Hollywood nos ha engañado durante décadas. Ha vendido glamour, focos, alfombras rojas, estrellas y magia, pero dentro había un mundo mucho más perverso. Aquellos que alguna vez se atrevieron a sugerirlo se les callaba y se les expulsaba de una industria exclusiva en la que había que asentir siempre. Las voces disonantes se apagaban. Nadie podía cuestionar un sistema que todo el mundo envidiaba y que era rentable.
Al final se convirtió en un cortijo en el que salió lo peor de la sociedad. El machismo, el acoso y los abusos se convirtieron en una tónica dominante que se ha escondido debajo de la alfombra todo este tiempo. Hasta que su peor monstruo salió a la luz. 2017 será recordado como el año en el que todo el mundo descubrió la verdad de Harvey Weinstein, el que fuera el productor de cine más poderoso del mundo, que ha sido acusado de acosos, abusos, chantajes y extorsiones a decenas de actrices.
Sus prácticas fueron publicadas en dos artículos demoledores de The New York Times y The New Yorker. Ashley Judd, Mira Sorvino, Asia Argento… mujeres que sufrieron los abusos de poder de este depredador que acabó con sus carreras. Con Weinstein sólo había dos opciones: o hacías lo que quería o terminaba contigo. Si alguien levantaba la voz era expulsada de la industria. Era capaz de usar hasta agentes del Mossad para que nada saliera de su control. Hasta que unas cuantas valientes levantaron la voz. Ahora Weinstein ha sido expulsado del Hollywood que él ayudó a crecer.
La hipocresía de una industria que hizo de la cultura del silencio y de la tolerancia hacia ciertos actos lo normal. Lo reconocía Quentin Tarantino, que tuvo que decir que sabía más de lo que hubiera deseado. De forma implícita también Ben Affleck, que ha donado lo ganado con las películas de Weinstein, al que agradeció su Oscar junto a su amigo Matt Damon cuando ambos eran unos pipiolos que muchos señalan como encubridores.
Las valientes que se atrevieron a denunciarle públicamente -que han sido elegidas como persona del año por la revista Time- no sólo consiguieron acabar con el monstruo, sino que iniciaron una cadena de denuncias contra él y otras figuras públicas que habían abusado de su poder para conseguir sus propósitos. Algunas mujeres desde el silencio con el #metoo que se hizo viral en redes sociales, y otras hablando claro. Weinstein sólo fue “la punta del iceberg”, como explicaba Emma Thompson, que en una entrevista que lo que había era “un sistema de abusos, menosprecios y acosos”.
Uma Thurman, Salma Hayek, Angelina Jolie… todas ellas se unieron y contaron sus casos. Esto tenía que servir para algo, ser un punto de inflexión para que ningún hombre volviera a abusar de su poder. No sólo en Hollywood. En cualquier industria. Como un dominó, después de caer Harvey Weinstein vinieron los demás. El primero Kevin Spacey, que era acusado por un actor de haber abusado de él cuando aún era menor de edad. El actor decía no acordarse en su comunicado y levantó una cortina de humo confesando su homosexualidad. No sirvió de nada y las denuncias contra el ganador del Oscar por American Beauty se sucedieron hasta el punto de que Netflix canceló House of Cards y el Old Vic, el teatro que dirigió en Londres, tuvo que poner un mail para que la gente mandara sus acusaciones contra él.
También surgieron los que defendían su status quo. Hombres que defendían a hombres. Woody Allen, que hace años fue acusado por su hija de abusos y cuyo hijo ha sido uno de los autores de los artículos contra Weinstein, pedía que esto no se convirtiera en una caza de brujas y no se persiguiera a alguien por guiñar el ojo. Matt Damon intentaba explicar que no era lo mismo un cachete en el trasero de una mujer que un abuso. No habían entendido nada. A pesar de todo ellos seguían anclados en un sistema que había dado por normales actos que no lo eran, y cuyo resultado era la creación de monstruos como Harvey Weinstein.
O como Louis C.K. el cómico que también fue acusado por varias mujeres de haberse masturbado delante de ellas. Lo reconocía en una carta en la que decía algo importante: “Lo que he aprendido más tarde, demasiado tarde, es que cuando tienes poder sobre otra persona, pedirle que miren tu pene no es una pregunta. Es una obligación para ellas. El poder que tenía sobre estas mujeres es que me admiraban, y yo ejercí ese poder irresponsablemente". Ahora Hollywood tiene que demostrar que nadie queda impune, que no vale con vestir trajes negros en los Globos de oro, sino que hay que luchar para no haya Weinsteins en el futuro.