Afortunadamente, la cuestión de la salud mental va dejando de ser un tabú. No son pocas las personas con cierta popularidad que van derribando prejuicios a base de visibilizar un asunto que afecta a una parte importante la población, independientemente de su poder adquisitivo, raza, sexo o estatus social.
De hecho, uno de los sectores sobre los que las administraciones están tratando de establecer estrategias es la juventud, un grupo al que la combinación de la pandemia y las complicadas expectativas laborales y de acceso a una vivienda van minando moralmente. Por eso, no es extraño que los casos diagnosticados de ansiedad y depresión en jóvenes sean cada vez mayores, una realidad que recientemente ha recordado Amaia Romero (23 años).
En su 19º cumpleaños, la cantante pamplonesa recibió uno de los mejores regalos posibles: ganar Operación Triunfo. Su acceso a la final se produjo, además, con un hecho histórico dentro del talent show, ya que el jurado le otorgó la puntuación más alta desde que el concurso se celebra en nuestro país. Pocos meses después, Amaia hacía las maletas con destino a Lisboa para representar a España, junto a Alfred (24), en Eurovisión. Sin embargo, su interpretación del tema Tu canción no dio buenos réditos.
Aquellos momentos, sin duda, fueran un cargamento de felicidad para Amaia. Pero toda esa montaña rusa emocional a la que se vio sometida acabó pasándole factura a nivel psicológico.
Ha sido la propia artista quien lo ha contado públicamente, en un programa de Salvados, de laSexta, en el que se abordaba precisamente el tema de la salud mental. "Desde que terminó Operación Triunfo estuve un año sin ser consciente de lo que me había pasado y de lo que me estaba pasando en ese momento. Un poco dejándome llevar, como con el cerebro en otro sitio, yo hacía lo que me decían", explicó.
Esa sensación de sentirse "rara" se acrecentó al irse a vivir a Barcelona, llegando a plantearse realmente su pasión por la música "Yo era una persona que había querido siempre dedicarse a la música y luego me di cuenta de que eso no era como creía que iba a ser. No me apetecía quedar con gente, no me apetecía salir de casa... estaba desganada con todo, no entendía por qué, porque yo nunca había sido así".
Amaia también admitió que se dejó llevar por la falsa creencia de que, como tenía "una situación privilegiada", no tenía motivos para sentirse mal. A pesar de ello, acabó hablando con su hermano para terminar dando el paso de llamar a un psicólogo, algo que antes veía como algo "excepcional" para afrontar situaciones como un duelo. Eso sí, para todos aquellos que se miren en este espejo, la cantante también deja claro que acudir a terapia no es una varita mágica con la que se solucionen automáticamente los problemas: "Ir al psicólogo no te soluciona nada, pero te hace consciente de las cosas".
La popularidad, especialmente en cuanto la exposición nociva que puede tener en redes sociales alguien famoso, no ayudaron a Amaia, que, además, reconoció que "cuando iba al estudio a componer con artistas siempre me sentía pequeña, con miedo a que se dieran cuenta de que no valgo o a decepcionar". Esto último encaja con lo que en psicología se conoce como el síndrome del impostor. Es decir, el miedo exagerado a que el resultado no sea tan bueno como se espera. Los pacientes que son diagnosticados suelen, además, no conocer las causas reales del éxito de algunas de sus actuaciones, dicho de otro modo, no entienden cómo termina sucediendo justo lo contrario de lo que pronosticaban.
Las investigaciones apuntan a una correlación entre esta distorsión y una baja autoestima. La parte buena es que se puede trabajar en terapia, enfocando cuestiones como la concepción que se tiene del fracaso, el lenguaje interno que usamos con nosotros mismos o revisando el nivel de autocrítica.
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