Se acerca la primavera y es la mejor época para visitar Copenhague. No sólo porque sea una de las capitales culinarias del mundo. Aprovechad además para conocer de cerca los escenarios de la serie política Borgen, pasear en bici por el puerto hasta La Sirenita o visitar nuevos edificios icónicos como la biblioteca o la ópera. Pero si lo vuestro son sobre todo los restaurantes, la lista de recomendaciones al margen del célebre Noma es muy larga. En esta columna he hablado ya del Amass, el Fiskebar o el 108, que abrirá en mayo en su ubicación definitiva. Pero todavía hay otros que vale la pena visitar.
Manfreds & Vin. Es el descubrimiento que más me ha entusiasmado de mis últimas visitas a Copenhague. Se encuentra en el barrio de Nørrebro, al lado del cementerio donde está enterrado el escritor Hans Christian Andersen o el filósofo Søren Kierkegaard. Justo enfrente de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, el Relae. En una animada calle llena de tiendas, cafés y bares hípsters. Fue el primer restaurante de Copenhague especializado en vinos ecológicos y naturales, la tendencia que arrasa en los últimos meses y que me ha conquistado por completo: vinos turbios, más ácidos de lo que estamos acostumbrados y de sabor siempre sorprendente.
Pedimos el maridaje de tres vinos, que cuesta 37 euros. Pero la simpática camarera, mitad francesa mitad italiana, nos aclara enseguida que no se trata de un maridaje tradicional con el menú, sino de una selección del sumiller. Nuestro favorito es el Pouilly-Fumé La Levée 2013 que elabora el enólogo francés Alexandre Bain en el valle del Loira. Intenso. El local es pequeño y, como no tenemos reserva, nos sientan en una de las mesas compartidas, con vistas a la cocina abierta. Para probar un poco de todo, escogemos la selección del chef, que incluye siete platitos pequeños (también por 37 euros).
Aunque Manfreds & Vin no es un restaurante estrictamente vegetariano (de hecho, su plato más famoso es el steak tartar), las verduras, por supuesto de temporada, asumen todo el protagonismo. La carne o el pescado quedan relegadas al papel de guarnición, invirtiendo el orden tradicional.
A mi acompañante le encanta el rábano con alcaparras secas y queso de cabra y el tagliatelle de remolacha con olivas y parmesano.
Otra tendencia que triunfa en Copenhague, y en este restaurante, es la de quemar ligeramente los ingredientes. Vamos, la versión moderna del socarrat de la paella valenciana.
Mi plato favorito es precisamente el huevo escalfado con puré de cebolla carbonizada. De postre, øllebrød, una receta viejuna danesa con pan de centeno y cerveza.
Almanak. Perfecto para el brunch del domingo. Su ubicación es inmejorable: en un precioso edificio art decó verde de dos plantas, al final del viejo puerto Nyhavn, junto al agua en uno de los canales de Copenhague. El interior, muy luminoso, es la quintaesencia del diseño minimalista nórdico. Suelo de madera oscura, lámparas bajas y sillas, mesas y sillones en diferentes tonos de gris. La especialidad aquí es el smørrebrød, el tradicional sándwich descubierto danés, aunque con una vuelta de tuerca: una presentación muy cuidada y muchas hierbas y flores.
Nos encantan el de huevo con gambitas y el de roast beef con cebolla rebozada crujiente. Los hay también calientes, como el de paté de hígado, champiñones, remolacha y pepino.
Uformel. Está cerca del famoso parque de atracciones Tívoli. Recomendable para una cena íntima. Luz tenue, ambiente sofisticado y elegante. Camareros hípsters. También les encantan los vinos naturales. Y siguen la moda de estructurar la carta en una serie de pequeños platos, sin distinguir entre entrantes y principales. Cada uno vale 15 euros y te recomiendan pedir al menos cuatro. Impresiona su cuidada presentación pictórica. Espectacular el cangrejo con coles de bruselas asadas y sésamo, el favorito de mi acompañante.
A mi me encanta el cordero con espinacas y berenjena ahumada. Esta vez no nos da tiempo al postre.