Una torre de treinta metros de profundidad, excavada hace 2.500 años al sur de la pirámide de Unas, en la necrópolis de Sakara, era parte de un centro de momificación y esconde una "mina de oro de información" sobre el arte de preservar los cuerpos de los muertos antes de su viaje al más allá.
"Es una mina de oro de información sobre la momificación", insiste el director de la excavación germano-egipcia, Ramadán Badry Husein, ante los medios de comunicación y varias decenas de diplomáticos que, acompañados de sus familias, acudieron a Sakara en esta calurosa mañana de julio para no perderse la ocasión.
"Los aceites y los productos de la momificación fueron hallados en tarros con etiquetas" sobre su contenido, dice un entusiasmado Husein, antes de subrayar que gracias a este hallazgo están "cerca de descubrir la composición de las sustancias químicas" y los productos que se emplearon en esta momificación.
Para ello, seis expertos egipcios y alemanes participarán en el análisis de las sustancias, que en torno a los siglos VII y V antes de Cristo fueron cuidadosamente dispuestas en tarros de arcilla expuestos en una amplia carpa de telas blancas, donde algunas ráfagas de aire fresco daban un respiro al bochorno del mediodía egipcio.
Doce pequeños tarros de arcilla aún mantienen impregnados los restos de las sustancias que contenían y cuya composición los científicos esperan descifrar para dar un nuevo paso en el conocimiento del Antiguo Egipto. A esto ayudarán otros frascos y cuencos de medida, con inscripciones en demótico y en hierático sobre el proceso de momificación.
Todos ellos han sido hallados a 13 metros de la superficie, en una sala de embalsamamiento que pertenecía al taller de momificación donde se hunde la torre y donde también había un espacio reservado a la preparación de las vendas de lino y otro a la sal con la que trataban los cuerpos de los difuntos.
Junto a los recipientes se exponen, en varias vitrinas, unos vasos canopos de alabastro, algunos trozos policromados de cartonaje que recubrían varias momias, decenas de figuritas funerarias o "shabtis" (azules) y una singular máscara de plata y oro, descubierta en el fondo de la profunda torre excavada en la arena.
La máscara, un elemento "raro" en las tradiciones funerarias de la época por la escasez de la plata en el Egipto de aquella época, fue encontrada adosada al rostro del segundo sacerdote del dios Mut y sacerdote de la diosa serpiente.
Su nariz aplastada y sus labios carnosos son eclipsados por la tristeza que revela la mirada vidriosa de la máscara del monje, cuyo iris fue elaborado con piedra preciosa negra, y el resto del ojo con calcita y obsidiana. Desde 1939 no se encontraba una pieza de similares características en Egipto.
A treinta metros de distancia y treinta metros de profundidad, descansa el resto de la momia, hallada en una sala con cuatro nichos que acogen los cuerpos y los sarcófagos de unos egipcios que vivieron durante la XVI dinastía faraónica o periodo saita, que se extendió entre los años 664 y 525 antes de Cristo.
A ella se accede desde el centro de lo que fue un "taller de momificación", desde el que se daba paso al pozo de enterramientos, donde según explica el jefe de Antigüedades egipcio, Mustafa Waziri, aún queda mucho por encontrar.
Mientras se desciende por una estrecha escalera de escalones de madera dispuestos sobre andamios, la temperatura aumenta y la respiración se vuelve un poco dificultosa. En ella descansan cuatro sarcófagos de madera y uno de piedra, de los cuales, solo uno ha sido abierto. Comparten los nichos con 35 momias, unas de origen humilde y sin ropajes, y otras de ricos que permitieron recibir a la muerte con doradas pinturas sobre sus cartonajes.
Junto al nicho donde descansa la momia enterrada con la máscara de plata y oro, el arqueólogo egipcio Mustafa Tolba explica que el sarcófago de madera que la cubría fue comido por la humedad y los siglos. Enfrente, en otro hueco, yace un gran sarcófago de piedra caliza, aún sellado. El nombre de su dueña, Tadihor, ha sido revelado gracias a los vasos canopos encontrados en el mismo hueco de su tumba.
El director general de Antigüedades, Mustafa Waziri, asegura a varios medios tras el anuncio del descubrimiento que esto es solo el principio de una "nueva temporada de hallazgos" arqueológicos. Waziri también destacó que la última excavación en la zona fue en 1900 y subrayó que ninguna otra misión se había adentrado en sus arenas hasta marzo de 2016, cuando dio comienzo la primera temporada de la actual misión germano-egipcia.