El viaje de Haze, el rapero flamenco: de la cocaína y la cárcel a dar clases de literatura
- El músico que puso banda sonora a '7 vírgenes' y 'Yo soy la Juani' hoy presta su testimonio para "que los chavales puedan salir del barrio".
- Dará clases de literatura en un instituto andaluz para ayudar a los olvidados del sistema.
- ¿Por qué no existe rap de derechas en España?
Sergio López Sanz (Haze) fue el hombre que le puso banda sonora a las miserias de los barrios pobres de Andalucía allá por el fin de siglo, cuando aún el extrarradio no estaba de moda, cuando la estética cañí no había sido devorada -también- por el rodillo del capitalismo. Haze no vino a romantizar la calle, sino a retratarla con la honestidad cruda del que la padece: llegó con sus letras transparentes de niño criado en Los Pajaritos (Sevilla), llegó cargado de política obrera y de conciencia de clase a hablar sobre explotación, fatigas, trapicheos, inmigración, violencia y dolor, dolor, dolor -de ese que para respirar se convierte en rabia-.
Su primer trabajo, en 2004, fue premiado como el mejor disco de hip hop de España. Más tarde pondría himnos a películas como 7 Vírgenes o Yo soy la Juani. El rap de Haze funciona porque es real como un desahucio, como una espalda molida tras currar 12 horas, como una raya para escapar de la propia vida, como un niño sin regalos el día de los Reyes Magos.
El músico no cree en el arte ornamental, en la cultura como entretenimiento, sino como bofetada de realidad. Después de la crisis tomó conciencia profunda de ello y, además de estudiar Filología Hispánica, comenzó a dar conferencias y congresos a los chavales para que se apoyasen, como en un trampolín, en su oscuro testimonio: el de un joven que vivió estrecheces, que salió de la cocaína, que pisó la cárcel y que supo reconstruirse sin ambages para convertirse en el ciudadano crítico y entero que hoy es.
No desactiva el ojo de la nuca y se acuerda de dónde viene. Hoy tiene más cerca que nunca su último sueño: ser profesor de literatura en un instituto andaluz, donde pueda hablarle de tú a tú a los críos que creen, severamente, que no hay futuro para ellos. Que nunca podrán salir de su hoyo. Haze se dirige a los olvidados del Estado, a los desoídos del sistema. Él ya estuvo en ese páramo y ahora tiende la mano al resto, desde el atril.
¿Cómo ha cambiado Haze desde 2003 hasta 2018? Han pasado muchas cosas desde la primera maqueta Crónicas del barrio hasta hoy.
A nivel profesional, en este tiempo se han editado cinco discos. Y a nivel personal, ha pasado aún más: cuando publicamos el cuarto, Doctor Haze, entró la crisis, y seguí el consejo de una amiga que me dijo “yo creo que deberías aprovechar para estudiar”. Eso hice: la crisis pegaba fuerte e hice la prueba de acceso de mayores de 25 años para tener un plan B. Hice los exámenes y pasé el corte. Siempre me ha gustado mucho leer y escribir así que empecé Filología Hispánica. De 2011 a 2015 hice el grado, luego opté por el máster de investigación de Geografía e Historia y por el máster de Estudios Americanos. Actualmente estoy combinando mi vida como músico con el máster para ser profesor de secundaria. Hay que sumarle todas las charlas, conferencias y congresos en los que he participado sirviéndome de mi testimonio, para ser ejemplo de superación para muchos jóvenes de barrio.
Más allá de la decisión de estudiar una carrera, ¿cómo te atravesó la crisis económicamente? ¿Arrasó con mucho de lo conseguido?
Sí, porque yo lo aposté todo por una casa. Estaba en los años del éxito, era disco de oro, estaba ganando pasta… y luego siempre vienen las vacas flacas. Me metí en una hipoteca que era de 1.000 euros al mes y tenía la mitad de la casa pagada cuando vinieron los momentos duros. Dentro de lo malo no me tuvieron que desahuciar, pero entre la letra del coche, la de la casa, los conciertos… tuve que vender la casa, y eso que esa casa representaba mis sueños de tener un hogar, una familia, y todo ese rollo. Pero bueno, quedé en paz con el banco y me pulí lo que había ganado. Es difícil caer cuando estás arriba.
En Cómo podría ser más rico cantas a la conciencia de clase: a las horas sin pagar, al aguantarle los abusos al patrón… ¿Cuáles han sido tus experiencias laborales más flagrantes?
Antes de dedicarme a la música tuve muchos trabajos y en el 99% de ellos los empresarios ni me contrataban ni me aseguraban, además de pagarme poquísimo. Es tal la explotación física… he trabajado en empresas de mudanza, de albañilería, de pintura de brocha gorda. Y me he pasado muchas horas andando y repartiendo publicidad por cualquier localidad de Andalucía.
¿Qué se puede hacer para reponerse de esa vulnerabilidad? O no hay nada que hacer: ¿somos marionetas?
Yo me sentí muy vulnerable con ese tipo de abusos, pero ya te digo que poco se puede hacer: los empresarios son los poderosos, y como lo son, estamos en sus manos. Los sindicatos, los estatutos de trabajadores de ciertas empresas, etc., son algunos mecanismos de defensa y algo hacen, pero la verdad es que hay un gran número de personas que siguen trabajando en condiciones miserables. Ya no es que llegues a fin de mes ni a la primera quincena, es que acabas desahuciado. Y tantas personas sobrecualificadas: abogados, profesores, ingenieros… un montón de gente titulada que por desgracia, por no venir de una familia influyente, no tienen oportunidades.
Heroína se la dedicas a tu madre. Y le pides perdón.
Sin duda, mi madre es una de las personas que más quiero. En esa canción reflexiono sobre el problema de la pobreza y la falta de recursos. Viví las desigualdades sociales en primera persona. Mi madre visitaba a las monjas para que nos dieran algo de galletas, leche, arroz… necesitaba pedirle disculpas a mi mayor heroína cuando me perdí un poco consumiendo drogas y maleando.
Pero a la vez dices en la letra que siempre fuiste un buen chico. ¿Cómo afectan las circunstancias de extrema necesidad a las buenas personas?
Es que es eso: yo me considero una buena persona. ¿Sabes qué me considero? El más bueno de los malos, si es que alguien aún puede dividir a la gente en buenos y malos. Los malos son los que en algún momento han cometido un delito, pero muchas veces se tienen prejuicios: nadie se pregunta por qué han hecho eso, por qué han robado, por qué están en la cárcel. Y no vamos a hablar de toda al gente que debería haber entrado en la cárcel y no entró. La gente tiene sus razones. Incluso la gente buena tiene razones para hacer cosas malas.
¿Qué piensa un niño cuando vive en la escasez? Contabas que llegaban los reyes y no había ningún regalo. ¿Cómo se explica un crío a sí mismo eso?
Los niños no entendíamos nada… yo soy del barrio de Los Pajaritos, que ha sido por dos años consecutivos el barrio más pobre de España. Es increíble: aún siendo un barrio pobre, hay familias que tienen un poquito más que otras, y había niños que el día de los reyes bajaban a la calle son su buen chándal del Betis, con su balón de reglamento de Adidas o con lo que fuese, y luego había otros como yo que teníamos que bajar con lo que nos podían regalar nuestros padres: un chándal del mercadillo. Dentro de los barrios bajos también hay clases, y a un niño le duele, porque espera ese día con muchísima ilusión y luego… en fin, son cosas sencillas. Con esa edad no entiendes que tu padre está parado y que el otro cobra una miseria. Somos cuatro hermanos, en ese momento éramos tres. Era muy complicado.
En tus canciones has hablado de drogas y de tu adicción a la cocaína. ¿Cómo se sale?
Fue una etapa corta, quizá de un año. Pasa lo de siempre: tu grupo de amigos tiene una forma de vivir y tienen a mano las drogas… date cuenta de que los niños pobres que no saben qué hacer para tener lo más básico al final se buscan algún tipo de diversión. Muchos de mis amigos tenían verdaderos problemas en casa. Amigos que sus padres estaban presos, que tenían una madre alcohólica… y el jugueteo de la droga, el reírte, el creerte el más guay, el ser más popular en el barrio… te hace sentir bien, o no sentirte tan mal, porque total, no tienes nada que perder. El problema es después: salir de ahí. A mí por suerte no me costó tanto.
Estuviste en la cárcel por 4 robos con intimidación.
Sí, en realidad estuve un mes, pero fue porque no fui al juicio. Fue culpa mía, fue un error administrativo, yo creía que el juicio no se iba a celebrar pero al final se celebró.
Y te declararon en rebeldía.
Claro, no era mi intención, pero de repente estaba en busca y captura. De la comisaría a la cárcel. Y yo ahí era un chavalito que no se enteraba de nada. Pero el mes que estuve allí me sirvió muchísimo, fue un punto de inflexión. A partir de ahí cambié de forma radical. Eso le sirve a la gente como yo, a la gente buena que sabe que ese no es su sitio. Ese pequeño susto te ayuda a cambiar. Yo no quería volver a estar allí. Es muy triste y muy duro no saber cuándo vas a volver a tener libertad. Lo que aprendí allí fue que muchos de los que estaban allí sentían que no tenían que estar. Y que a cualquier persona nos puede pasar el acabar en una celda.
Hablemos de tu trabajo fin de grado de: Ideología y persuasión en el discurso de Pablo Iglesias. ¿Cómo ha cambiado Podemos desde entonces?
Todo ha cambiado mucho. Mi profesor de Análisis del discurso lanzó al aire una propuesta: “No me puedo creer que como están las cosas en política, ningún alumno de los últimos años haya hecho un trabajo sobre el nuevo discurso político”. Y ya salté yo: “Aquí estoy yo”. El discurso de Pablo Iglesias en el Reina Sofía me embriagó, me motivó mucho y me ilusionó analizar el texto. Estaba bien pensado, bien estructurado. Sentía que no se olvidaba de la clase trabajadora. Era un retórico, el chaval. Pero es verdad que todo ha cambiado. Yo a día de hoy no sé a quién voy a votar.
¿Es posible el rap de derechas, o sólo por la idiosincrasia del género es como un oxímoron? ¿Siempre el rap ha de ser combativo contra lo establecido?
Hay muchas maneras de ver eso. Yo creo que gran parte de los raperos españoles (y hablo del rap, no de lo que está surgiendo ahora con el reguetón y el trap) eran la mayoría de clase media. No es que fueran de clase alta y por eso tuvieran tendencias de derechas, ni que estuviesen del lado del patrón, pero al final la mayoría eran de una clase acomodada que no era la mía ni la del rapero del gueto de EEUU. Eran de una clase con buena educación, que sabía expresarse, que era competente, que tenía familias estructuradas y unos trabajos que les permitían hacer una vida normal. ¿Y esos raperos eran de derechas? No, pero no lo habían pasado mal.
¿Y eso se nota en las letras?
Yo creo que sí. Los grandes raperos de los noventa en España son letrados, son personas de alto nivel cultural. Escuchas su trabajo y hay debajo mucha cultura, pero para eso hace falta tener recursos y padres que te paguen clases particulares. El rap de derechas es para mí una incongruencia. Pero lo que se está haciendo ahora en la línea del trap y del reguetón… subyace un mensaje de “eh, señores, aquí si no tienes lujo no eres nadie”. El dinero para ellos es lo más importante, su coche, su ropa, su mujer guapa. Es un aspecto consumista que apoya la política de derechas y el capitalismo.
¿Los traperos, cuando tienen dos duros, se olvidan demasiado rápido de de dónde vienen?
Claro, esa es la fórmula del capitalismo más agresivo. Por eso se ha promocionado a esos artistas, porque al final no molestan. Los que manejan los hilos y los medios de información se han dado cuenta de que ahí hay un filón y de que hay que apostar por esos chavales que hacen música urbana y procesan sus ideas capitalistas y consumistas.
Ahora empiezas tus prácticas como profesor de lengua y literatura. Instituto de Sevilla Este. Decías en Twitter: “Madre mía, cuando los chavales me digan que sus padres me conocen de rapero flamenco...”.
Sí, en enero tengo que ir una semana para contextualizar, para saber cómo es el lugar donde voy a hacer las prácticas, para conocer al equipo directivo y docente. Tengo mucha ilusión, aunque al final como son prácticas aún estaré poco tiempo en la clase solo. Pero me encantaría ser profesor de un instituto de barrio. Sé que ahí puedo hacer mucho bien. Quiero hablarles de literatura, ya que en principio no puedo hablar de música. La música urbana tiene mucha conciencia y mucha lírica también. Es de los pocos géneros que dicen algo. Las élites han pensado que hay una alta cultura y luego está lo demás, pero hay vida más allá de la ópera y de la música clásica. De Bob Dylan a Metállica pasando por Joaquín Sabina o Fito. A los chavales hay que darles estímulos para que se sientan identificados. El barrio es un abismo en el que acabas atrapado, y si no puedes salir lo más probable es que tu futuro sea bastante oscuro.
¿Te da la sensación de que en nuevos productos, como el de Rosalía, se está romantizando la idea del barrio y del extrarradio? Se están quedando un poco con la estética sin profundizar en sus durezas.
Totalmente, se está intelectualizando el barrio. El producto del que estamos hablando es un producto hecho a medida para la clase media. Ya está, es un entretenimiento, es un arte muy bien hecho que utiliza los elementos más casposos de nuestra cultura y sirven a los antojos del mercado. ¿Cómo ve Europa a España? Pues con la mantilla, el toro, la guitarra flamenca y la iglesia. ¡Pues vamos a hacer de ahí un pucherito! Así, que quede guay, que quede cool y que no tenga nada de reivindicativo, para que le guste a todo el mundo. En el cine quinqui eso lo hicieron pero lo hicieron bien, tenía verdad y denuncia. Si este fenómeno lo sumas a la proliferación de series y películas donde tratan al narcotraficante como un héroe… vaya cóctel molotov para la juventud, sálvese quien pueda.