El 3 de octubre de 1983, Eva Nasarre (61 años) se ponía por primera vez al frente de la audiencia de TV2 -lo que en la actualidad es La 2 de TVE- en Puesta a Punto, un programa que, en un principio, iba a ser presentado por la campeona de España de salto de altura Sagrario Aguado (60). Sin embargo, una lesión de esta provocó que una joven Nasarre se hiciera cargo del espacio y se convirtiera en uno de los rostros más importantes de la pequeña pantalla de los 80 y en pionera en este país en hacer un contenido televisivo con la gimnasia como temática.
Eva, nacida en Lérida pero en aquel momento residente en Barcelona, donde frecuentaba un gimnasio junto a su marido, no tardó en poner a moverse delante de la televisión a los españoles. Algo muy similar a lo que hacía Jane Fonda (83) en Estados Unidos y una práctica, la de ejercitarse delante de una pantalla, rescatada hace un año, en la etapa más cruda de la pandemia. También el ente público desempolvó los vídeos de Nasarre en marzo de 2020, casi tan pronto se supo que la población iba a tener que mantenerse recluida en casa, sin salir nada más que a lo más imprescindible, para tratar de frenar la curva de contagios. Lo hizo dando visibilidad a los mismos, sacados de su archivo, en su página web para rescatar un contenido que supuso un boom en su día.
Con una estética muy característica de la época y a sus tiernos 23 años, encandiló a los telespectadores hasta el punto de que, en tan solo un año, se convirtió en el segundo programa de producción propia más visto de TVE -tan solo superado por La clave-. En 1986 se tomaba la decisión de incluirlo dentro de Buenos Días, el programa matinal de la primera cadena del ente público, bajo la denominación de En marcha. No tardó en desaparecer. Y con él, la presencia de Eva en los medios de comunicación. Tan radical fue su salida de la esfera pública, que se llegó a especular con la posibilidad de que hubiese ingresado en una secta. Algo que, en el año 2000, cuando más fuertes eran los rumores, salió a desmentir.
La relación con su hijo
Una vez terminada su etapa como monitora de aerobic ante las cámaras, se instaló en la localidad barcelonesa de Caldas de Montbui, donde trabajaba como asistente social, y se casó en segundas nupcias con Chema Álvarez, con quien terminó su matrimonio en 1998. Con este tuvo un hijo, Joan Marc, que se sentó junto a su padre -la separación de este fue especialmente tensa, con denuncias de por medio por parte de ella asegurando que estaba sometida a acoso psicológico- en Salsa Rosa al cumplir los 18 años para denunciar que su madre había desaparecido de su vida seis años atrás. Ella le dio réplica en su única y última entrevista. Lo poco o mucho que se sabía de Nasarre, era a través del relato de ellos dos. Hasta que, en 2004, decidió ofrecer su única y última entrevista. En la misma, prometió una llamada a su hijo en "una o dos semanas". No fue verdad. Tardó bastante más. Se supo por qué su hijo y su exmarido siguieron realizando apariciones en medios mientras ella se refugiaba en ese silencio que había prometido guardar.
Fue en Lecturas donde, en 2012, Joan Marc aseguró que su madre se había sentado por fin con él para explicarle los motivos que le llevaron a poner distancia. Un joven con el que hoy en día no parece tener una relación fluida. En junio de 2019, este convertía a Nasarre en abuela. No hay constancia de que ejerza como tal. Quizás el hecho de que él resida en Murcia junto a su pareja y el niño y ella en el norte de Madrid al lado de su pareja, sea determinante para entenderlo.
O que haya la mencionada revista fuese condenada en verano de 2016 tras publicar unas imágenes de Eva en silla de ruedas. El Tribunal Supremo obligó al pago de una indemnización de 200.000 euros al haber incurrido en un delito de violación de la intimidad de una mujer que ya había manifestado sus deseos de dejar de ser un personaje público y que lo ha demostrado a lo largo de décadas con el fuerte hermetismo con el que siempre se ha protegido, a pesar de esa meteórica fama que le llegó casi por arte de magia y de la que reniega.
Su lucha
En 1999, su vida daba un giro radical que tenía que ver con esos problemas de movilidad reflejados en las páginas de la revista del corazón. Ella, que había puesto en movimiento a la gente en sus casas, era diagnosticada con artritis reumatoide, una enfermedad crónica que, con el paso de los años, terminó por postrarla en una silla de ruedas. Una dolencia que ha llevado a Nasarre a convertirse en portavoz por los derechos de las personas dependientes a través de la Plataforma en defensa de la Ley de Dependencia en Castilla-La Mancha.
De hecho, la imagen de perfil de su cuenta de Twitter es una clara declaración de intenciones: una señal de prohibido con una silla de ruedas tachada y en la que se puede leer un mensaje reivindicativo por la accesibilidad a cualquier lugar para las personas que precisan de esta ayuda para moverse en su día a día. Una cuenta, por cierto, en la que no hay referencias a su vida privada y sí varias alusiones a la lucha a favor de las políticas sociales y en pro de defender la Sanidad pública de calidad.
Porque, a pesar de no querer ser reconocida, lo cierto es que no podrá desprenderse nunca de la etiqueta conseguida en los años 80. Un estatus que, qué duda cabe, convierte a Eva Nasarre en un altavoz nada desdeñable para cualquier causa en la que se quiera involucrar.
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