Hace unos años Jesús Quintero (79 años) publicó el libro Entrevista, en el que recogía las interviús más emblemáticas que había realizado. Una de ellas, la de Julio Iglesias (76). Al ser preguntado por la rivalidad con su hijo Enrique, el cantante decía algo así como: "Si yo tengo que ser el número uno, prefiero serlo; pero si no puedo conseguirlo, que lo sea mi hijo". Una frase magistral que, años más tarde, cuando estamos a punto de despedir el 2019, me viene de perlas para el caso que quiero tratar.
Y encima el ejemplo es genial porque vengo a hablar de Isabel Preysler (68) y Tamara Falcó (38). Casi todo queda en casa. Estamos ante un momento histórico, españoles. Dejaos de gordos y de loterías. Eso son tonterías: hacer Historia es lo que cuenta. Y Tamara la ha hecho. Les cuento. Saben que desde su participación en MasterChef Celebrity se ha convertido poco menos que en la revelación, en el descubrimiento del año. ¡Cuando no del siglo! Todos quieren saber de ella, ser ella. Todos se ponen a sus pies, nadie habla mal de ella. Maravilla tras maravilla. ¡Tamara es Dios!
Tamara ha llegado a nuestras vidas para alumbrarlas, para embellecerlas. Para que nos reconciliemos con lo blanco y lo naíf. ¡A lo importante! Sabía que tenía multitud de proyectos en televisión nuestra Tamara; era consciente de que TVE le tenía grandes cosas preparadas, como el especial que ha grabado para el espacio Telepasión. Pero lo que nunca me hubiera imaginado, ni en esta ni en otras vidas venideras, es que la hija desbancaría a la madre, la destronaría, la dejaría desmadejada. ¡Tamara le ha quitado el pódium a la madre y se ha quedado con el spot navideño de Porcelanosa!
Años y años, lustros y lustros... Isabel siempre fue Porcelanosa. Pasase lo que pasase. Ya podía haber en España los problemas que hubiera; ella siempre reaparecía. Nunca conoció rival ni competencia. Pues ha tenido que resurgir la hija para arrebatarle el título: ¡el enemigo en casa! Perfectamente podría ahora Preysler rubricar las palabras de Julio en aquel libro de Quintero, con un pequeño matiz: "Solamente mi hija puede quitarme el liderazgo, ¡nadie más!". Y lo ha hecho: ha grabado el último spot de Navidad de Porcelanosa y, según desliza LOC, le han pagado 150.000 euros por él. Tamara, una mina de ingresos; Tamara, un valor en alza; Tamara, la hija que todos querríamos tener.
Yo apuesto, por pura maldad, a que ha habido guerra en Villameona. Porque, seamos sinceros, una madre nunca verá rivalidad en una hija, sí, vale, bah; pero tengamos presente que Isabel Preysler vive de la publicidad. De prestar su imagen y este 'fichaje' de la hija le ha hecho perder dinero. ¡Eso es un hecho! Y cuando el money entra en juego... peligroso tema el del parné. ¿Se imaginan que la cosa crece y crece y termina Tamara quedándose con Ferrero Rocher? Puff, crisis. ¡Guerra en Villameona! Vete, hija desagradecida. ¿Estaríamos ante el ocaso de la reina de corazones? Ah, termino con otro dato: Tamara va a conseguir esta Navidad no solo hacer Historia, sino también que dos cadenas rivales la deseen por igual. ¡Que Antena 3 y Telecinco se pongan de acuerdo en algo! Porque el spot de Porcelanosa se va a emitir en los dos grupos audiovisuales. Yo, señores, lo único que digo son dos cosas: larga vida para Tamara y que Anne Igartiburu (50) atornille bien su silla en Corazón. No me digan que no se imaginan a Tamara saludar a la audiencia con su voz cantarina y pizpireta: "Hola, corazones". Ay, por soñar...
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