Siendo jueves y para cerrar la semana, El Hormiguero se reservaba uno de los platos fuertes, nunca mejor dicho. Una de las colaboradoras del programa, Cristina Pedroche (31 años) comparecía en el talk show, esta vez en calidad de entrevistada junto a su pareja, el prestigioso chef David Muñoz (40). Por si al menú le faltaba picante, Pablo Motos (54) también charló con uno de los humoristas con más recorrido del país, Arévalo (72).
Antes de ponerse manos a la obra con invitados y colaboradores, Motos recurrió a su habitual monólogo: "Alguna vez he comentado que nuestro cerebro se lleva muy mal con la incertidumbre, que ahora se no has quedado dentro por culpa del coronavirus. Una parte de nosotros sigue en modo supervivencia, que es un automatismo que se genera en nuestro cuerpo, pero durante intervalos cortos de tiempo. Lo único bueno es que la resistencia de los seres vivos en ese estado es impresionante. En el acuario de Tampa (Florida) metieron a seis peces con unos tiburones. Parecía que se llevaban bien, pero al día siguiente solo quedaba uno. Ese se ha acostumbrado a moverse exactamente igual que el tiburón, justo debajo de él para que no lo vea. Si un pez puede estar en modo de supervivencia cuatro años, imagínate un ser humano".
Tras esa reflexión y la vuelta de publicidad, Pablo Motos introdujo la tertulia con Marron (40), El Monaguillo (46) y Luis Piedrahita (43) con su dosis diaria de crítica al Gobierno. Esta vez se refirió al nombramiento de un amigo de Pedro Sánchez (48) para la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura.
Amor a fuego lento
Con un "¡Ay! Os echo de menos", Cristina Pedroche inauguró la entrevista junto a su pareja, David Muñoz. Para ambos, el confinamiento ha tenido una cara amarga desde el punto de vista de la salud: "David cogió primero el coronavirus. Yo no pensaba que lo tuviera. Cuando me hicieron las pruebas para volver a trabajar vi que tenía anticuerpos, vamos que lo he pasado pero ni me he enterado", explicó Pedroche.
El chef explicó esta vivencia con un punto de humor: "Estuve un mes sin olfato ni gusto. Lo pasé muy mal, hacía la comida en casa para Cristina y para mí, y lo hacía de oídas. Ella era la que decía si estaba bien de sal". A pesar de haber generado anticuerpos, Cristina Pedroche ve la desescalada con cierto temor: "Quiero que la gente vaya poco a poco y que hagamos lo que nos digan, no hay prisa. Todos queremos volver a la nueva normalidad, pero si no podemos cambiar de comunidad, aunque nos joda, seguimos así".
Sin embargo, la pregunta del millón era saber cómo habían llevado la convivencia. Ambos coincidieron: "Siempre quería estar más tiempo con él. Para mí es la mezcla perfecta, tengo al marido perfecto y al cocinero ideal. A lo mejor él no está tan contento", argumentó la madrileña. Muñoz corroboró la versión: "La verdad es que no hemos tenido encontronazos. Desde que conocí a Cristina hace seis años, nunca hemos parado. Salvo cuando estábamos de vacaciones nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos. Nos hemos divertido mucho y nos ha venido muy bien".
A nivel profesional, David Muñoz ha tenido que pasar por un trance. "Recuerdo el última día de DiverXo, fue un shock. Ese último servicio se me saltaban las lágrimas, porque no sabías cuánto iba a durar. Los restaurantes en general vivimos muy al día. Cerrar dos establecimientos en Madrid y otro en Londres genera mucha incertidumbre. Luego en casa, pensando con tranquilidad, he visto que me he caído muchas veces y me he levantado, confío en mi capacidad de reinventarme, buscaré una solución, pase lo que pase".
Pero de ese shock surgió, casi sin querer, una oportunidad: el proyecto de Goxo. "Todo nace de los vídeos que le hacía en Instagram con las recetas. Estaba como deprimido y sin gusto ni olfato", comenzó explicando Pedroche, antes de que Muñoz cogiera el testigo y destacara que "Cristina se empeñó en hacer alta cocina pero con cosas que pudieras hacer en casa. Nos divertimos mucho y con el paso del tiempo vimos la posibilidad de hacer comida para llevar. Son cosas fáciles a la hora de decir, pero no tanto de hacerlas".
El origen de ese proyecto, al parecer, fue una tarta de queso de Pedroche. Preguntada sobre si se había convertido en una buena cocinera, su marido tomó la palabra para comentar que "no se está haciendo una cocinera, se está haciendo una crítica. No hay cosa que le guste del todo".
Volviendo al presente y, sobre todo, al futuro que le espera al sector de la restauración, Muñoz expuso que "no soy una voz especialmente autorizada para hablar de esto. Lo que sí quiero decir es que hay que buscar soluciones para la hostelería individualizada. No es lo mismo un restaurante familiar, pequeño, sin terraza, que DiverXo, hay que buscar soluciones para todos. Sí que es verdad que lo que más urge para el gremio es ver cómo va a ser desescalada, que sé que es fácil de hablar desde fuera, y entender que hacer aforos limitados no es compatible con recuperar a todos los trabajadores del ERTE. Los restaurantes tienen poco músculo financiero. La alta cocina saldrá adelante, el problema es el hostelero de a pie".
Además de todo esto, a Pedroche el confinamiento le ha servido para profundizar en una de sus aficiones: "El yoga te cambia la vida, es una filosofía, eres otra persona, te hace conocerte más y escucharte más, y eso hay gente que lo rechaza. Por eso creo que no tiene tanto éxito con los deportes. Soy muy pesada en Instagram con parar cinco minutos cada día a pensar, a sentarse, a respirar, esto te hace ser más paciente, mejor persona".
Antes de despedirse, sea efecto del yoga o no, David Muñoz confesó que durante el confinamiento "hemos comido lo mismo, Cristina está exactamente igual, pero yo he engordado 10 kilos".
Sabor agridulce
Unos minutos después le llegó el turno a Arévalo, quien no parece madrugar mucho durante este tiempo. "Me quedo viendo la televisión hasta tarde, así que, para qué me voy a levantar pronto".
Eso sí, el humorista ha tenido que pasar un trago amargo durante este confinamiento: la lucha de su hija contra el cáncer. Al respecto destacó que "está bien. Ha sido como un milagro, la hicieron las pruebas muy rápido, la dieron varias sesiones de quimio, después la operaron y vieron que estaba limpia. Ahora está con la radioterapia. Estamos muy animados porque lo hemos pasado muy mal. Más de un millón y medio de personas se han preocupado por la salud de mi hija. Pasar el confinamiento así ha sido muy doloroso. Pero no quiero hablar de tristeza, que la gente sea alegre y que se hagan pruebas, que el cáncer, cogido a tiempo, se cura. Es un mensaje que quiero dar".
A modo de despedida, Arévalo habló de otro asunto más amable, pero destapando una realidad hasta ahora desconocida: "Tengo mis casettes, mis discos de oro y todo, aunque nunca me pagaron nada. Los que me estafaron me dijeron que si yo hubiera cobrado eso, no tendría que haber trabajado jamás en mi vida".
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