El año 1816 es históricamente conocido como "El año sin verano". Desde finales del siglo XIV el continente europeo había sufrido un proceso de enfriamiento que acrecentó sus efectos por la erupción del monte Tambora en Sumbawa (perteneciente a las Indias Orientales Neerlandesas).
La poeta y escritora británica Fiona Sampson escribió en la biografía sobre Mary Shelley que era poco probable que tanto ella como el grupo intelectual reunido en Suiza tuvieran conocimiento de una erupción volcánica a más de 15.000 kilómetros. No obstante, la influencia de este fenómeno natural marcó un antes y un después en el arte europeo. Cuando las cenizas alcanzaron la atmósfera no solo ocultaron la luz solar, también crearon efectos ópticos donde los atardeceres eran más coloridos que nunca a ojos de la gente —se especula que los cielos que pintó William Turner se deben a los ocasos de dicho año—.
En este siglo fluctuaron las artes románticas, basadas en un individualismo y subjetivismo atroz, y el oscurantismo celeste que reforzó esa nostalgia y tenebrosidad latente en los artistas de la época. Lord Byron, quizá el poeta inglés más representativo del Romanticismo, escribió ese mismo año su poema Oscuridad: "Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. / El brillante sol se había extinguido y las estrellas / vagaban apagándose en el espacio eterno. / Sin luz y sin rumbo, la helada tierra / oscilaba ciega y negra en el cielo sin luna".
La noche fantasmagórica
"Una lluvia casi perpetua nos tiene recluidos básicamente en casa (...) Las tormentas eléctricas que nos visitan son las más grandiosas y terribles que haya visto nunca", escribió Mary Shelley en el mes de junio. Mary y su marido Percy Shelley habían ido a Villa Diodati, en el lago de Ginebra, a visitar a George Gordon Byron. Allí pasaron la mayor parte del verano, encerrados bajo los muros de la casa que había alquilado el sexto barón de Byron para pasar el verano.
Fue a mediados de junio cuando el anfitrión propuso a cada uno escribir un "relato de fantasmas". Ese fue el inicio de una de las novelas góticas más importantes de la literatura. Sin embargo, pese a la ubicación perfecta y el clima meteorológico idóneo para conseguir la inspiración necesaria, a Shelley le costó empezar su relato.
La escritora de apenas 18 años encontró en la naturaleza y en su pasado las claves para narrar la historia de un monstruo incomprendido donde no queda del todo claro si la maldad procede de la criatura o si es una reacción al rechazo que recibe por parte del ser humano. "¿Acaso te pedí, Hacedor, que con mi barro moldearas un Hombre? ¿Acaso te exigí que de la oscuridad me hicieras salir?", se pregunta. "No puede haber personas mejores en el mundo, pero por desgracia recelan de mí aunque mis intenciones son buenas".
Actualmente Frankenstein es recurrentemente clasificado como una novela de ciencia ficción. Sampson asegura en En busca de Mary Shelley (Galaxia Gutenberg) que la escritora nunca habría escrito ciencia ficción. "La modernidad no era su preocupación principal, incluso aunque lo fueran los experimentos sobre la vida, y por supuesto no tenía forma de comprender la vanguardia modernista... ni mucho menos la posmodernidad."
Mary Shelley era hija de la filósofa Mary Wollstonecraft, quien escribió la Vindicación de los derechos del hombre y es considerada una de las primeras feministas modernas. Wollstonecraft murió cuando Mary apenas era una niña. Aún así, la literatura siempre les mantuvo unidas. "'Y descubrí las huellas de sus enormes pies en la llanura blanca'. La huella de Mary es también enorme: enorme para las mujeres que escriben, para la siempre incipiente, siempre creativa imaginación científica y para los sueños y pesadillas del mundo occidental", concluye Sampson haciendo alusión al final de la novela.