Los biógrafos de Unamuno: "Si hay una persona en España que ha entendido su legado es Felipe VI"
Colette y Jean-Claude Rabaté publican una nueva biografía del intelectual que vierte luz sobre el enfrentamiento con Millán Astray en Salamanca.
24 septiembre, 2019 03:22Noticias relacionadas
La figura de Miguel de Unamuno, pensador único y contradictorio —"no soy hombre de programas, sino de metagramas", que decía— parece estar encasillada en el 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, frente a frente con el general Millán Astray. El choque entre el "vencer no es convencer" y los vivas a la muerte se ha mitificado tanto que apenas se discierne la barrera entre el mito y la realidad. Ahora, Colette y Jean Claude Rabatté, biógrafos del intelectual, ofrecen nueva luz del enfrentamiento verbal en Miguel de Unamuno (1864-1936). Convencer hasta la muerte (Galaxia Gutenberg).
"Hemos tenido acceso al único testimonio escrito del acto", explica el matrimonio francés a EL ESPAÑOL en Casa Velázquez. En concreto, se trata de un informe redactado por un catedrático de la Universidad de Salamanca —que se publicará al completo con la edición crítica de El resentimiento trágico de la vida, los últimos apuntes del rector— y que confirman que Unamuno pronunció la famosa frase, así como que elogió a José Rizal, rebatió la noción de la Anti-España o tachó a las mujeres de ambos bandos de falta de compasión.
Esta información inédita llega en un momento en el que las salas de cine aguardan con expectación la película de Amenábar, Mientras dure la guerra, centrada en los vaivenes de Unamuno en los primeros meses de contienda y en su enfrentamiento con los legionarios. Lo llamativo es que el director en ningún momento haya descolgado el teléfono para consultar a los Rabaté, quienes no habían visto el filme hasta este pasado sábado en el marco del Festival de San Sebastián. Pero por muy convincente que esté Karra Elejalde, ellos tienen claro que "la voz de Unamuno es José Luis Gómez".
Leyendo ahora los textos de Unamuno, él mismo pareció aventurar lo que le iba a suceder, sobre todo cuando escribe: “Pecar para poder arrepentirme”.
Colette: Sí, intuye que no va a poder callarse, que puede equivocarse y eso es lo que pasa. Lo vemos siempre desde nuestro presente y él decía que "dentro de cien años dirán que nos hemos quedado ciegos. Yo no puedo decir si estoy con unos o con otros". Habla de la alterutralidad, pero al final se da cuenta de que tiene que comprometerse.
Nunca quiso definirse, sino seguir con sus “íntimas y fecundas contradicciones”.
C: Es la explicación de toda su vida: contradicción que en realidad desemboca en coherencia. Era hegeliano y pensaba que con la dialéctica podía evitar el dogma. Pero finalmente es también dogmático en cierto sentido, aunque para buscar su verdad y para convencer hasta la muerte, convencer desde el principio, desde muy joven; por eso hemos empezado con un texto de 1886. Pero también convencer incluso a la muerte, la obsesión de la muerte, la nada. Hasta el final de su vida, entre la razón y la fe, tiene mucha dificultad para situarse y para creer en la vida eterna, cosa que no hace. San Manuel bueno, mártir es una obra genial.
Jean-Claude: Unamuno fue un cristiano, pero no un católico, más protestante; y eso en Salamanca te podía pasar factura.
¿Cómo se explica ese proceso en el que el catedrático pasa de ser uno de los padres de la Segunda República a adherirse al golpe de Estado de 1936?
C: Era ingenuo Unamuno, un viejo liberal del siglo XIX, que para él es un método donde siempre puede aplicar sus contradicciones para alcanzar cierta verdad. Y el liberalismo es antimonárquico. Pero en el 36 no se da cuenta en qué medida el mundo ha cambiado. Siempre señalo que estuvo fuera de España más de seis años y que había perdido un poco el contacto con lo que pasaba en España; y sobre todo, algo terrible: la juventud lo ayudó a derribar a [Miguel] Primo de Rivera y luego a la monarquía, pero a partir de cierto momento no entiende a la juventud porque es un individualista. No entiende la política de masas.
JC: Los desfiles con el puño o el brazo en alto, el auge del nazismo, del fascismo en España... y dice de Millán Astray que es “un Mussolini en ciernes”.
C: Entonces se adhiere al movimiento porque piensa que es como un pronunciamiento del siglo XIX y que después podría rectificar a la República. También en aquellos primeros meses hubo mucha confusión, hasta entre los generales: ¡Queipo de Llano decía que era republicano! Este factor es importante: el desconocimiento o el rechazo de la política de masas y pensar que podía rectificarse la República.
JC: Y un detalle capital: Unamuno contaba que escuchaba la radio en casa, que es la irrupción de la violencia. Estaba enterado perfectamente de lo que pasaba. Esto te lo cambia todo.
Precisamente, esta etapa y su narración en el libro son la parte en la que se muestran más críticos con Unamuno. Hablan de “ceguera y error”, de “actitud poco compatible con sus declaraciones permanentes de individualismo”, de “postura paradójica”.
JC: Intentamos entender por qué Unamuno sigue siendo concejal [de Salamanca] mientras su amigo el alcalde [Casto Pietro Carrasco] está encarcelado. Él escribe un diario en prisión, donde estará una semana antes de que lo fusilen en una cuneta; y escribe la palabra “traición”. ¿Unamuno fascista el 18 de julio y republicano el 12 de octubre? Hay una incoherencia. Es un detalle, pero en el 34 el alcalde, de Izquierda Republicana, estuvo encarcelado varias semanas. Unamuno consiguió su liberación, y creo que piensa que en esta ocasión también va a salir en unos días. Pero la historia no se repite. En el torbellino incluimos el último artículo que no pudo mandar al diario republicano Ahora. Fue el escritor más censurado, desde su juventud hasta el 12 de octubre, porque de ese día no sabemos casi nada de su discurso. Al día siguiente en la prensa de Salamanca se pudo leer: “Unamuno para terminar pronunció unas palabras”. Y se acabó.
C: Y Millán Astray “unas palabras patrióticas”. Sí que somos críticos porque esto no le impide a Unamuno ver las cosas, y él mismo lo siente, lo cuenta; dice: “Me equivoqué, qué ligero fui, qué cándido”. Donde mejor se ve que lo ha entendido es en El resentimiento trágico de la vida, que es un borrador escrito a lápiz, con precipitación [que va a publicar PreTextos la última semana de noviembre]. Sufre mucho porque pensaba que los del bando nacional iban a poner un poco de orden. Y se da cuenta de que no ponen orden, sino odio, resentimiento, que para él es el motor de las guerra civiles. El miedo se impone: por eso habla de los hunos y los hotros. Entonces ya se va a hacer examen de conciencia. Es difícil reconocer que se ha equivocado, pero lo hace.
Es curioso cómo esas cuartillas de El resentimiento… contrastan enormemente con todas las noticias que aparecen en la prensa franquista sobre las opiniones de Unamuno. ¿Cuál fue su actitud real hacia la Guerra Civil?
C: Fue un gran desengaño, porque siempre vivió con la guerra civil de su niñez, pero tarda mucho en darse cuenta de la política de masas generalizada.
JC: Tampoco entiende los métodos brutales de los generales, como Mola, al que odia. Pero hay que poner la cosa en perspectiva. El discurso de Unamuno no sale de la nada, el Unamuno del 36 no sale de la nada… desde que nació, Unamuno se enfrentó con los poderes fácticos y sobre todo contra el Ejército. Era un pacifista, antimilitarista, anticolonialista y también anticatólico: quería descatolizar a España para cristianizarla mejor. Y qué pasa en el 36: va a chocar de nuevo contra el Ejército, que no ha identificado muy bien, pero al final se da cuenta de que no es el del pueblo sino el pretoriano que va sembrando la muerte desde Sevilla hasta Madrid. Son las primeras semanas, los primeros meses… Unamuno no sabía que la guerra iba a durar tres años, que Franco se iba a quedar 40…
C: Es nuestro defecto: mirar siempre el pasado desde nuestro presente.
Otro de los aspectos más controvertidos de esta etapa es la donación de 5.000 pesetas al bando sublevado. Ustedes en el libro se preguntan si esto fue obra de la propaganda.
C: La familia quiere que probemos que no las dio, pero nada. Seguro que donó algo, porque había una contribución obligatoria de los funcionarios, pero 5.000 ptas no.
JC: En un periódico francés hemos encontrado otra versión que dice que dio 15.000 pesetas. Una chica de Salamanca hizo una tesis sobre la contribución popular durante la Guerra Civil. Mil páginas y no ha encontrado la prueba. En el Banco de Bilbao tampoco hay rastro. Pero ojo, si no participabas, el alcalde militar te enviaba una carta más o menos de amenaza.
Dicen también que han dado con el único testimonio escrito del mitificado acto del paraninfo. ¿Qué luz vierte esto?
C: Confirma lo que dijimos de Unamuno y sus palabras y lo que el propio Unamuno escribe en El resentimiento…: que hubo enfrentamiento [con Millán Astray], tenemos la prueba formal. Me acuerdo de un colega [Severiano Delgado] que hizo una tesis diciendo que el fue algo “banal”, una “bronca de café”.
JC: Si hubiera sido algo banal, Franco no le habría cesado, sus colegas no le habrían marginado… Hace unos años, el periódico francés Libération habló del 12 de octubre como un mito de la historia universal. Es una frase que da la vuelta al mundo, el enfrentamiento de dos ideologías, el choque de la II Guerra Mundial: los aliados y los fascistas.
C: “Vencer no es convencer” seguro que lo dijo porque lo vuelve a repetir en varias cartas e incluso en El resentimiento trágico de la vida.
JC: Es el espíritu del 12 de octubre en contra del 18 de julio, y si hay una persona en España que ha entendido ese legado es Felipe VI. En los Premios Princesa de Asturias de 2016 hizo un discurso que exalta a la España de Unamuno, la España que integra e incorpora a todos los demás; mientras que un hombre de partido no puede pronunciar este discurso. La España de Unamuno es el título que utilizó el Rey para defender la paz. Sí, por la tarde estaba saludando a los legionarios… (risas) ¡Pero es la España tradicional! En Málaga los ministros del PP cantan El novio de la muerte, lo saben de memoria… y Vox también.
C: De todas formas, nosotros no combatimos lo de “venceréis pero no convenceréis”, es el espíritu de la frase. Pero cuando se escribe “venceréis”, tal vez tenga más impacto porque nos indica que Unamuno ya ha comprendido quiénes van a ser los vencedores
JC: Y no habrá paz sino victoria aplastante de un bando sobre el otro.
Unamuno también decía que la guerra civil es el “estado fecundo e íntimo de nuestra España”.
C: Lo dice, pero su concepción de la guerra civil evoluciona. Y es verdad que el mito de Abel y Caín se transforma un poco al final, porque dice “toda España contra sí misma". Es decir, los hunos y los hotros.
Volviendo a las consecuencias inmediatas del acto del paraninfo, Unamuno sufre como un nuevo destierro, aunque esta vez dentro de España. Y esto es terrible teniendo en cuenta que hablamos del hombre con el espíritu más libre que ha dado España, como dice Trapiello.
JC: Unamuno estuvo vigilado y castigado. Tiene más enemigos que amigos. La sociedad de Salamanca lo arrincona durante años incluso después de su muerte. Falange se apodera de su cuerpo y alma en el momento mismo que fallece.
De hecho, los falangistas portan su féretro en el entierro.
JC: Ahí tenemos a Miguel Fleta, un icono franquista de la época. Llega media docena de falangistas en plan matón y apartan a la familia, a los catedráticos…
C: Muchos se preguntan por qué mataron a Lorca y no a Unamuno. No se sabe.
Tal vez porque Lorca era homosexual…
JC: No lo fue Unamuno. Él fue presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, compañero de viaje de la masonería, que le pagó su estancia cuando estuvo en Francia. Hemos descubierto que en Burgos, el 30 de noviembre de 1936, hay un discurso de un obispo español que evoca a la masonería francesa que ayudó a Unamuno. Y él en su casa, por la radio, pudo escuchar este discurso y escribe en un borrador: “Que vengan a asesinarme”.
C: Creo que no se atrevieron porque era un hombre muy conocido. Si sus entrevistas tienen tanto impacto en Inglaterra, Francia, EEUU, América Latina es porque era un personaje muy conocido que pudo haber sido presidente de la República.
En el último párrafo escriben que Unamuno sigue siendo objeto de muchas “bregas”, de una "guerra de ideas". Continuamente vemos cómo lo citan los políticos. ¿Es justo que todos le reivindiquen?
C: Claro que no lo entendemos. Cada uno lo acomoda a su antojo. Demasiado Unamuno es poco Unamuno, porque hablar demasiado de él, solo citándolo, oculta el resto.
JC: Un colega nuestro decía que Unamuno era el más citado pero el peor leído. Como se hace ahora con Machado y Azaña, también desde la derecha.
C: Seguro que era una agitador de ideas, y tuvo tantas que habló de todos los temas, y nos da muchas pistas de lo que ha pasado. Combatimos la idea de que fue un ser completamente paradójico, hay unas líneas que no se modifican.
JC: Decía Unamuno que sus paradojas eran gritos de pasión, porque era un pasional. La pasión de España.