Hace unos días, a la salida de una revisión médica, María Teresa Campos (80 años) preocupaba a sus hijas y a su entorno más cercano por su aspecto físico. Ella, siempre tan pendiente de su afeite personal y de los detalles más nimios de su puesta a punto, se dejaba inmortalizar con canas, el cabello menos arreglado de lo normal, sin maquillar, malhumorada y cabizbaja. Una instantánea que, sumada a la demoledora reacción de Terelu Campos (56) y Alejandra Rubio (21) en Viva la vida, despertó la alarma.
La salud de Teresa, el foco de preocupación. Han sido muchos los que han destacado que Teresa Campos, de un tiempo a esta parte, ha experimentado un notable cambio, tanto físico como emocional. EL ESPAÑOL pudo conocer hace un tiempo que la presentadora está con el ánimo bajo, alicaída y muy vulnerable. El regreso a España de su expareja, Edmundo Bigote Arrocet (71), fue un remate, el broche final a una aciaga temporada. Campos ha tenido que ver cómo el chileno la desmentía acerca del motivo de su ruptura y de los términos en que se produjo.
Sin trabajo, sin ocupación, muchos disgustos a la espalda y habiendo cumplido 80 años. Según se informa, sus hijas "le han reñido" por dejarse ver con esa imagen de dejadez, tan impropia de ella en tiempos de mayor brillo y vigor. "Las propias hijas nunca habían visto a Teresa así. Para ella el pelo es sagrado y verle las canas y el pelo así fue un impacto", desliza quien bien conoce a Campos en la intimidad. En la falta de motivación está la clave de ese bajón anímico de Teresa: "Le cuesta arreglarse porque no tiene alicientes, antes lo hacía para la tele. Teresa no sale mucho, tampoco come fuera con frecuencia y dice que para qué va a llamar para que vayan a casa".
Esa desidia "tiene preocupadas a sus hijas y a Gustavo". Por no hablar del ánimo en el día a día. Confían a este medio que su chófer, Gustavo Guillermo, su mano derecha y como un hijo para ella, "está que fuma en pipa con la versión que ha dado Bigote". Según este hombre, Edmundo miente y tergiversa y manipula la realidad que vivió con Teresa Campos durante seis años. Y lo ha hecho porque creía el cómico que estaba a salvo: "A él le importa entre poco y nada lo que digan las Campos, desde las hijas hasta Teresa. Sabe que ahí no hay problema. Su problema de verdad sería Gustavo". Que el fiel chófer hable; esa es la temida versión para Bigote Arrocet.
Gustavo lo sabe todo y por su orden. No tanto por lo que le cuenta Teresa, sino por lo que ha vivido él. Por los mensajes que tiene, por los viajes que le reclamaba hacer el humorista. "Es la clave fundamental. Él puede contar muchas cosas. Ten en cuenta que por llevarle le lleva a Teresa hasta las cuentas del banco. Él lo sabe todo, sobre todo qué hacía Bigote en un piso en el centro de Madrid", secretea alguien que sabe de lo que habla. Gustavo quiere hablar, desea poner en su lugar a Bigote y resarcir el honor de María Teresa Campos. Tiene varias ofertas, tanto en revistas como en televisión. "Será en una revista seguramente porque Gustavo es muy tímido y no le gustan las cámaras", añade la fuente consultada.
Se apostilla: "Obviamente, ese dinero que gane será para Teresa. Él no lo hace por dinero, sabe dónde está su fidelidad". Sea como fuere, aciagos momentos que acontecen, puede, en la etapa más difícil y deslucida de María Teresa Campos. Sumado, todo ello, al ictus que sufrió en 2017. Ya lo demostró este pasado verano, cuando interrumpió sus vacaciones en Málaga de forma improvisada y volvió a Madrid. No tenía ganas de verano. También sorprendió a propios y extraños cuando cumplió 80 años y salió a atender a los medios sin maquillar.
Este pasado fin de semana, en el programa Viva la vida, veían la luz las últimas imágenes de Teresa. Al ser preguntada por la exclusiva que dio Bigote, en la que aseguraba que le había prestado 50.000 euros, Teresa esquivaba el micro: "Contéstales, Gustavo". Y sostenía, mientras su chófer la ayudaba a entrar en el coche: "Mejor no contestar a esa... ni creo que lo haya dicho (Bigote). Me da lo mismo, que diga lo que quiera". Una vez sentada en el vehículo, la malagueña insistía en que hablase su 'segundo hijo': "¿Sabéis lo que tenéis que hacer? Decir que vaya este señor a hablar... Pero no en la calle, en la calle no". El aludido, Gustavo, no descartaba defender el honor de su jefa: "Lo mismo, sí hablo". "Por supuesto que sí, porque él sabe absolutamente todo de la relación", daba Teresa por terminada la conversación.
A la vuelta del vídeo, Terelu Campos rompía a llorar: "No me entendéis, desgraciadamente hay mucha gente que no me entiende y se me demuestra que no se me entiende. A mí lo único que me importa es su sufrimiento, no el mío. El mío me trae sin cuidado. Me da igual". Sobre cómo se puede parar este alud mediático, la colaboradora mostraba su impotencia: "Yo no lo sé, ojalá tuviera armas, porque las emplearía. La estáis viendo, ¿qué más puedo decir?".
En ese momento, su hija, Alejandra, salía al paso y ayudaba a su madre: "Mi abuela tiene 80 años, fin, se ha acabado. La habéis visto, ¿no? Basta ya con la broma, que sí, que aquí estamos todos en la televisión, pero un poco de respeto. Ella no ha dicho nada, ha dicho que no tiene nada que decir de ese señor". Terelu sostenía al cabo, a modo de reflexión: "Hay cosas que no han estado en mi mano, eso tenedlo por seguro. Que no han estado en mi mano. Y desde el momento en el que yo intento tener un mayor control, creo que no ha vuelto a ocurrir, ¿no? Ella tenía ese control, la responsabilidad es de ella. Me parecería injusto hacer responsable a alguno de nosotros porque la habéis conocido durante muchos años, su personalidad... Bueno, las cosas ya no son como eran y ya está".
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