Cada vez que Gran Hermano VIP echa el cierre, pegado a la Navidad siempre, toca hacer como cuando se despide un año para estrenar otro: hacer balance de edición. Y no es tarea fácil cuando ese balance tiene que ver con este último GH VIP: porque, ¡menuda edición! Para lo bueno y para lo malo. A veces, más inclinado para un lado que para el otro en esa balanza malévola, pero lo que es del César es del César: ha dejado grandes momentos para la posteridad.
Incluso, por qué no, el hecho de que el caso Carlota haya hecho tanto ruido y provocado que los anunciantes se hayan fugado en masa de la publicidad del programa es un hecho que también marca una etapa. Ha hecho Historia. Y es que, la séptima edición VIP siempre quedará ahí, enmarcada, como esa en la que todo se desmoronó como un castillo de naipes. Pero, bueno, ¡hablemos del programa! De los concursantes, de sus 102 días encerrados en la casa de Guadalix.
Tengo que confesar que estoy dividido: por un lado quiero que vuelva, necesito el reality; son demasiados años para que te lo arrebaten así, de sopetón. Pero, por otro lado, creo que sería el momento adecuado para dejarlo en barbecho un tiempo. Para que no vuelva directamente ya, al menos no como se fue: si regresa, que sea cambiado, modificado, más humilde, entonando meas culpas. Haciendo autocrítica. Porque mira que se han ido soberbios y arrogantes. ¡Vamos a los momentos, que me pierdo! Voy a empezar por los malos, que aquí estamos para dar carnaza y se sabe que, generalmente, lo bueno no vende.
Creo que se han traspasado muchas líneas rojas en este concurso: en mi memoria hay una escena, al comienzo del programa, que la censuraré hasta la extenuación. La escena se sucedió durante una discusión entre Kiko Jiménez (27 años) y Hugo Castejón (48). Estaban muy alterados y, en un momento dado, Kiko le espetó al cantante: "¿Por qué te sentó el vino así? ¿Tienes problemas con el alcohol?" ¡Qué barbaridad! Y seguía, el menda, redoblando el despropósito: "Matarías por una copa de vino, ¿verdad? Dilo, eres un cafeinómano". Aquí todos sabemos lo que se estaba insinuando. Primer momento para olvidar y razón por la que no querría que volviera el programa. ¡Más! Parte 2.
Enfrentamiento entre Hugo y Alba Carrillo (33). La primera tira a dar: "Pobre Marta Sánchez (53), eres un perro pekinés". Y cuando esta remata con un "me vas a comer la rajita", Castejón se corona en la vulgaridad y la falta de respeto: "Eso quieres tú, que te la coma cualquiera". ¿En serio hay derecho a esto? Pero, ojo, tanto por parte de uno como del otro. ¡Deleznable! Segundo momento para el destierro. Tampoco un presente soportaba a Mila Ximénez (67) todo el rato quejándose y lamentándose de su vida. "No tengo nada que ver con ellos", se ha hartado de repetir como una suerte de mantra. Día tras día. Cansina como ella sola.
Hija mía, ¡dónde te pensabas que ibas! Solamente las últimas semanas -y muy en concreto la última- no ha dejado de sonreír: porque veía la luz al final del túnel. ¡Se merece haberse quedado la tercera y no haber ganado! Otro momento incómodo que nunca me gustaría ver más es cuando Mila, fuera de sí, desquiciada, al borde del colapso, se liaba a puñetazos contra la pared y chillaba en contra de Hugo: "¡Sacádmelo de aquí!". Yo, confieso, lo he pasado fatal con esos momentos.
Tampoco querría ver jamás en un reality a una Alba Carrillo llevada al límite ni a un Jorge Javier (49) escupiéndole que se largue a casa. El caso de Alba Carrillo es digno de estudio, sí, y se pasó tres pueblos y medio cuando soltó la siguiente frase que provocó un tsunami en el programa: "Me sorprende que aquí haya psicólogos y psiquiatras y no estén viendo lo que me pasa". Sí, pero tampoco Vázquez estuvo a la altura; el presentador abandonaba el tono meloso y conciliador y lanzaba su estocada: Hasta aquí, Alba, se acabó. No te voy a consentir que eches mierda contra la gente que hace este programa. Por ahí no, lo siento. Si estás tan mal, ten la vergüenza y la decencia de irte a tu casa ahora mismo, pero pagando la indemnización".
Venga, que ya he sido lo suficientemente malo; abordemos cosas positivas del concurso. ¡Que las hay, claro que las hay! Ese amor de Adara (26), esa forma de darse cuenta de que la vida que llevaba no era vida, sino un transitar vacuo, de gravedad... Sin pasión ni motivación. Esto que te dicen lo que tienes que hacer, por imposición: no ya nadie en concreto, sino de la propia sociedad. Esa que te vocea que debes estar con el padre de tus hijos. Porque así se ha hecho siempre. ¡Pues no!, no y no. Lo que hay que ser en esta vida es feliz. Que el alma, el corazón y cada célula de nuestro cuerpo dé brincos, palpite como si no hubiera un mañana.
También me ha gustado mucho el ejercicio de introspección que ha hecho Alba Carrillo, se ha conocido mucho a sí misma; tanto como Mila, que se ha dado de bruces contra sus miedos e inseguridades. Vale que desquicia por momentos, vale que a veces le pierde la boca, pero, ¿a quién no? Al menos mueve el cotarro. Esto no significa que otros no hayan dado la talla, no: ahí tenemos a un Antonio David Flores (43) que no solo ha estado a la altura sino que ha limpiado su imagen pública como nadie; ese Maestro Joao que es necesario en la televisión para hacernos ver que todo es posible y que no conoce de edades; o ese Kiko Jiménez o Estela Grande (25). Ellos... eh..., han dado juego. A su estilo, pero lo han dado.
Porque, señores, por algo han llegado a la final solo las tres. Sí, también ha habido otros concursantes. No me hagan mucho caso, creo que se llamaban Dinio (47), Anabel Pantoja (33), El Cejas, Irene Junquera (34)... Esos que han estado porque tiene que haber de todo. Larga vida (con matices) a Gran Hermano VIP.
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