Antonio Muñoz Molina: escritor -excelso-, eso ya lo saben ustedes. Dirigió el Instituto Cervantes en Nueva York. Es académico de número de la Real Academia Española, donde ocupa el sillón "u"; honorario de la Academia de Buenas Letras de Granada, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio Planeta. El jinete polaco, Plenilunio, La noche de los tiempos.
En uno de sus ensayos más relevantes, Todo lo que era sólido (Seix Barral), ya subrayaba, con lucidez, las notas al pie del tiempo que se nos viene tras esta crisis pandémica. Fíjense: “Hay que defender sin timidez ni mala conciencia el valor de lo público, que lleva tantos años sometido obstinadamente al descrédito, a la interesada hipocresía de los que lo identifican siempre con la burocracia y la ineficiencia", escribía.
" (...) Celebran por comparación el presunto dinamismo de la gestión privada, y a continuación aprovechan contratos públicos amañados para enriquecerse, y renegando del Estado saquean sus bienes y se quedan a bajo precio y a beneficio de unos pocos lo que había pertenecido a todos, lo mismo una red de trenes que el suministro de agua de una ciudad, el patrimonio común convertido en despojos".
Un apunte más para un nuevo mundo con mascarillas: “No debería importar que alguien fuera de izquierdas o de derechas o españolista o separatista para escandalizarse por igual de que se gaste mucho menos dinero en investigación científica que en fiestas patronales o en subvenciones a partidos de fútbol o corridas de toros". Ah. Cómo lo vio venir.
¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?
He aprendido cosas que ya sospechaba. La primera, que puedo vivir perfectamente al margen de toda obligación social. Lo único que echaba de menos en el encierro riguroso era salir a caminar, a correr o ir en bicicleta y ver a mis hijos.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
Que tenía todo el tiempo libre y sin embargo me faltaba tiempo para todo lo que me apetecía.
¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
El mundo interior se cultiva sobre todo observando el mundo exterior. Es tener tiempo y espacio para observar lo que ocurre dentro de uno y lo que ocurre fuera, para disfrutar con tranquilidad de las cosas que uno ama, y para estar atento a aquello que pueda hacer para ayudar a otros y mejorar en alguna medida el mundo, o al menos no empeorarlo.
En las representaciones de Buda, una de sus dos manos enlazadas simboliza la sabiduría, y la otra la compasión. La cultura puede ayudarnos, o puede no hacerlo, depende de qué otros valores y actitudes la acompañan. Se puede ser culto y malvado.
"Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
Peor sería que todos los días fueran lunes, ¿no? Yo espero que esta experiencia me haga administrar mucho mejor el tiempo y las energías, y no gastarlos en cosas que en realidad no sean valiosas para mí.
Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?
Yo no soy misántropo en absoluto, pero me molesta mucho el ruido, y la falta de espacio a mi alrededor para estar solo cuando me apetece. La crisis me ha vuelto más consciente de cosas que ya me importaban mucho antes: la necesidad de cambiar este modelo económico injusto, despilfarrador y destructivo, y de no rendirse a la tiranía de lo tecnológico y del consumo insensato.
Decía Blaise Pascal: “Todos los males derivan de una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. ¿Está de acuerdo? ¿Encerrados sacamos lo peor -la verdad- de nosotros mismos, como en El ángel exterminador?
Creo que lo importante es tener la oportunidad de quedarse a veces tranquilo y solo en esa habitación, tener esa “trastienda” de la que habla Montaigne. El grado de soledad necesaria en las personas es variable. También gusta que en la habitación haya otra persona.
¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual?
¿Qué valor le da a ésta?
La gente, en su inmensa mayoría, ha sido admirable, y en ocasiones heroica, como han mostrado los sanitarios y muchos otros servidores públicos. Sin responsabilidad personal no hay ciudadanía, ni democracia. Que una parte de la clase política y periodística haya actuado y esté actuando con tanta irresponsabilidad es una desgracia tremenda para nuestro país.
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?
A diferencia de muchos cráneos privilegiados de la intelectualidad, yo no creo que las restricciones derivadas del coronavirus en una sociedad como la nuestra signifiquen merma ninguna de la libertad personal. Tampoco la limita el hecho de esperar a que cambie el semáforo para cruzar una calle, o de no beber alcohol si se va a conducir.
¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión del Gobierno?
La lectura política y económica creo que la he explicado más arriba. Esta crisis nos enfrenta con mayor urgencia todavía a problemas que ya eran angustiosos antes, desde el cambio climático, la desigualdad, el sectarismo político, a la necesidad de defender lo público, la buena administración, la buena sanidad, la transparencia y la racionalidad en las decisiones políticas.
Mi impresión es que el gobierno empezó haciendo las cosas tarde y mal, como todos los gobiernos, que después se enfrentó a las disfunciones de nuestro sistema sanitario y territorial, y que poco a poco lo ha ido haciendo lo mejor que podía, o que se podía, dadas las circunstancias.
¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
Me temo que eso tiene poco remedio. Yo sugeriría una moratoria general de banderas.
¿Cree que esta crisis reforzará la idea de “clases sociales”, y, más allá de eso, de “lucha de clases”? Es decir: ¿esta crisis nos iguala a todos en la desgracia o nos aleja respecto a nuestra situación económica?
Como le decía antes, esta crisis lo que ha mostrado es la gravedad de las desigualdades sociales, y la necesidad de servicios públicos y políticas solidarias que las corrijan.
Una canción,una película y un libro para resistir en cuarentena.
Pennies from Heaven, cantada por James Taylor en su último disco; El sol del membrillo, de Víctor Erice; Noches sin dormir, de Elvira Lindo.