A mediados de enero de 2012, la casa de Gran Hermano abría de nuevo sus puertas. Lo hacía para acoger a los participantes de la edición 12+1. Entre los 13 concursantes que llegaban en busca del maletín (y, por qué no, la fama) llamaba la atención un tal Juan Molina (49 años). Un cura de la orden de los Misioneros del Sagrado Corazón que no ocultaba su pasión por las motos (llegó a lomos de una Harley David-Davidson), el rock (mientras conducía sonaba el Highway to hell de AC/DC) y que daba clase de religión en el colegio San Miquel de Barcelona, donde vivía junto a otros diez sacerdotes.
Juan dio el paso a pesar de que tenía sobre la mesa una amenaza de sus superiores: si entraba a formar parte del reality, sería suspendido a divinis (un castigo recogido en el Código de Derecho Canónico). Él, hizo caso omiso y la advertencia se ejecutó en ese mismo momento en el que puso un pie en Guadalix de la Sierra, donde aguantó tres meses, compartió experiencia con Alessandro Livi (39) y tuvo sus suspicacias con algunos compañeros (no se cortó a la hora de tildar de "manipulador" a Pepe Flores, quien resultaría vencedor).
Pero ¿por qué desobedeció? Porque tenía muy claro que el ser el primer religioso en utilizar una plataforma que llegaba con cada gala a millones de hogares, era un escaparate ideal para proclamar la Palabra de Dios. Su hermana Cristina, quien hizo las veces de su defensora en plató, lo explicó mientras Juan ya luchaba por cumplir su misión en la pequeña pantalla: "Cuando veía las ediciones anteriores siempre decía: 'Qué plataforma tan perfecta para dar a conocer el testimonio de mi vida y transmitir valores positivos'. Quiere cambiar la imagen que la sociedad actual tiene de la Iglesia, que la ve como algo carca y que se mete en temas que no le competen".
Religión 3.0
Completada esta experiencia y consciente de que podía comprometer su carrera eclesiástica, no tardó mucho en retirarse del foco mediático. De hecho, ese mismo 2012, rechazó visitar Sálvame, donde llegaron a ofrecer la información de que había estado hasta las cuatro de la mañana disfrutando de la noche madrileña. En La posada de las ánimas, para más señas. Él, sentado en el plató de Telemonegal, un espacio de crítica televisiva emitido en Cataluña, ironizó con la lectura entre líneas que dejaban caer Paz Padilla (51) y Kiko Hernández (44), y sentenciaba que ese tipo de formatos no eran dignos del mensaje que quería transmitir.
Pero ¿qué fue de él? ¿A qué se dedica? A esa pasión por la fe de Cristo. A llevar el mensaje de Dios pero, como ya hizo con su presencia en el universo Mediaset (aunque sin poder ejercer como tal), este barcelonés ha sabido adaptarse a las nuevas tecnologías y a las posibilidades y la versatilidad que estas ofrecen para llegar a un mayor espectro de público. Porque, terminada su incursión bajo los focos, la Iglesia le retiró el castigo.
Juan ha pasado de ser el cura de GH a ser el cura influencer. El Páter (como así le llamaba Mercedes Milá (69) desde el plató de Telecinco) tiene su cuenta de Instagram, su canal de YouTube y hasta una cuenta de TikTok, donde se define como "sacerdote católico, obrero de la viña de su Señor". También un perfil de Ivoox con más de 1.200 audios en los que comparte sus reflexiones espirituales.
Juan no ha dejado de lado la moto. En uno de sus últimos vídeos en YouTube, hace una demostración de cómo conduce, en tiempos de coronavirus, sin salir de garaje. Una grabación llena de sentido del humor, pero también anecdótica, puesto que los contenidos digitales que genera versan sobre explicaciones de las Sagradas Escrituras u homilías compartidas para que, quien no pueda salir de su casa, tenga el acceso a la Misa a golpe de click de ratón. Unas ceremonias que, a día de hoy, celebra en diferentes municipios de la provincia de Valladolid (entre ellas Rodilana y Rueda).
Con el hashtag #HagamosViralAJesús y a través de las redes sociales, su propósito es demostrar que la Iglesia puede adaptarse a los tiempos. Modernizarse. Pero sin tratar de regresar al mundo de los medios de comunicación, porque ya pidió perdón en su día por si los cristianos se habían sentido ofendidos por su entrada en el programa. Porque parece que estas nuevas herramientas sí las permite la Santa Madre Iglesia para predicar y extender el mensaje de Dios.
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