Asier Etxeandia (44 años) ha sido el nuevo invitado de Jesús Calleja (54) en Planeta Calleja y lo cierto es que no ha defraudado. Los dos han viajado a África, Camerún, una diversidad vasta de 250 lenguas. El actor, por norma receloso de su vida privada, ha relajado su celo y ha compartido con Calleja grandes secretos de su vida íntima y personal. Actor de teatro, cine, series y cantante de éxito, se encuentra de rabiosa actualidad por el éxito sin parangón de la película Dolor y Gloria, donde ejerce de coprotagonista.
Poco dado a los viajes, Etxeandia ha reconocido que "lo máximo, de adolescente a Marruecos". Pero, poco más; eso sí, se integra en la comunidad indígena como uno más. No tiene reparos en reconocer que esta grabación y década le pilla en el mejor momento personal y profesional: "Este viaje me pilla en un momento de sueños cumplidos, hiper creativo, todo lo que he querido ser y hacer a mis 43 años, lo he conseguido. Estoy en un momento pleno". Nunca imaginó que podría disfrutar de este medio tan primitivo, dada su profunda carga occidental. Pero se ha superado, una vez más.
¡Se ha hecho amigo de esas etnias tan elementales; él, tan cosmopolita! Dos días de carretera, un arduo transitar a pie, cruzar un río a barca y luego..., cómo no, un ritual de bienvenida. Esos poderes de la selva y esa energía, esa comunidad. Ha sido durante el viaje en canoa cuando Asier ha abierto su alma: "De pequeño era un poco autista, muy deficiente en el cole, de fracaso escolar. He suspendido hasta cuatro veces".
Y es que, en su alma habitaba otra cosa: "Yo tenía claro que quería ser artista, desde bien pequeño. Me zurraban, me hacían un bullying de cojones. Era una mezcla de niño que quería de todo; jugaba siempre solo. De niño me llamaban maricón, por todo. Se me inculcó que tenía que ser por niño triunfador y no lo fui. En el colegio me esperaban cinco o diez niños para zurrarme". Su adolescencia nunca fue fácil; encontró escollos en el camino. Duros, pero de los que salió fortalecido.
Cuando confesó en casa su orientación sexual, se le vinieron las paredes encima. A él y a sus progenitores: "Mis padres no me aceptaron, pero han hecho un trabajo maravilloso. Mi madre se murió hace diez años y fue la más influyente de mi vida. A los 18, abandoné mi casa. Sentía que tenía que evolucionar, para mí todo fue muy traumático". Quién le iba a decir a él que pronto llegará la profesión, la interpretación, para salvarlo:" Descubrí el teatro, mi gran vocación. Fue un disgusto, no lo llevaron bien. Tengo que decir que mi madre creció como ser humano en sus últimos años, se liberó".
Ese recuerdo, de superación, anida en su corazón. Reconoce Etxeandia que su profesión "lo sana". Ojo, que antes de que la vena de actor se le inoculara, probó suerte de casi todo: "He trabajado en un sex shop. Y era virgen. Tenía 18 años y limpiaba las cabinas. Cuando me fui de casa de mis padres, viví en un cuartel militar abandonado. Me descubrí a mí mismo y fue mi momento de descubrimiento. Me centré en el teatro, descubrí el compañerismo, el texto y la disciplina". Y eso lo rescató y centró.
Y sí, llegó el éxito. Para quedarse: "Me llamaron para ser el maestro de ceremonias de Cabaret, en 2003. El personaje que más me ha dado. El sueño cumplido". A las pocas horas, Asier y Jesús cambian de hoja de ruta y se desplazan a Yaundé, un apabullante bosque en el que se encuentran la mayor variedad de simios, velado por una potente organización. Allí, Asier continúa hablando de la pasión, de la vida: "El trabajo es mi pasión, el arte de transformar vidas. Verme, y que les cambie la vida. Además, ese punto intermedio entre la música, la imagen y la interpretación fue muy catártico".
Pero, ¿quién es Asier? Él lo relata humildemente: "Uno de Bilbao. Mi madre, una ama de casa, y artista, pero nunca llegó a dedicarse a eso. Mi padre fue campeón de España de karate". Hijo único, se emociona: "Mi madre, una fuente inagotable de emociones. Cuando ella murió hice 'paff' a nivel de creatividad. Hice lo que yo quería. Le di un valor diferente a la vida". Al tiempo de este fallecimiento, otro rasgón: "Trabajé la muerte de mi madre de cáncer. Fue sanador". Quién le diría a él, un chico normal, que llegaría a ser chico Almodóvar: "La presión con Almodóvar (70) es acojonante, es que yo lo admiraba mucho y me vi todas sus películas antes de trabajar con él".
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