Francisco Gómez Manzanares nunca se llamó David, nunca fue sargento del Salvamento Marítimo y nunca sintió nada por todas las mujeres a las que enamoró y estafó hasta tres millones de euros: de hecho, las despreciaba, como un seductor misógino, porque pensaba que las hembras eran seres pérfidos que no merecían su compasión. “Yo salgo por las noches y os he visto cómo sois”, llegó a espetarle a una de sus víctimas, una vez descubierto el pastel. Gómez Manzanares acumuló más de cincuenta denuncias y engañó a lo largo y ancho de toda la geografía española, como recoge ahora el premio Ortega y Gasset de periodismo Guillem Sánchez en El estafador (Península), una investigación detallada de este personaje fascinante y perturbador, cruel hasta decir “basta”.
En 2017, ‘David’ entabló una relación con una chica de Barcelona a la que estafó ochocientos euros con la promesa de un viaje juntos, y a partir de esa denuncia se sucedió todo lo demás. Se desmantelaron sus planes y sus mentiras. “Cuando empecé a estudiar el caso, me di cuenta de que este personaje me recordaba a la película Atrápame si puedes, que me gusta muchísimo. Hace años que hago sucesos y no había visto nada parecido. Pronto entendí que no era un tío normal y corriente: se trataba de un gran manipulador, de un enorme seductor con un morro brutal, pero además era un auténtico depredador que hacía muchísimo daño”, cuenta Sánchez a este periódico.
“Hablando con sus víctimas me di cuenta de que las estafas sentimentales, al contrario de lo que la gente cree, son algo muy serio: no es un cantamañanas simpático, es una persona que deja auténticos cadáveres emocionales. Muchas víctimas no quieren hablar por vergüenza. Él se va, las deja tiradas en sus pueblos o sus ciudades y se queda el runrún de ‘este tío es el puto amo y ella es la pringada’. Hay un doble castigo. El daño y después el oprobio”, señala el periodista.
El seductor
Describe a Francisco como un hombre que sabía hacer sentir especiales a sus víctimas, que dominaba los códigos lingüísticos y sentimentales para acercarse personalizadamente a cada una de ellas: a la que quería tener hijos, le decía que los tendría con ella y planeaban juntos sus futuros nombres. A la mujer divorciada que necesitaba sentirse querida, la atendía constantemente y la halagaba con cenas, con mensajes, con regalos. Estaba pendiente de cada una de ellas: qué tal hoy en el trabajo, qué tal te fue en el médico, qué tal te salió esto o aquello que tenías hoy. Como si fueran únicas. Como si de verdad las amase -porque el amor es un fenómeno de la atención, que decía, precisamente, Ortega y Gasset-.
“Él siempre ha estafado”, explica Sánchez. “En 2008 entró en la cárcel y le cayeron muchísimas condenas, pero quebranta el tercer grado y se da a la fuga. En Cataluña ya era un fugado y no podía ni tener cuentas bancarias. Era un fantasma. Así que se especializa en estafar a mujeres a las que conoce por aplicaciones de cita, un terreno muy fértil para cazar”, relata. “Usaba aplicaciones compulsivamente y buscaba a mujeres que no quisieran estar solteras, que estuviesen buscando algo serio. Luego también engañaba a sus padres, a sus familiares o a sus amigos. Ha roto muchas relaciones. Conocía a sus hijos… se metía de lleno en su vida para arrasar con cuanto podía”.
La intención del agudo periodista ha sido darle voz a las víctimas, lograr que no se las ridiculice. “Él siempre fingía identidades profesionales que no tenía pero que le interesaban para sus propósitos: decía que era piloto de Fórmula 1 para poder justificar sus largas ausencias por ‘estar viajando’ con la escudería de Fernando Alonso o decía que era piloto de Iberia de vuelos trasatlánticos, o sargento marítimo, o miembro del cuerpo técnico del Barça”, apunta.
La conversación clave
Uno de los puntos sorprendentes de esta historia es que ni siquiera era un hombre especialmente atractivo. Jugaba con otros fuertes, con su enorme vocación de enredador. “No tiene atributos llamativos pero despliega sus actitudes. Les mandaba canciones, las escuchaba, hacía como que las comprendía, las arropaba. Fingía ser un buen compañero. Un hombre cuidador”. Él nunca se ha dejado entrevistar por Guillem. “Sólo lo he visto en los juicios y he intentado que se dejara entrevistar mandándole cartas a la cárcel o mensajes a través de su abogado o su familia, pero lo ha rechazado todo. Si el libro al final ha salido es porque hay una víctima que me legitima para publicar una conversación que tuvo con él una vez descubierto, porque no podía publicar esto si no tenía al menos una parte de su versión”.
Esa conversación final que tuvo con la víctima al ser desplumado es “lo más cerca que hemos podido estar de su visión de los hechos”, porque cuando alguien le pillaba o acababa su misión, acostumbraba a bloquear a las mujeres y a desaparecer. Hasta que una de ellas consiguió otro teléfono suyo a través de la compañía telefónica y lo intercepta por WhatsApp para hacerle un “interrogatorio brutal”. El periodista ha trasladado estas declaraciones a psicólogos y expertos que aseguran que ahí sí estaba siendo sincero. Ella le preguntaba: “¿Pero era todo mentira? ¿No sentiste nada?”. Y él contestaba: “No, no sentí nada, igual que tú”.
De alguna manera, el falso David sentía que “tenía que buscarse la vida para sobrevivir, porque el mundo es un entorno hostil donde las mujeres son seres malvados, así que él tiene derecho a hacer lo que estaba haciendo”. Quizá lo más interesante del libro sea el contexto de este trauma y de esta forma de afrontar la vida: una infancia muy complicada que mejor que lean por ustedes mismos. “A él le hicieron daño… y él entendió que tenía que defenderse del mundo”.
Perspectiva feminista
Una idea fundamental que segrega esta brillante pieza periodística es la pregunta que sobrevuela al caso: ¿por qué no se juzgan las estafas sentimentales con perspectiva de género? ¿Por qué se tratan como delitos puramente económicos pero no machistas? “Eso me lo planteó un mosso d’Esquadra: ¿por qué no se juzga este caso como un abuso sexual? La agresión sexual es cuando el agresor utiliza fuerza o intimidación, y el abuso es cuando media abuso de poder o engaño, y aquí el engaño es evidente, porque todas estas mujeres se acostaban con una persona que no existía”, relata.
“Se debería plantear si esto es violencia de género y si debe ser juzgado por un tribunal especializado. Habría que analizar no sólo el dinero que ha estafado, sino las secuelas emocionales que ha dejado en las víctimas. No sólo es un maltratador machista que se ceba con una mujer, sino con decenas de ellas”.
Es curioso, no obstante, que el arquetipo literario siempre haya sido la ‘femme fatale’, es decir, la mujer que seduce a los hombres con su capital sexual y les explota enamorándoles, devorándoles. Pero esto es distinto. “Sí, es interesante eso, pero es un problema vender a este hombre como un Don Juan, como han hecho muchos medios. Él no es un casanova, porque no le gustan las mujeres: las odia. Su perfil también ha estado siempre ahí, en uno de los personajes de Lost, por ejemplo. O en El crimen perfecto, cuando Vigo Mortensen seduce a la mujer de Michael Douglas. Es un patrón criminal que existe, aunque no haya brillado tanto”.