvando, vamos bien", comienza Antonio la entrevista al otro lado de la línea.
¿A qué se dedica en la actualidad?
Trabajo mucho en casa ahora. Me dedico más a la historia del arte, en concreto a la historia del mueble. Lo mismo que dejé para meterme en televisión. Yo empecé en la tele en el 92. Trabajaba en el Museo del Prado. A raíz de mi libro, El kitsh español, me llamaron. Hicimos una sección que se llamaba Objetos imposibles, que tuvo mucho éxito. Más tarde, me llamaron de Telecinco, para Este país necesita un repaso. Me tocó un momento en que todo estaba por hacer, ahora la televisión ha evolucionado muchísimo. Estaba todo en pañales, éramos todos unos aprendices. Éramos unos trogloditas.
La tele que estaba por llegar, la privada...
Empecé haciendo política y luego empezó la cosa del corazón. Acabé presentando el ¡Qué me dices!, y luego me llamaron de colaborador. La tele se ha portado bien conmigo y yo bien con ella. La verdad es que me encanta, he disfrutado un montón, me he reído muchísimo. Llegó un momento en que nos dejamos de interesar mutuamente, entré por casualidad y me fui también por casualidad. Jamás he pedido trabajo. Si estuviera llamando, seguro que me abrirían puertas. Tengo muchos amigos y dejé muy bien el palmito.
Te fuiste del Museo del Prado
Cuando empecé a trabajar en televisión me pagaban en cuatro días lo que ganaba en un mes en el museo. Y me dije 'voy a seguir'. Ahora la televisión está muy mal, sobre todo en el tema económico. Primero, hay mucha gente que no es profesional y está ahí. Oye, no vamos a exigirle a nadie un carné para que entretenga. La tele es simple: si tú te pones ahí y la gente se te queda mirando, has triunfado. La televisión es un medio de entretenimiento. Se ha usado como método educacional, pero básicamente, en un ochenta por ciento, es entretenimiento. Es lógico.
¿Qué ha cambiado en la tele?
Desde mi punto de vista, la tele se ha endurecido muchísimo. Ya todo son demandas, juicios, abogados... Yo toco madera porque nunca me metí en fregados. Desde 2008, los buenos cachés dejaron de existir. Se pasó a la nada. Yo cuando veo a compañeros decir que están arruinados, digo: 'jo, madre mía, o se han gastado mucho o los pobres no han sabido hacerlo'. Es un trabajo arriesgado, porque hoy te contratan y mañana no.
Hay mucha estabilidad, ¿no?
Nadie te ofrece un trabajo fijo en televisión, eres autónomo. En la vida tienes que tener otra cosa que te llene más allá de la tele. Yo, por ejemplo, casualmente, he vuelto a mis orígenes. Del Museo del Prado me fui a la televisión y ahora he vuelto. Hago investigaciones en el archivo de Palacio Real, sobre todo de historia del mueble, y publico artículos en revistas especializadas. La historia del mueble es un terreno muy acotado, que nos interesa a unos cuantos, pero siempre tendré la satisfacción de decir que estoy dejando algo para las generaciones venideras.
Usted comentó muchos 'realities' en televisión...
Ya en el 2004, con Ana Rosa Quintana, cuando me llamó para trabajar en corazón, le dije que no quería hacer corazón, que como había realities los prefería. Ya en esa época el corazón estaba muy duro. Yo lo que vendía era como buen rollo. Sin meterme en charcos. Con Ana Rosa empecé a colaborar con La Selva de los famosos, Gran Hermano... Y acabé haciendo con Vicky Martín Berrocal (47) el espacio TENdencias, en TEN TV. Me gusta reírme y hacer cosas amables, pero de repente se cortó también ese espacio.
Su balance en televisión es positivo
La tele me dio para comprarme mi casita. Eso va en niveles; cuando trabajas, ganas mucho y gastas mucho. Es el nivel que llevas. Yo ahora con mi casa, mi bicicleta y mis amigos no necesito más. No echo de menos la televisión, es otra etapa. Entiendo que esa tele no va a volver. Todo cambia, el público evoluciona.
Los famosos de antes ya no quieren salir, el corazón es otro
Ha habido un nivel de gente top que no sale porque la audiencia quiere sangre. Es más fácil hacer sangre con gente que sale de La isla de las tentaciones, por ejemplo, y de Gran Hermano. Son más baratos y dan el mismo entretenimiento. Y luego esa gente top decidió apartarse.
Usted es el ejemplo de que hay vida más allá de la tele
Claro que tengo otra vida. Tener que estar llamando es triste. He trabajado con todos los grandes. En Antena 3 he hecho corazón con Juan Ramón Lucas (62), con Pedro Piqueras (65), que me miraba y me decía 'Antonio, que no entiendo nada, ¿de qué habláis?'. He trabajado con Isabel Gemio, con Laura Valenzuela, con Quintana, con Cristina Tárrega (53)...
Me obliga a preguntarle: ¿cómo fue trabajar con Gemio?
A mí me sorprendió. Era su retorno a las mañanas de Antena 3. Todos estábamos así un poco expectantes porque ella tenía fama de exigente y dura. En la mesa estaba yo con Karmele Marchante (74) y Matamoros (64), entre otros. La Gemio tuvo unos enfrentamientos duros con ellos. Se portó fenomenal conmigo. Es más, cuando se separó de Nilo se sinceró conmigo. Yo le respeté siempre todo lo que me contó. Es una profesional que lucha por su medio.
¿Ha renunciado a volver?
Yo nunca he renunciado a nada. Nunca he dicho 'nunca más volveré a hacer esto'. Es un medio en el que me lo he pasado genial y guardo muchos recuerdos. He aprendido y he crecido. Estoy en otra etapa. Me parece triste ir en contra de la corriente. Si no interesas, te vas. Si un día me cruzo con Vasile (68) y me dice 'oye, Antonio, te voy a poner en un programa', él, que es un gurú, si un día me llama, lo mismo digo que sí.
Hablemos un poco de actualidad. ¿Qué opina de Pantoja y Kiko Rivera?
Kiko fue un niño que se crio lejos de su madre. Su madre lo adora y le quiere, pero es una cosa que también le pasó a Rocío Carrasco (43) con su madre. Meterse en este tema es como hacerlo con las parejas que se separan: no te metas porque puedes salir escaldado. Entre una madre y un hijo no hay que meterse. Lo que me extraña de todo esto es que Kiko, viviendo en Cantora, ahora de repente descubra habitaciones que nunca había visto. Me alegro por él que las descubra, pero podría haberlo descubierto antes. No me fío ni de uno ni de otro. No hay que posicionarse. Me parece un poco oportunista por parte de Kiko.
Para terminar, una pregunta personal: ¿cómo está su corazón?
Estoy casado con un señor estupendo, que también me ayuda a pasar esta etapa de mi vida.
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