Sevilla

El primer mapamundi que en el que se dibujó América fue obra de un cosmógrafo español, de nombre Juan de la Cosa, quien entre 1492 y 1510 realizó siete viajes al Nuevo Mundo, dos de ellos acompañando a Cristóbal Colón, el descubridor. En una de estas expediciones, la de 1499, capitaneada por Alonso de Ojeda, también zarpó Américo Vespucio, que a la postre acabaría nombrando al continente. Lo cierto es que el navegante florentino quedó retratado en los anales de la historia en un sitio predilecto mientras que el recuerdo sobre De la Cosa y su monumento geográfico, que no encontraría parangón hasta casi tres décadas más tarde, es mucho más vago.

Con la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, iniciada en 1783 bajo el reinado de Carlos III y que duraría hasta 1816, realizada por José Celestino Mutis, sacerdote y botánico gaditano, se inventariaron unas 20.000 especies vegetales y 7.000 animales en el territorio que hoy se corresponde a Colombia, así como se fundó el observatorio astronómico de Santa Fe de Bogotá, uno de los primeros de América meridional. Es decir, se sentaron las bases de la concienciación sobre las riquezas del llamado Nuevo Mundo.

Más aportes con firma española a la ciencia tienen que ver con varios elementos de la tabla periódica. De los 118 registrados en la actualidad, el descubrimiento de tres se asocia con España e Hispanoamérica a lo largo del siglo XVIII: el vanadio, un metal blando y poco abundante usado en aleaciones, fue hallado en Zimapán (México) por el madrileño Andrés Manuel del Río; el wolframio lo encontraron Juan José y Fausto Elhuyar, dos hermanos de Logroño; y con el platino se topó el sevillano Antonio de Ulloa en Esmeraldas (Ecuador).

Carta naútica de Juan de La Cosa.

Estos son solo algunos de los ejemplos de importantes innovaciones científicas que encuentran su germen en esa colisión entre dos culturas, dos pueblos, que fue lo que significó el descubrimiento del Nuevo Mundo. Una exposición enmarcada en el XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que se ha inaugurado este lunes en Sevilla, en la Fundación Cajasol, pretende poner en valor estas notables aportaciones a la ciencia con sello hispanoamericano que parecen hoy bastante olvidadas en un momento de suma actualidad de la leyenda negra española, sobre todo por lo que a la conquista de América se refiere.

"Nos unen muchas más cosas que el lenguaje y la ciencia forma parte de ese conglomerado", señala José Manuel Sánchez Ron, vicedirector de la RAE y comisario de la muestra. "Tenemos un patrimonio común, la exposición habla de eso que nos ha unido en lo positivo y también en lo negativo: no solo en lo que hemos hecho llevados de la mano, sino en aquello que deberíamos haber hecho".

Vista de la exposición 'La ciencia. Un patrimonio histórico'. D. B.

La ciencia. Un patrimonio histórico común ofrece un recorrido por el mundo científico-técnico en el ámbito hispánico, que se inicia con el descubrimiento —hay una maqueta deliciosa de la Santa María, la carabela de Colón— y sigue con las grandes expediciones botánicas a Perú, Chile y Nueva Granada del siglo XVIII, con los textos y piezas utilizadas durante las mismas, como maletines de herramientas de geólogos o un cajón para el transporte marítimo de plantas vivas. En esta época también destaca la expedición del italiano Alejandro Malaspina, brigadier de la Real Armada Española, uno de los viajes científicos más ambiciosos del siglo y en el que se recorrió Sudamérica, se ascendió hasta Alaska o se inspeccionó Australia. Un mapa fresado en madera de roble esquematiza esta odisea tremenda.

La segunda parte de la exposición es la que más le "hiere" el corazón al comisario, en la que se da cuenta de la escasez de figuras hispanas en el Olimpo científico: "Unos pueblos con una historia tan dilatada como la nuestra deberían ocupar más paginas en la historia de la ciencia y la tecnología de la que verdad ocupamos". Solo siete Premios Nobel de Ciencia nacieron en España o Latinoamérica: Santiago Ramón y Cajal (Medicina, 1904), Bernardo Alberto Houssay (Medicina, 1947), Severo Ochoa (Medicina, 1959), Luis Federico Leloir (Química, 1970), Baruj Benacerraf (Medicina, 1980), César Milstein (Medicina 1984) y Mario Molina (Química, 1995). La sequía perdura ya un cuarto de siglo. Y solo dos de ellos —Ramón y Cajal y el argentino Houssay— lo lograron con investigaciones en sus patrias.

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