"Su falta de reflexión es acompañada de barbarie y salvajismo, como ocurre a menudo en los pueblos del Norte: pienso en la costumbre que consiste en suspender del cuello de su caballo las cabezas de sus enemigos cuando vuelven de la batalla y llevarlas con ellos para clavarlas delante de las puertas principales. Poseidonio dice haber visto él mismo este espectáculo en muchos lugares (...) Embalsamaban con aceite de cedro las cabezas de sus enemigos ilustres para mostrarlas a los extranjeros y rechazaban venderlas aunque fuera a cambio de su peso en oro".
Así narraba el historiador griego Estrabón, coetáneo de la época del emperador Augusto y basándose en testimonios del filósofo Posidonio, la costumbre de decapitar a los enemigos en la Galia. Existían evidencias científicas que etiquetaban a los galos como temibles guerreros que practicaron sanguinarios rituales, pero ahora una investigación arqueológica ha confirmado uno de los aspectos narrados por los autores clásicos: no solo segaban los cuerpos de sus adversarios tras la batalla, sino que también embalsamaban sus cabezas.
Los expertos han encontrado restos de resinas de coníferas en varios cráneos descubiertos en un asentamiento de la Edad de Hierro localizado en Le Cailar, en el sur de Francia. El hallazgo viene a ratificar la macabra práctica de los galos celtas y la conservación de sus aterradores trofeos de guerra. "Los textos antiguos ya nos hablaban sobre las cabezas embalsamadas con aceite de cedro... Ahora, gracias a nuestro análisis químico, sabemos que esta información era cierta", señala Réjane Roure, coautor del estudio llevado a cabo por la Universidad Paul Valery de Montpellier, según The Guardian.
En un artículo publicado en Journal of Archaeological Science, Roure y el resto de investigadores aseguran que han analizado 11 fragmentos de cráneos descubiertos en el yacimiento de Le Cailar que presentan marcas de haber sido decapitados y pistas que apuntan a la extracción del cerebro. Además, el examen destapó que seis de los 11 trozos evidenciaban huellas de unas sustancias relacionadas con la resina de coníferas.
Los encargados del estudio, no obstante, dicen que no se puede asegurar con exactitud cómo se llevó a cabo el proceso de embalsamamiento. Pero mencionan dos teorías: sumergiendo las cabezas en la resina o derramando el viscoso líquido sobre ellas varias veces. Réjane Roure cree que el propósito de esta práctica estaría encaminado a exponer el rostro del guerrero enemigo derrotado. Y era más importante el trofeo, su simbolismo, que cualquier fortuna ofrecida a cambio. Así lo describía, Diodoro, otro de los historiadores antiguos:
"Cuando cae un enemigo le cortan la cabeza y la atan alrededor del cuello del caballo; (...) Untan, por otra parte, con aceite de cedro las cabezas de los enemigos más señalados y las conservan cuidadosamente en una caja para luego mostrárselas a los huéspedes, orgullosos de que esa cabeza, ninguno de sus antepasados, ni su padre, ni él mismo, ha consentido en darla por una gran cantidad de dinero. Se dice también que algunos de ellos se vanaglorian de que no aceptaron por la cabeza su peso en oro, haciendo gala de una más bien bárbara magnanimidad, y no porque no sea noble el negarse a traficar con las insignias del valor, sino porque es propio de fieras el combatir al semejante, aun después de muerto".
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