Hubo una generación que se sabía hechizos y conjuros casi mejor que Hermione Granger. Lectores que se indignaron cuando alguien olvidó las cocinas de elfos domésticos en el Hogwarts de El Cáliz de Fuego. Jóvenes que se acostumbraron a leer, a leer mucho y por placer, y que ahora lo siguen haciendo. Las cosas han cambiado poco desde el auge de Harry Potter. ¿Quién ocupa ahora su lugar para esa misma generación que ha crecido? Canción de Hielo y Fuego, es decir, Juego de Tronos. La respuesta es casi unísona.
Los jóvenes de la generación Harry Potter hoy son ‘millennials’, tienen unos veinte años y siguen leyendo. De hecho, lo hacen mucho. Un vistazo a la encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España (2014-2015) da lugar a pocas dudas: el 90,1 por ciento de los encuestados de 15 a 19 años se considera lector habitual de libros. Bastante más de la mitad, el 65,6 por ciento, lo hace por gusto. En la franja de edad de 20 a 27 años, casi ocho de cada diez leen libros, porcentaje que es del 67,1 por ciento en el caso de los que lo hacen por ocio. No sólo esto, esta horquilla de edad es la que más devora palabras.
“Es mentira, ¿no?”. Una tarde recorriendo un Madrid lluvioso de abril demuestra que la mayoría de los jóvenes lee, que le gusta y que quisiera tener más tiempo para hacerlo. Pero pocos creen que el resto sea ‘como ellos’. O sea, que ellos sí leen, pero se creen los únicos… o algo así. Comentar las cifras de las encuestas deja cara de estupefacción en Marina, de 21 años. “La gente de nuestra generación lee poco porque están todo el día haciendo otras cosas”, apostilla.
Marina enumera los motivos que llevan a los jóvenes de su quinta a no leer (o a hacerlo poco): “Te pasas media vida en la Universidad o estudiando y el resto del tiempo en casa estás haciendo trabajos para la Universidad. Entonces luego quieres emborracharte, salir de fiesta o dormir. O tener una vida”. Aquí entra en juego otro factor, la actividad física. Y es que si hay que ejercitar cuerpo y mente, el tiempo no se estira tanto: “Da cosa sentarse en un sofá a leer y quedarte leyendo más. Es como que sientes que deberías usar tu tiempo para moverte, porque estás todo el día sentado”.
Lorena y Beatriz, también de 21 años, parecen responder a esta chica que no conocen desde la otra punta de la ciudad: “Creo que nosotras leemos más que mucha gente”. ¿El motivo? El botellón. No es que estas dos chicas no vayan a dicha reunión social, es que se organizan mejor… y que les gustan los libros, claro. “Yo a veces les pregunto por qué no leen y dicen que les aburre. Prefieren ver una película o una serie”, explica Beatriz.
“Creo que se lee menos”, comenta también Ismael, de 21 años. Él dice “leer bastante”, pero coincide en que el resto de personas de su edad pasa de los libros. También la culpa la tiene el ocio: “Ahora hay más alternativas. Antes por ejemplo podías leer un libro o salir con tus amigos y ahora puedes hacer mil cosas más. Eso también ha perjudicado un poco”. Fabio, de su misma edad, pone nombre a esas distracciones: los aparatos electrónicos. “No le echo la culpa a eso, simplemente creo que somos muy débiles y caemos fácilmente en la imagen antes que en una lectura, que al final es mejor”.
Encarni, la novia de Ismael, no tiene la misma opinión: “Creo que leen bastante”, dice de aquellos de su edad. De todas las personas entrevistadas, sólo dos lectoras confían en sus compañeros de generación. Lucía, de 19 años, complementa a la primera y habla de la imagen de los jóvenes: “La gente de nuestra generación lee más de lo que parece. Se dice mucho que no, pero luego te pones a hablar y sí leen”. ¿Por qué pasa esto? “Igual porque estamos condicionados”. ¿Y quién condiciona? Aquí responde su novio, David, de 21 años: “También depende de con quién te relaciones. De todos mis amigos prácticamente ninguno lee. Yo creo que si mis amigos leyeran más yo también lo haría”.
Según las encuestas, ahora hay más jóvenes que leen. El estudio de 2010-2011 decía que el 72,8 por ciento de los españoles de 20 a 24 años se consideraba lector, porcentaje que aumentó siete puntos en la última encuesta, hasta el 79,8 por ciento. Es decir, ocho de cada diez consume libros… y dos no lo hacen. ¿Dónde están ellos?
Los encontramos en la puerta de una facultad en la Universidad Complutense. Son Javier, de 19 años, e Irene, de 20. Ellos no leen. “A mí de pequeña me regalaban libros para joderme”, comenta entre risas la veinteañera. Lleva sin tocar un libro “cuatro o cinco años”. “Igualmente no tengo tiempo y tampoco me apasiona leer” dice con desgana justo antes de dejarse hacer una foto para publicarla en Snapchat, donde se pudo ver en vivo parte de este reportaje.
Su compañero de descanso no tiene tal fobia a las letras pero, digamos, no le motivan especialmente. “Me gusta leer, pero me cuesta coger un libro. Una vez que lo cojo sí, pero me cuesta ponerme y decir ‘voy a empezar un libro’. Después termino y pienso ‘me gusta el libro’, pero no digo ‘voy a coger otro’”, comenta de forma atropellada bajo la mirada de su amiga.
“NO VAS A LEER BIOGRAFÍAS”
¿Y qué tiene que tener ese libro para que enganche a un no-lector… y a otro que sí lo sea? Aquí la novela gana por goleada. “No vas a leer biografías”, comenta entre risas Lorena. ¿Algún título? Por supuesto, Juego de Tronos (Canción de Hielo y Fuego, aunque ninguno lo llama así), que “sigue con la temática fantástica” de Harry Potter y “gusta por eso”. “Es otro mundo, olvidarte de la realidad”, añade su amiga Beatriz, que insiste en la lectura como manera de evadirse de los “ochenta mil libros” que le mandan en la Universidad. De todos los preguntados en la Encuesta de Hábitos de Lectura en España, el 92,5 por ciento tiene la misma opinión que estas chicas y lee obras literarias, mientras que ‘sólo’ el 57,3 por ciento opta por obras de divulgación. Tampoco es un porcentaje pequeño.
Isabel, de 20 años, es una de esas lectoras de obras no literarias. “Leo cosas que no tocan lo que estudio o que lo tocan desde otra perspectiva no tan académica. Para relajarme, para pensar”, comenta mientras intenta hacerse escuchar en un vagón de metro, donde leía apostada contra una de sus barras. “Más que una historia me gusta una reflexión, una discusión. Ahora estoy leyendo mucha ciencia desde la perspectiva social”, dice, aunque agrega que también le gustan los clásicos, esos libros “que oyes mucho, que son referencia”.
En su caso, no lee “muy rápido”, así que al año puede acabar “cuatro o cinco libros, en verano igual más”. Acaba de terminar Qué es la Ciencia de John Ziman y ahora está con Siddhartha, de Hermann Hesse.
También opta por obras más divulgativas Fabio. “Cuando era pequeño leía por las historias que contaban, ahora hay veces que prefiero leer por placer y otras veces para conocer”. En este momento está en esa segunda fase en la que prefiere autores como Daniel Estulin, que en su libro sobre el Club Bilderberg “trata un poco sobre cómo las grandes fortunas del mundo manejan todo”.
Dentro de los géneros literarios, la novela contemporánea ha conquistado al 75,3 por ciento de los lectores. Le siguen las obras clásicas, las biografías, los libros infantiles y la poesía. ¿Poesía? Sí. Lo explican Elena y Miriam, también de 21 años: “se lleva mucho, la gente de nuestra edad lee mucho a poetas como Marwan, libros de Rayden…”. ¿A qué se debe este auge? “Han surgido en las Redes Sociales. Les seguía muchísima gente, han tenido el tirón y han sacado el libro”. Encarni es una de esas lectoras de poesía, sobre todo “últimamente”. Eso sí, su favorita sigue siendo la novela.
¿Qué tiene este género, que atrapa de tal manera a los lectores? Para Alfonso Tordesillas, de la librería Tipos Infames (Madrid), los libros más leídos por los jóvenes de hoy tienen una característica concreta: “un componente emocional importante”. Pese a que Lorena mencionaba entre risas la biografía como un género que no se le ocurría leer, uno de los libros de más éxito ahora es precisamente una: Instrumental, de James Rhodes. Esta obra “transmite música, frescura, cercanía”, y ha encandilado al público. Preguntado sobre la poesía, Tordesillas habla de gente que va a su local buscando obras concretas. En su caso, cree que el auge de este género viene dado gracias a la reedición de clásicos y a que las editoriales “se abren a otras cosas”, la poesía es ahora “menos pura”, y eso gusta.
Volviendo a las novelas, la más mencionada es Juego de Tronos. ¿Pero qué más leen? El Tiempo entre Costuras de María Dueñas es otro de los títulos nombrados. Miriam acaba de terminarlo. “Me gusta más la novela, me engancha porque es una trama. Me entretengo más”. En general todos son pocos innovadores a la hora de hablar sobre los motivos que les llevan a elegir novelas: les ayuda a evadirse, a relajarse, a “escapar del mundo”.
“La Voz Dormida me gusta también mucho”, agrega Encarni, que asegura que lee una media de dos libros a la semana y que cuando compra uno se deja guiar por la sinopsis. Otros tiran de sugerencias, aunque no siempre aciertan: “He intentado leer el de El Alquimista, de Paulo Coelho, pero no paso de la página 50, y eso que me lo han recomendado”, señala medio avergonzado Álvaro, de casi 27 años.
George R. R. Martin resuena varias veces al preguntar. Pero no es el único autor repetido: Stephen King, Agatha Christie, Charles Bukowski… nombres en blanco y negro se entremezclan con otros a todo color. Hablan también de clásicos, pero pocos pasan de la época de Stephen Crane, Oscar Wilde o Charles Dickens. Sobre el número de libros que se acaban en un año, la media no termina de coincidir con lo que dicen las encuestas: la mayoría habla de unos cuatro o cinco libros cada doce meses, casi todos durante el estío.
Decir joven es casi sinónimo de decir ‘persona-pegada-a-un-móvil’. ¿Quiere esto decir que los ‘millennials’ leen más en digital que en papel? Pues no, aquí “la tradición” manda. El barómetro de diciembre de 2014 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) revelaba que el 66 por ciento de los españoles nunca había leído en formato electrónico. Según la encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales, en 2015 el 59 por ciento de los españoles lee sólo en papel. Eso sí, en cuatro años el porcentaje de aquellos que leen en digital se ha casi triplicado: ha pasado del 6,5 por ciento al 17,7.
Si son jóvenes y nativos de las pantallas, ¿por qué no leen a través de ellas? Precisamente por el hartazgo. Isabel lo explica así: “Estoy siempre con el ordenador, las pantallas, es una saturación con el móvil. He probado el ebook pero disfruto más el papel, mis marcas, doblar las páginas…”. Encarni habla también de eso: de que el libro sea suyo y pueda hacer con él lo que le plazca. Miriam es más directa: “Leo en papel, en digital es horrible, pierde todo el encanto. Es como estar en otra pantalla de ordenador haciendo un trabajo, es horrible, un rollazo”.
También los hay nostálgicos: Lucía se llama a sí misma “tradicional” en este aspecto y dice que lee en papel “porque es lo que llevo haciendo toda la vida”. Álvaro, de casi 27 años, habla de emociones: “Me gusta mucho el romanticismo del libro en papel, el proceso de ir a la tienda es muy bonito”.
Al final, el ebook queda como una inversión que se hace casi por obligación: Elena se lo compró porque no tenía sitio para más libros en su habitación… pero también porque así se los descarga sin pagar, como hace Beatriz. “Me gusta más en papel, pero me los descargo gratis. No voy a estar comprando libros o yendo a la biblioteca”.