Hace unos días los medios de comunicación se hacían eco de la propuesta que había recibido Ana María Aldón (43 años), mujer de José Ortega Cano (66): ser colaboradora del programa de fin de semana Viva la vida. JALEOS, además, pudo conocer que, efectivamente, las negociaciones iban por buen camino, pero que, finalmente, Aldón declinaba la oferta. Pretextó falta de seguridad y miedos ante la cámara, pero este medio pudo confirmar también que su marido se lo había desaconsejado.
No era el momento de exponerse, prefería que su mujer estuviese en casa. Al principio, ella aceptó. Pero este domingo los espectadores del espacio presentado por Emma García (47) se han dado cumplida cuenta de que Ana María se ha impuesto y ha conseguido su objetivo, pese a todo: ser colaboradora oficial del programa. Así, Viva la vida arrancaba con una novedad que anunciaba Emma: tienen nueva comentarista.
La presentadora daba algunas pistas: "Una mujer que está casada y muy enamorada", que además tiene "el pelo corto" y forma parte de una familia famosa que acapara numerosos titulares. Rápidamente, todos ataron cabos. En sus primeros minutos frente a las cámaras del programa de Mediaset, Ana María reconocía que "miedo siempre se tiene cuando se da un paso al frente en un terreno que no es el suyo". Y añadía, con un look deportivo de lo más comentado: "Me ha costado, había que pensar los pros y contras. No por mí, sino por mi marido".
No esconde Aldón que debe trabajar sus miedos: "La verdad es que me apetece. Voy alerta con todo el mundo porque no conozco al resto de compañeros. Voy a ir con pies de plomo, estando aquí una tiene la oportunidad de expresarse. Es mi independencia, no tengo ningún problema económico a día de hoy. Tengo mi propio criterio y derecho a opinar mientras que no ofenda a nadie. No vengo aquí a atacar a nadie, yo sufro en mi casa".
Su familia, al menos los Ortega Cano, viven retirados de la circulación televisiva. Están tranquilos y felices de este modo. No quieren salir de nuevo. Ya en su momento el torero torció el morro cuando Aldón se impuso y se fue a Supervivientes. Entonces, no tuvo más remedio que claudicar. Como ahora. Cuenta una fuente a este periódico que Ana María entiende que este medio es un buen escaparate para su carrera de diseño, que no quiere arrinconar en ningún caso. Este nuevo proyecto profesional llega tan solo unos días después de que acudiera a los juzgados, como avanzó en exclusiva este medio, de nuevo debido a la denuncia que interpuso el diseñador de su vestido de novia. "Hemos entrado muy tarde, pero bueno ha ido muy bien. Hemos podido explicar todo y bueno, ahora ya quedará presentación de escritos si procede con documental, pero creo que nos hemos explicado muy bien y hemos cumplido explicación de todo", aseguraba a su llegada a los juzgados.
Su enfrentamiento judicial con el diseñador de su vestido de novia, Emilio Salinas, parecía haberse cerrado a mediados de octubre, cuando el juez le dio la razón al modista, en detrimento de la mujer de Ortega Cano. Según la sentencia que se dictó, Aldón perdía al reconocerse que sí existió el acuerdo verbal entre las partes para que la gaditana nombrase a Salinas, dándole su lugar como diseñador, en la exclusiva de su enlace que apareció en un semanario del corazón.
Extremo que nunca reconoció Ana María, tal y como se ha hecho ver, y siempre defendió Emilio. Además, la exsuperviviente tiene que pagar a Salinas un montante de 4.800 euros, la mitad de lo que el demandante pedía por haber creado su traje de novia. De aquella resolución solo se supo, pasados unos días, que la mujer del diestro quería recurrir. Así lo hizo.
Ana María tomó declaración ante el juez el 30 de noviembre. En esta ocasión, por una querella que le interpuso Emilio Salinas, por injurias y vulneración del honor. Tras haberse admitido a trámite esta querella, la diseñadora debió prestar declaración en los juzgados nuevamente. Puestos en contacto con el propio Salinas, remitió a este medio a sus abogados, Zaballos Abogados. Desde allí se explica que la batalla continúa también por parte de su cliente. Así y todo, las partes, pese a aquella sentencia que parecía, y solo parecía, sellar su contencioso, no se detendrán en lo que entienden, por separado, como la única verdad.
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