La dura reflexión de Máximo Huerta mientras cuida de su madre: "¿Quién se ocupará de los que no tenemos hijos?"
El escritor, volcado en la salud de su progenitora, se muestra temeroso del futuro. Se sincera en un desgarrador texto publicado en sus redes sociales.
16 mayo, 2024 11:58Hace unos días, Máximo Huerta (53 años) confesaba que ha encontrado en su cuenta de Facebook un espacio en el que puede desahogarse. Así lo ha hecho, precisamente, este jueves, 16 de mayo, tras vivir una situación en la que la protagonista es su madre, Clara Hernández. Su salud sigue siendo delicada y el comunicador, completamente volcado en ella, sortea la incertidumbre de lo que puede llegar a pasar.
"¿Tantas pastillas cada día? ¿Son necesarias? Sí, para seguir". Con este intercambio de preguntas y respuestas, el escritor comienza su reflexión. Él mismo indica que es la conversación con la que ha comenzado su día. "Estoy ahora frente a vosotros, en esta pantalla. Debo hacer cosas y pensar menos", continúa.
"Doña Leo se me ha colado a la cocina del bar Chafán porque le debía oler a cosas ricas, todas esas por las que yo me arrastraría también como ella por los suelos de una cocina donde fríen lomo, hacen tortillas y cortan queso para los bocadillos de anchoas. Pero estoy a dieta. Ayer me pesé, cien. Cien kilos. 185 centímetros, para los que sacan cuentas. A repartir", confiesa Máximo Huerta.
Con un punto de humor, prosigue: "Pero hace un minuto, mientras le pasaba a mi madre como un traficante las pastillas del corazón* de mi mano al corazón de la suya, he pensado lo poco que estudia la industria farmacéutica. Si quisieran, desde hace décadas habría una pastillita color verde, por ejemplo -esperanza- para que todos estuviéramos en nuestro peso ideal, sin grasas extras".
Inmediatamente después, Máximo vuelve a poner el foco en la industria farmacéutica y sus beneficios económicos: "Pero claro, debe compensar más tenernos en la frontera del sufrimiento emocional y físico. ¿Cuánto deben ganar a cuenta de las dietas? Cremas, píldoras, sobres, batidos, etcétera. Me callo por no entrar en un bucle. No es lo importante hoy".
A continuación, el periodista se centra en lo relevante y comparte la anécdota que ha marcado su día, nada más empezar. "Lo bonito ha sido el gesto del que os hablo. Había que rellenar los pastilleros, verde de día, azul de noche, para comenzar otra semana. Una más. Una menos. Y cuando mi madre ha puesto la mano formando un cuenquecito para que se las pasara, he pensado en quién hará eso conmigo. ¿Quién? ¿Quién me cuidará? ¿Quién me ordenará las pastillas?"
Máximo Huerta, de momento, no tiene hijos. Por ello, se ha puesto a pensar que, de ocurrirle una situación similar a la de su madre, no tendrá quién se ocupe de él. "Ha sido sólo un segundo. Un instante de duda, de preocupación, de futuro incierto. De yo-qué-sé. Pero intenso y profundo como un puñal que atraviesa la ropa", medita el exministro.
En su relato, prosigue con una serie de preguntas que confirman su inquietud: "¿Quién cuidará a los que hemos cuidado? ¿Quién se ocupará de los que no tenemos hijos?" Él mismo intenta responderse: "Supongo que, cuando pierda el norte, la chaveta, las orejas se agranden, la nariz y los ojos sean grises, vendrá alguien de mi familia a instalarme en alguna residencia. O seré yo quien, con un poco de suerte, acierte con la fecha concreta y pida habitación antes de que todo se derrumbe".
El periodista no se autoconvence y le surgen más dudas: "¿Sin perra? ¿Sin mesa para escribir? ¿Sin sillón para leer? ¿Sin ventana a la montaña? ¿Sin mis cosas? ¿Con la MH bordada en la cinturilla de mi pantalón, de mis camisas, de mi pijama?"
Para finalizar, relata los hechos que le han llevado a meditar sobre esta posibilidad: "Sólo ha sido un gesto. De mi mano a la suya. Como fue de la suya a su madre. E imagino, de la abuela Irene a la bisabuela Teófila. Y así hasta el inicio de los tiempos. La cadena se para aquí. En mí. Fin".
Máximo Huerta termina con una breve descripción del escenario y, de nuevo, con una interrogante que da espacio a la incertidumbre: "Voy a cerrar la ventana, entra viento frío, todavía queda algo de invierno en la temperatura de este dieciséis de mayo. La cama está hecha. El desayuno, dado. Y en el cuenco de mi mano, ahí donde las rayas de la palma dibujan una M debería estar escrito también un quién. ¿Quién será?"