De La Agrado a Alaska, de Antonio Amaya a Bibiana Fernández, de Carmen de Maicena a Paco Clavel. De Fabio McNamara a Falete pasando por Eloy de la Iglesia, Lola Flores o Miguel de Molina. Todas aquellas canciones, todas aquellas películas. Todos aquellos guiños a una cultura LGTB española incipiente que sustentaron iconos como ellos, hijos sanos del espectáculo y a veces vástagos malditos de la vida, porque fueron auténticos, porque fueron rompedores, porque no se limitaron a poblar los márgenes sino que tomaron el micro y la cámara, porque compartieron con sensibilidad y alegría su forma extraordinaria de entender el amor y el mundo.
Nos dieron las palabras, las imágenes y la música, prestaron banda sonora a nuestros sentires callados, a nuestros deseos dolientes, a nuestros romances culpables; pusieron la cara, el cuerpo y la historia propia para que todos fuéramos más libres y entendiéramos de una vez por todas -especialmente después de cuarenta años de franquismo- que tenemos derecho a sentirnos como nos dé la real gana.
Por eso cantamos Mujer contra mujer o Mi vida privada en los karaokes y en la ducha y respiramos mejor, más limpio. Por eso vemos por décima vez La ley del deseo o El diputado y se nos ensancha algo dentro. Por eso Valeria Vegas ha querido recuperar en Libérate (Dos Bigotes) la cultura LGTB que abrió camino en España, para que nuestros referentes no siempre sean yanquis, para que valoremos a nuestros disidentes íntimos, a nuestros colegas patrios que tuvieron el arrojo, el arte y las ganas de empezar a poner puntos sobre las íes.
Referentes patrios
“Me di cuenta de que no existía un libro así, de referentes españoles en la cultura y el espectáculo. Sí hay recopilaciones de activistas o políticos; o de referentes internacionales como Divine, Andy Warhol o RuPaul, pero se nos habían olvidado un poco nuestros propios referentes, nuestros artistas y canciones”, cuenta Vegas a este periódico. “Creo que el espectáculo ha sido un revulsivo mayor de lo que creemos, porque desde el escenario se podían decir grandes verdades, más que en los medios de comunicación. En el 81 aún se censuraban reportajes y documentales, como el que hizo Carla Antonelli sobre las personas trans”.
Explica Valeria que el público de cualquier clase ha “empatizado” mucho con los personajes que retrata en el libro: “Han llegado al corazoncito de personas no LGTB, o de personas que han vivido con cierto conservadurismo. Eso ha abierto cosas. Pienso en Paco Clavel, que es una persona muy querida y la gente le pide muchas fotos por la calle: ¡Paquito, tal…! O en Paco España. O Pavlovsky, que hacía que los matrimonios fueran a ver sus espectáculos. No era público LGTB quien le llenaba las salas”, recuerda.
Femenino genérico
El prólogo de la obra se llama “No están todas las que son, pero sí son todas las que están”, ¿qué opina la autora del uso del feminismo genérico? “Pues me encanta que me hagas esa pregunta, porque pienso que estamos dando un gran salto en el lenguaje inclusivo y eso es maravilloso. Ya utilizamos mucho más la ‘e’, vemos que el lenguaje está vivo y evoluciona, pero a la vez, personalmente, creo que deberíamos probar una nueva era de hablar en femenino genérico igual que hemos hablado en masculino, ¿sabes? Antes de dar el salto a usar la e, que supone algo más grande y evolucionado como acceder a otro tipo de lenguaje y dialecto", reflexiona.
“Yo utilizo el femenino genérico cuando hay tres mujeres y un chico en una mesa, y no de forma humorística. Empecemos a ver las cosas como son y sin alarmarse”, sostiene. En cuanto a las sorpresas que se ha llevado en el proceso de investigación y documentación del libro, se refiere Vegas a Antonio Amaya, al que no tenía tan “asimilado” como a otros.
“Un cantaor que fue declaradamente franquista, una cosa no quita la otra: en su cabeza tendría su idea. Pero en la Transición se posiciona brutalmente, cuenta que tiene un novio, que le gusta un chico, posa desnudo para una revista gay… es sucesor de Miguel de Molina y se echaba rímel en las pestañas, se maquillaba. Y ostras, era muy fuerte para la época haciéndolo desde el flamenco, porque desde el rock era otra cosa. Ya en los ochenta con McNamara estaba más permitido, pero en ese momento podías dilapidar tu propia carrera. Y eso le pasó a Amaya, que se le dejó de tomar en serio”, explica.
Relata Valeria que en el flamenco, el folclore y la copla ha habido “muchísima homosexualidad”, pero “no visible”: “Mira Quintero, León y Quiroga, que eran autores y estaban detrás, donde nadie les ponía cara y se podían proteger. Pero era sabido dentro del mundillo. Y era un mundo muy machista, curiosamente, pese a que el espectáculo es un grado menos machista que la sociedad. La rama del folclore siempre tiene ese punto de que no podía irse por según qué derroteros, y las mujeres los sabemos. Qué difícil es también para las artistas lesbianas posicionarse y visibilizarse”.
Lesbianas ocultas
Y es cierto: si lo pensamos, qué pocas artistas lesbianas conocemos públicamente. Siempre se juega al “tiene una amiga”: qué ridículo, en pleno 2021. “Vivimos en un mundo misógino y difícil donde la mujer lesbiana corre el riesgo de invisibilizarse: existe y se merece el mismo lugar que el hombre gay. Creo que también hay miedo, y no sólo a la sociedad, sino el ‘prefiero que duden a yo posicionarme y decir quién soy’. No se ha hecho una buena historia lésbica en este país. La ele es la más endeble. Las películas de los setenta de temática lésbica, como La máscara, estaban hechas por hombres y para ojos de hombres, no para sensibilizar sobre lesbianismo, sino para el morbo”.
Reconoce que quizá las artistas tengan miedo “a dejar de vender los mismos discos”: “Como cuando Ricky Martin o Alborán estaban armarizados temiendo perder público, temiendo que nadie le diese credibilidad a sus canciones. Es absurdo, porque si tu sensibilidad es completa te da igual, pero la de mucha gente no lo es. Los hombres difícilmente cantan a los hombres. No cantan en masculino, aunque sean gays. Sólo Alejandro Sanz hizo un guiño a eso con Los chulos son pa’ cuidarlos, cuando aún era Alejandro Magno, aunque con el punto de la coña”.
Al final, subrayamos la idea de que vivimos en un país homófobo cuando entendemos que los artistas gays no pueden cantar en masculino -dirigir su amor a un hombre en sus canciones- y las artistas lesbianas tampoco. ¿Por qué esa impostura de la heterosexualidad en los textos?
Cita también a Rocío Jurado o Lola Flores como referentes, aunque políticamente incorrectos, porque “allanaron el camino en pro de la liberad individual y se posicionaron a favor de cosas cuando aún no eran tan modernas, como también lo hicieron Massiel o Alaska”. Preguntada por Isabel Pantoja, recurre a la frase de Juan Gabriel: “Lo que se ve, no se pregunta”.
Cine LGTB español
Menciona a Almodóvar y a Eloy de la Iglesia como referentes el cine LGTB: “Sin ellos habríamos estado huérfanos. Eloy lo hizo de manera muy cruda, sexo entre hombres en las cárceles, chaperos, urinarios… Pedro habló del amor, de las pasiones y de los sentimientos homosexuales con una naturalidad aplastante. En La ley del deseo lo hizo con la misma naturalidad que lo hacían Bigas Luna o Vicente Aranda con el deseo heterosexual”, comenta. “Carmen Maura interpretando a una mujer trans y tiene a su lado a una niña: Pedro se adelanta tres generaciones. ¡Y no le dieron ningún Goya a esa película!”.
Cree que los Javis son muy “dignos herederos” de Almodóvar porque vuelven a hacer lo mismo: “En La llamada hablan de lesbianismo con una monja de por medio y todo se naturaliza, todo es muy naif. Y en La Veneno van con crudeza, son puro grito. Miguel Albadalejo también es un gran heredero”.
La Veneno
Hablando de La Veneno, ¿qué opina ella como biógrafa de que en la serie de Los Javis no apareciesen los extractos donde ella decía no ser “mujer”, sino “un pedazo de maricón”? ¿Es eso paternalismo ante su discurso; es interesado recortar esa parte? “Bueno, ella vivía de agradar, y sabía que en televisión caían en gracia esas cosas, porque la sociedad es tránsfoba. La Veneno no era una teórica, no se la puede juzgar por sus errores. A La Veneno no le podías explicar lo no binario porque su mente es binaria. Le habían dicho que ella no era una mujer, que era lo peor, tanto sus parejas sentimentales como en el pueblo”, mantiene.
“Tenía ese discurso tan cruel aprendido y asimilado. Pero si no se hubiera considerado mujer no habría corrido en el año 2007 a cambiarse el DNI, cuando el trámite es tan engorroso y ella era vaga por naturaleza. En ella había una dicotomía, pero la que dijo eso fue la Veneno poscárcel, que sale rabiosa después de tres años en una cárcel de hombres”, contextualiza. Para ella, para Valeria, el gran referente LGTB ha sido Bibiana Fernández, porque se sube a un escenario en el año 78 con Juanito Navarro y vive “una integración absoluta y ejemplar sin pretender nada, siendo ella misma, sin hacer activismo, y se gana el cariño de todo el mundo”.
¿Quiénes son para ella hoy los nuevos referentes; quiénes continúan el relato desde las generaciones más jóvenes? “En una segunda parte del libro que se escribiese dentro de quince años creo que podrían estar personas como Topacio Fresh, galerista de arte en el barrio de Salamanca que recibe a niños y adultos; o Samantha Hudson, que también actúa con Paco Clavel, o Alex Delacroix, o Elsa Ruiz, una humorista en un mundo tan machista hacía falta”.