Antes de fallecer a los 79 años el pasado 10 de mayo a causa de un cáncer de vejiga, Jesús Mariñas dejó claro cuál tenía que ser su epitafio: "Viví para vivir". Quizás, intencionadamente, se olvidó de otro verbo, disfrutar. Porque en vida, el cronista social fue muy disfrutón.
Sobre todo, con los hombres. Era enamoradizo y se comprometía a su manera. En otras palabras, que le gustaba picar de flor en flor. Mientras su viudo, Elio Valderrama (55 años) llora su pérdida, EL ESPAÑOL ha decidido rendir
tributo a Mariñas a través del primer -y gran desconocido- amor de su vida.
Se trata de Isidro Pi Caparrós, a quien conoció de forma casual en un evento organizado por Moda Barcelona en el Palacio Nacional de Montjuïc, una de las joyas arquitectónicas que aún permanecen en pie tras su construcción para la Exposición Universal de 1929.
Mariñas contaba en sus memorias que cenaron en la misma mesa, notó que había surgido la chispa y al acabar se intercambiaron los números de teléfono. Corría el año 1966 y, por aquel entonces, el periodista tenía 24 años, mientras el que se iba a convertir en su primera pareja duradera era 14 años mayor.
"Al día siguiente lo llamé, nos vimos, nos acostamos y empezó la historia", escribía en su biografía. El periodista había llegado a la ciudad en 1965 por mediación de la gran dama de la escena, María Fernanda Ladrón de Guevara -madre de Amparo Rivelles y Carlos Larrañaga-, que le consiguió un trabajo en el vespertino La Prensa.
Medio afín al Movimiento y que, aunque se vendía más bien poco, le permitía cubrir los saraos. Poco después empezaría en la radio con Luis del Olmo (85) y escribiría para Garbo y Pronto, propiedad de la familia Nadal. Isidro fue uno de los personajes más notables de la Barcelona culta de posguerra; se movía entre la burguesía catalana, era un erudito en toda regla y no concebía la vida sin la lectura.
De hecho, hizo de ella una profesión, ya que regentó la librería Novecents, ubicada en la calle Llibreteria 12, a escasos metros de la Generalitat de Catalunya, del Ayuntamiento y de la Catedral. Como pertenecía a una familia con grandes recursos económicos pudo permitirse el lujo de comprar este local que, con el tiempo, terminó por desaparecer.
La pasión por los libros le vino durante su infancia porque su tío, Leandro Caparrós, le llevaba casi cada domingo al mercadillo de Los Encantes, donde podían encontrarse ediciones antiquísimas a un precio irrisorio. Algo parecido a lo que ocurría antes de la reforma en el Mercat de Sant Antoni, donde fácilmente te podías encontrar a Terenci Moix comprando postales, revistas y libros de cine, y a quien Mariñas profesaba un enorme cariño.
Tío y sobrino también solían acudir a tasaciones y a comprar bibliotecas. Décadas después, los sobrinos de Isidro fundaron la cadena de librerías Happy Books, que tantas alegrías dio a la ciudad condal hasta que cerraron hace una década. El empresario fue una persona espabilada y con inquietudes, por lo que decidió invertir en su propia librería en pleno barrio gótico que llegó a albergar más de 50.000 tomos.
Aquellas ganas por seguir aprendiendo le llevaron a vislumbrar un nuevo nicho de mercado que consistió en la subasta de libros. En 1975 fue el primer bibliopola que se dedicó a ello. Tal y como rememora el boletín bibliográfico anticuario Noticias Bibliográficas en 1988, Isidro vendió en 1978 El Apocalipsis de San Juan por la nada desdeñable cifra de dos millones y medio de pesetas (15.000 euros).
Montante que, según el Instituto Nacional de Estadística, hoy equivaldrían a 122.000 euros. ¡Toda una fortuna para la época! Siempre bien trajeado y con sus características gafas de pasta negra, Isidro era un tipo afable, comedido, discreto. Nada ostentoso, con don de gentes y muy aficionado a viajar. Pasión que le inculcó a Mariñas.
Sus primeros viajes fueron a Saint-Tropez, donde conoció por casualidad a José Luis de Vilallonga, y junto a su novio conoció por primera vez la India. De aquel viaje aún conservaba una foto en Bombay montados sobre un elefante.
Como mucha gente bien de la ciudad, Isidro era un liceísta acérrimo. Introdujo a Jesús en el Liceo, donde empezó a cultivar la gran amistad que le unió a Montserrat Caballé.
Le presentó a la relaciones públicas María Marta de Moragas que organizaba multitud de saraos de mucho pedigrí, como las mesas petitorias en el hotel Ritz durante la Fiesta de la Banderita, ya que era la vicepresidenta de la Asociación Española de la Lucha contra el Cáncer y también a la condesa de Lacambra, figura clave de la burguesía catalana asidua a las mismas mesas y a las tómbolas benéficas.
En ciertas épocas del año, Isidro participaba en la Feria de libro antiguo y de ocasión donde tenía su correspondiente caseta. Allí solía pasar la mañana con Manuela, que venía a menudo a visitar a su hijo. La relación entre esta y Jesús fue de amor a toda vela. Se quedaba a dormir en casa del periodista. Desgraciadamente, en uno de esos viajes que hacía por trabajo o por amor, la señora se cayó por las escaleras y a raíz del golpe su salud se fue deteriorando hasta que falleció en la ciudad condal.
De cara al público, Jesús e Isidro nunca dijeron que eran pareja, pero tampoco había que pregonarlo. Nunca compartieron piso ya que el periodista vivía en un apartamento en el antiguo barrio pesquero de la Barcelona y el librero en la parte noble, pero se escapaban los fines de semana a la casa que Isidro tenía en Sitges. Concretamente, en la urbanización semi privada de Vallpineda.
La propiedad no era excesivamente grande, tenía piscina y un jardín enorme. Cuando rompieron a principios de los ochenta, Isidro la reformó y añadió otra planta más. Terminó alquilándosela mucho tiempo después al cantante Francisco (63) y a su mujer, Paca.
Sin duda, Mariñas vivió la mejor época de la Barcelona más glamurosa gracias a la Gauche Divine y sus fiestas en Bocaccio con Oriol Regàs, Ricardo Bofill, Teresa Gimpera, Dalí y su inseparable Amanda Lear, que ya empezó a jugar con su ambigüedad. Los más íntimos sabían que había nacido hombre y que en los locales de Suiza y Alemania se llamaba Pecki d’Oslo.
Jesús era muy ligón. A pesar de querer muchísimo a Isidro, supo aprovechar el tiempo y tuvo sus escarceos amorosos a los que incluso consiguió trabajo, como ocurrió con un bailarín que terminó en la compañía de Colsada en el Apolo con Tania Doris.
Pero, eso sí, cuando el librero se enteraba se liaba la marimorena. En más de una ocasión Jesús aparecía con algún arañazo en el rostro. En sus memorias el tertuliano hacía referencia a ello: "Acabamos pegándonos. Un testigo de aquello nos exigió terminar, habíamos llegado demasiado lejos. La relación se desgastó".
Rompieron y Jesús se trasladó a Madrid. Allí volvió a vivir la parte más bohemia, La Movida. Tuvo varios romances con personas anónimas y famosas y paseando por la Gran Vía justamente con Isidro, se encontró con un amigo a quien acompañaba Elio.
Se miraron y surgió el flechazo. Cada vez que Jesús venía a Barcelona siempre tenía un hueco para coger el tren e ir a Sitges a visitar a su expareja. Aún eran excelentes amigos. Un par de años antes de publicar la biografía le dijeron que le habían ingresado en una residencia. Isidro estaba muy delicado de salud, estaba postrado en una silla de ruedas y había perdido gran parte de la memoria. Falleció en el 2020. El resto es historia.
[Más información: Primeras palabras de Elio Valderrama, el viudo de Jesús Mariñas: "Te quiero un montón, que Dios te proteja"]
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