Ya pueden estar tranquilos; las parrillas televisivas se han asentado en la televisión nuevamente. Como cada temporada. Hijos, no hay nada nuevo, tampoco llamemos a los tanques: os lo dice un apasionado de los realities; todo vuelve. Todo, lo bueno y lo malo, lo macabro en bucle cíclico. Tengo que decir que soy un gran hipócrita, pero consigo mismo: antes de estas magnas vueltas de los grandes formatos se había establecido en mí una pena honda, pesada, que casi no me permitía respirar: subirme de nuevo a lo de siempre.
Sin embargo, un mensaje al filo de la tarde me alegra el alma. Uno no, perdón, al menos doce, y en cascada. La noche promete: "Oye, vosotros, ¿qué vais a ver?", ha sido la tónica habitual. La duda no era para menos: el mismo miércoles se estrenaban dos buques insignia de la televisión: MasterChef Celebrity y Gran Hermano VIP. Sí, sí, el vip en un miércoles; mi mente viaja en el más allá y decreta que es solo para meter el dedo en ojo a la competencia. Y, claro, como este jueves se repite gala en Guadalix, un menda ha pensado que veía La 1. Oye, el botón del mando más impoluto. ¡Y qué alegría!
Ya habrá tiempo para la confrontación, para la guerra y las disputas. Claro, ¡qué mejor que MasterChef en su versión vip! Ese era mi pensamiento, no nos embarraremos en el fango tan fácilmente. Seamos más elegantes. Y ahí que me lanzo, ojo, y a degüello, ya que La 1 carece de anuncios: o la ves o le eres infiel a los dos minutos. Y yo, sí, me quedé. En qué momento, tú. Os explico por qué.
No hay nada peor que un reality -el que sea y de lo que sea, por exceso o por defecto- haciéndose pasar por lo que no es. Qué más da la verdad o la autenticidad, insensatos, lo que importa es que al día siguiente haya brindis en los despachos. Ese es el lema, la obsesión de todas las cadenas. Ya ni una se salva. Recuerdo que, cuando las vacas venían gordas, existían ciertas cadenas que miraban con altivez y de soslayo, con rubor, a esa competencia desvergonzada que se había entregado a lo fácil, a lo fatuo y vulgar. A lo que vendía.
Regreso a MasterChef Celebrity. El programa ha vuelto, pero de la peor manera posible, puede que respondiendo a las exigencias de unos mínimos de audiencias preocupantes en el ente. El caso es que ha regresado como nunca: agresivo, humillante y despiadado. Me centro, sobre todo, en el perfil de una de las concursantes: Ana García Obregón (64). No entiendo el linchamiento que ha recibido por parte del jurado y sus compañeros. ¿Acaso no es la misma desde que el mundo es mundo? ¿Acaso a Anita no hay que entenderla, y así se ha hecho cuando ha compensado? Ahí la culpa no la tienen sus compañeros -que también-, sino la cadena, la productora.
No veo justo ni la mitad de los ataques que ha recibido Obregón al borde de la lágrima. ¿Que es pesada, que ha repetido mucho su drama con su hijo Álex? Sí, mucho, pero, qué carajo, es su vivencia. Oye, me habrá pillado sensible, puede que porque sea consciente de cosas que el público no: Anita grabó ese programa al filo del estreno del verano, después de la dura batalla y de "sustazo" de Álex Lequio, quien batalla contra el cáncer infatigablemente. Dadas las circunstancias, pienso que este miércoles ha habido cosas que han estado de más. Muchas, muchísimas. Unas, entendibles dentro del show que se debe arrojar, y otras fuera de eje. Y mira que sé cómo es Ana García Obregón: excesiva, cansina, sobreactuada, cargante, chirriante, doliente, incluso. Sí, todo eso, vale, y más allá. Cuando ella dice sí a un proyecto, se deshace en profesionalidad. Y su forma de volcarse, es esa.
Pero hay que tener cuidado, chicos de MasterChef. Cuidado y miramiento. Delicadeza. Amor. Sí, es verdad que ella da pié al juego, a la frivolidad, pero no todo vale. Aquí algunas frases contra ella: "No sé a qué has venido aquí", "Has hecho una marranada en toda regla", "Aquí has venido a trabajar", "Siempre tienes una excusa y me das vergüenza", "No estás aquí de vacaciones", "Ponte a hacer algo en tu vida, tía", "Solo sirves para figurar y hacer como que haces algo", "Esto no es show, es cocina", "Es penoso lo que haces", han sido algunas de las críticas que ha recibido García Obregón en tele y en Twitter.
"Ellos dicen que me quieren mucho, pero cuando a alguien lo quieres mucho y lo tratas así, el que queda mal no es uno", ha sido una de las píldoras que ha soltado la intérprete de Ana y los 7. -Para ti, Ana, este apunte: deja ya de hacer referencia a aquella pretérita serie que tanto te dio. Respeta la memoria histórica-. Incluso, sus propios compañeros se han posicionado en su contra. Ella, ains, ha hecho autocrítica. "Ha sido mi culpa por haber aceptado un programa en un momento tan delicado de mi vida", "No he tenido tanto tiempo para prepararme como los demás por el tratamiento que ha tenido mi hijo", "Es justo que me tenga que ir yo siendo un programa de cocina", han sido algunas de las explicaciones que ha dado Obregón.
No obstante, un guante blanco que no han aceptado sus amiguis, quienes a lo largo de la noche le han dedicado frases como: "Adiós, saludos a Steven Spielberg (72)", "Es que no hace nada", "Hija, haz cosas, es que llevas toda la vida así", "Das vueltas sin hacer nada". En fin, una retahíla de acusaciones que Ana ha encajado a las mil maravillas, pero yo, con el permiso pertinente, me pregunto: ¿no sabían ya cómo era Anita? Que sí, que siempre repite lo mismo, que puede pecar de cansina; que no ve, que está cegata viva, que cocinar no es lo suyo... que ha pasado unos meses muy complicados con el cáncer de su hijo. Eso, imagínense, en bucle.
Sí, insisto, pero esa es la Obregón que el mundo conoce. No es otra, ni lo pretende. Ella, en estado puro. Por cierto, antes de irme hago un balance de los concursantes -solo de los que me interesan y han hecho ruido hasta la fecha-: Vicky Martín Berrocal (46), con ansías de cámara y sentido de concurso; Marta Torné (41), una sabelotodo insufrible, Elena Furiase (31), una campechana humilde; Los Chunguitos, los monos de feria (y lo asumen); Juan Avellaneda, un estratega que se hace el tonto; Tamara Falcó (37), el amor de mi vida y la hipotenusa del cotarro; Yolanda Ramos (51), la risa hecha carne; Ana Milán (45) el sarcasmo viviente-, El Sevilla, José Miguel Antúnez, Almudena Cid, Félix Gómez y Álex Andrade... dicen que también rondan por ahí. Todavía, para mí, no han dado el estirón.
Por cierto... ¡Ana Obregón ha sido la primera expulsada! ¿Hay derecho, Dios mío?
Primera expulsada: Ana García Obregón
[Más información: La renovación de Màxim Huerta en TVE: máximo chollo con mínima audiencia]