Germaine Greer, la gran feminista que defiende a Weinstein y Woody Allen
Revolucionó -por primera vez- el mundo en los setenta con su best-seller 'La mujer eunuco'. Ahora asegura que "si las mujeres han abierto las piernas porque [Weinstein] les ha dicho ‘sed amables conmigo y os daré un trabajo en una película’, me temo que eso equivale a consentimiento".
24 enero, 2018 15:50Germaine Greer es una de las intelectuales feministas más influyentes del siglo XX: académica, escritora y profesora de literatura inglesa en la Universidad de Warwick. A partir de la publicación de su libro La mujer eunuco, best-seller de los setenta (editado en España por Kairós), se convirtió en una de las voces más heterodoxas y chirriantes del panorama mundial por lo incómodo de sus análisis. “Hoy, como ayer, las mujeres deben negarse a ser sumisas y crédulas, pues el disimulo no puede servir a la verdad”, decía entonces.
Ahora vuelve a agitar las conciencias de sus adeptos con una performance insólita, con una nueva sorpresa discursiva: salir en defensa de Harvey Weinstein y Woody Allen. “Siempre he deseado ver a las mujeres reaccionar de inmediato cuando se enfrentan a abusos sexuales o a acoso”, ha expresado Greer. “En los viejos tiempos había películas, comedias, en las que había un personaje hombre que miraba con lujuria a las mujeres. Y ellas siempre lo burlaban sin problemas: era un tonto. No le teníamos miedo y no temíamos abofetearlo”.
Si las mujeres han abierto las piernas porque él les ha dicho ‘sed amables conmigo y os daré un trabajo en una película’, me temo que eso equivale a consentimiento
Reconoce que la cuestión es matizable “cuando el hombre tiene poder económico, como en el caso de Harvey Weinstein”, pero que “si las mujeres han abierto las piernas porque él les ha dicho ‘sed amables conmigo y os daré un trabajo en una película’, me temo que eso equivale a consentimiento, y ahora es demasiado tarde para darle vueltas”.
La escritora también ha hecho pública su opinión sobre las acusaciones de Dylan Farrow a Woody Allen, que han vuelto a salir a flote a raíz del movimiento #MeToo. Allen está siendo súbitamente rechazado por la industria y muchos de los actores que han trabajado con él han explicado que no lo harán más, e incluso que donarán el dinero que ganaron con sus películas. “Fue hace 20 años, ¿así que quieren que deje de hacer películas ahora?”.
Lo que ella llama el “negocio” del #MeToo “no funciona, porque todos los hombres poderosos a los que han puesto en problemas están informando ya a sus abogados”: “Va a ser la prueba de O. J. Simpson una y otra vez, seguirá y seguirá, y enfrentará a la mujer contra la mujer. Estoy preocupada por las mujeres que han dado su testimonio, porque ahora se las llevarán a pedazos. El poder es poder, en última instancia, y las personas que protestan son personas que no tienen el poder”. También ha lamentado que el movimiento no haya visibilizado el abuso a mujeres de minorías étnicas en sus trabajos comunes (fuera de Hollywood).
Las tesis de Greer (de los 70 al 2000)
“La igualdad no puede ser, para las mujeres, un sucedáneo de la liberación”, lanzaba en los setenta. Su tesis partía de la idea de que “la mujer nace mujer, pero la castran las convenciones sociales” y ahondaba en la crítica al amor romántico, al que bautizaba como “estafa” -mucho antes de que este descubrimiento se hiciese tendencia-. “Las mujeres deben reconocer en la ideología barata del enamoramiento la inducción fundamental a dar un paso irracional y autodestructivo. Esta obsesión no tiene nada que ver con el amor, porque el amor no es ni desvanecimiento, ni posesión, ni obsesión, sino un acto cognitivo; en realidad, la única manera de aprehender el núcleo central de la personalidad”.
Greer puso el foco sobre cuestiones como la defensa del aborto, la violación, la menopausia o las relaciones lésbicas, confesando, en primera persona, el ostracismo que sufrió en 1989 a raíz de su relación con la doctora Rachel Patman, una colega transexual. En el año 2000 volvió a sacudirse hasta el último pelo de la lengua con La mujer completa (Kairós), donde ponía en tela de juicio casi todo lo que entonces se consideraba como un avance de la condición de la mujer. Señalaba que “algunos hombres odian permanentemente a las mujeres; todos los hombres odian a algunas mujeres una parte del tiempo”: “En el año 2000 hay más hombres que odian a las mujeres con mayor resentimiento que en 1970. Nuestra cultura es mucho más masculinista que hace treinta años", espetó.
Pesimista: un mundo cada vez más masculino
Su panorámica del avance feminista era, cuanto menos, pesimista. “Cuando escribí La mujer eunuco, nuestras hijas no se autolesionaban ni se mataban de hambre. Por todas partes hay hoy mujeres enmudecidas soportan infinidad de dificultades, sufrimiento y dolor en un sistema mundial que crea millones de perdedoras por cada puñado de ganadoras", explicó Greer. "Cuanto mayor es el número de políticas que puede exhibir un Parlamento, menos probable es que éste se ocupe de los temas que afectan a las mujeres. La realidad de las mujeres es una vida de trabajo, en su mayor parte no remunerado y, lo que es peor aún, no valorado".
Apuntó que el fútbol se había convertido en “la actividad cultural más significativa”, que “los videojuegos ignoran a las mujeres” y que “la música rock que atrae a los hombres es deliberada, increíble, ofensivamente misógina”. De su libro de los setenta al del inicio de siglo, sencillamente, lo que había recogido es que “mientras [que] las mujeres luchaban por vivir como adultas dignas y responsables, los hombres se han refugiado en fantasías y conductas extravagantemene machistas".
Mientras que las mujeres luchaban por vivir como adultas dignas y responsables, los hombres se han refugiado en fantasías y conductas extravagantemene machistas
Se mostró beligerante contra la pornografía, el sexo comercial y la interpretación social de la maternidad: “La última función inherente a la maternidad consiste en cargar con la culpa. Todo aquello que más adelante en la vida le suceda a su criatura será culpa de la madre, aunque sólo sea porque no hay nadie más a quién culpar”, relató, y sugirió que defendía “que la maternidad sea considerada como una auténtica carrera, es decir, como un trabajo remunerado, y, como tal, alternativa a cualquier otro trabajo remunerado”. Denunció la tiranía de los cánones de belleza basados “en el desprecio al propio cuerpo” y ensimismados con la idea de convertir a toda mujer en una Barbie artificial “en un último intento desesperado de atraer la atención de unos varones, por lo común, indiferentes”.
En una de sus tesis más polémicas embistió contra los avances médicos (desde la anticoncepción a la genética), porque, a su parecer, dejaban a las mujeres indefensas en manos de la química y la mutilación en nombre de “el establishment patriarcal de la reproducción”. Desde entonces, ha publicado más de 13 ensayos. Ahora, según ha revelado, anda trabajando un ensayo llamado On Rape, continuación a On Rage. "La violación es un crimen diario, no espectacular. Lo que necesitamos es una ley coherente contra la agresión sexual".