Me decía el otro día un amigo periodista que todos nos estamos volviendo locos con la viciosa cultura del click y, en el caso de la tele, con las malditas audiencias. "Nos pasamos todo el santo día mirando una pantalla con cifras y lo más penoso es que esa pantalla marca hasta nuestro estado de ánimo", me dijo. Somos unos malditos esclavos, remataba. Yo -lo siento, en ese momento me lo callé, pero me leerás ahora- te di la razón a medias, como quitándole capas: pensé, bah, tampoco es la cosa para tanto. Qué tío más exagerao.
Centrándome en la televisión, juro que, antes de ver este miércoles MasterChef Celebrity, iba a espetarte, querido amigo, que todavía existen programas donde la gresca es naíf, donde no se desciende a los infiernos, como en Gran Hermano VIP. Donde la vileza no tiene cabida. Sin embargo, conforme escribo estas líneas he cambiado de opinión: ¡hasta TVE y el concurso de cocina ha sucumbido de pleno a la tiranía de los audímetros! Y han arrasado con todo.
Lo digo de verdad; me he sentido incómodo viendo este miércoles el programa. Ya casi nada queda de esos comentarios a medio gas, de esa maldad con tintes cómicos, esa ingenuidad con la que siempre se ha vestido TVE. No digo que se tenga que seguir en ese blanco y negro del humor, pero... ¡permitir graves insultos, gritos y malos modos delante de un colegio de niños, no! Por ahí no, me habrá pillado excesivamente pudoroso hoy, pero creo que El Sevilla (49) se merecía irse del programa y no concursar nunca más. No me gustan sus formas, su pronto irascible, su mirada adusta -una niña ha dicho que le daba "miedo" el hombre de la barba-, ¡nada me gusta de él! Largo, a tu casa.
Os cuento, la cosa ha sucedido así: los concursantes han participado en la prueba de exteriores desplazándose a un colegio público de Alcobendas para dar de comer a los chavales. Bajo un lema: combatir la obesidad infantil. Y allá que se han ido. El problema es que los concursantes debían convencer a los niños, con sus artimañas, para que se quedaran con su plato, y no con el de su rival. Dos casos concretos: El Sevilla, pescado; Vicky Martín Berrocal (46), albóndigas.
Y se conoce que las triquiñuelas de Vicky han sido un poco excesivas, incluso ha llegado a catalogar, en su afán, el pescado de El Sevilla como "comida de hospital" delante de los menores, y con cara de asco. Algo que no ha sentado nada bien al cantante, quien ha soltado toda su ira, y bilis, contra Vicky: "Te estás comportando muy mal, eso no se hace. Es jugar sucio. No todo vale, eres la bruja del cuento, sucia y muy mala persona". Todo en serio, ¿eh? Nada de show. A gritos y elevando el brazo. Violencia asomando. ¡Los niños estaban asustados! No entendían nada. Veían una pelea de lobos sin sentido.
La discusión casi llega a las manos. Todo ello, insisto, delante de unos niños. ¿Dónde acaba el entretenimiento y comienza el bochorno? Todo muy sucio, sí. Y de nefasto ejemplo, TVE y MasterChef Celebrity. Yo os lo digo: no todo vale por un puñado de audiencia. A mí no me ha gustado nada esa competitividad insana y no he visto ni a un solo niño eligiendo con libertad. Que sí, que yo sé de lo que va esto, pero explicadle vosotros a esos chavales que todo es guion. Total, bochornoso. Sevilla, mírate las formas. Por tu bien. El súper consejito del día.
Ojo, que Vicky tiene lo suyo. Yo, particularmente, no la aguanto. Ni a ella ni a Ana Milán (45). Decididamente, me caen fatal. Sobre todo, Vicky. No conoce la educación ni los buenos modales. Es barriobajera y no se desprende de ese tono perdonavidas, sazonado con brochazos andaluces, con el que lo mismo te alaba que te manda a freír espárragos. Especialmente duro e inhumano me ha parecido el momento en que Vicky y Ana han hablado a José de Los Chunguitos. Sí, ese al que hay que subtitular. Pues resulta que estaba malo el hombre de la espalda y le han puesto un taburete en las pruebas.
Vale que de entrada no hace nada, que es más bien gandulete, pero no se merecía las duras palabras que le han dedicado Vicky y Ana. En un momento dado, el hombre estaba descansando con gesto encogido del dolor y Vicky le ha espetado: "Pero, tío, limpia, hombre. Haz algo ya". Y Milán ha dado el estoque: "Qué huevos tienes". ¿Es que no hay una mínima humanidad?, pregunto. ¿No veis, amores míos, que ese hombre no está al cien por cien? A mí me ha dado pena. Insisto, puede que hoy esté un tanto sensible.
Y no me puedo ir sin hablar de mi Tamara Falcó (37). ¡Ejemplo de saber estar y buenos modales! Una tía educada, correcta, que no entra en guerras y, a la vez, es divertida a más no poder. Me encanta que cuente anécdotas de su vida. De pija, pijísima. Ahí van dos: un día llevó a su padre a un restaurante de comida rápida y "él no comió, solo se me quedó mirando fijamente". Otra: "Mi madre me llevaba siempre al colegio solo el primer día. El resto de días lo hacían los guardaespaldas. Eran súper simpáticos". Es para robarla, directamente.
Voy a decir algo sin que una persona se enfade: oye, yo a Tamara la veo ganadora. Quiero que gane MasterChef Celebrity 4. Ahí lo dejo.
Tercer expulsado: El Sevilla
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