Cien años de Satyajit Ray y la mujer encerrada de 'Charulata'
Jean Renoir y John Huston fueron los decisivos impulsores de la carrera cinematográfica del cineasta Satyajit Ray (1921-1992), de quien mañana se conmemora el centenario de su nacimiento en Calcuta (Bengala, India).
Con tal motivo, tenemos desde ayer la impagable posibilidad de ver en pantalla grande, en versión digital y restaurada, una de sus muchas obras maestras, Charulata. La mujer solitaria (1964), basada en un relato del también bengalí Rabindranath Tagore (1861-1941), Premio Nobel de Literatura en 1913, figura de la máxima influencia en la vida y en la obra de Ray.
En esta feliz oportunidad de acercarnos a la filmografía de un director al que le cuadran sin reserva alguna los calificativos de clásico y magistral, podemos también ver en Filmin las tres películas (La canción del camino, El invencible y El mundo de Apu) que, agrupadas y conocidas bajo el nombre de 'Trilogía de Apu', deslumbraron y dieron a conocer en Occidente, entre 1955 y 1959, a Satyajit Ray.
El impulso de Jean Renoir
Ray nació en el seno de una acomodada e ilustrada familia de escritores, editores y poetas y recibió una educación esmerada, atenta tanto a la conservación y a la renovación de la cultura bengalí como al conocimiento de la cultura occidental.
Estudió Economía en la universidad de Calcuta, pero su interés por el arte le llevó a trabajar en la publicidad y como dibujante. Interesado en el cine, primero, como simple buen aficionado, fundó en 1948 la Calcuta Film Society, un cine-club que le permitió conocer y estudiar las grandes películas del cine universal.
En ésas estaba cuando, trabajando como ilustrador de libros, conoció la novela Pather Panchali y se planteó que le gustaría ser director de cine para llevar a la pantalla un texto así. Y llegó a Calcuta el director francés Jean Renoir, afincado entonces en Estados Unidos, para buscar localizaciones y preparar el rodaje de su película El río (1941), basada en la novela homónima de la británica Rumer Godden.
Ray se presentó por el morro en el hotel de Renoir, que le acogió amistosamente, lo tomó como asistente en los trabajos previos al rodaje de su película y, durante un mes, le fue transmitiendo sus ideas sobre el cine y lo animó a debutar como director.
Ray admiraba ya La regla del juego (1939) y el realismo poético que Renoir había cultivado en su etapa francesa. Fueron influencias determinantes de la visión humanista que luego Ray transmitiría en su filmografía.
La otra gran influencia sobre Ray fue el Neorrealismo Italiano. Ray tuvo que viajar a Londres en 1950 enviado por su agencia publicitaria y allí, durante meses, tuvo la ocasión de empaparse del cine neorrealista de Roberto Rossellini y Vittorio de Sica. Ladrón de bicicletas (1948), del segundo, le dio la clave para dar el paso hacia el cine y debutar con su soñada adaptación de Pather Panchali (1955), también conocida en España como La canción del camino.
La ayuda de John Huston
Sin productor, sin abandonar por si las moscas su empleo, filmando en 16 mm durante los fines de semana y las vacaciones en escenarios naturales, financiándose mediante la hipoteca y venta de sus propiedades y con actores no profesionales, Satyajit Ray se lanzó a rodar Pather Panchali. Hasta que se le acabó el dinero.
Y ahora entra en escena John Huston, que estaba en India intentando, por primera vez, poner en pie -¡con Humphrey Bogart!- lo que muchos años después fue El hombre que pudo reinar (1975). Ray localizó a Huston y le mostró un montaje provisional del material que llevaba filmado. Huston se entusiasmó e intercedió para que la película integrara una muestra de arte indio que iba a celebrarse en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Entonces, el gobierno bengalí espabiló y financió la terminación del rodaje.
Con la película acabada y con esos antecedentes, el todavía perfectamente desconocido Satyajit Ray consiguió que el crítico francés
Bazin, anonadado -como habrá adivinado el lector-, consiguió que la película fuera seleccionada para el Festival de Cannes. ¡Booommm! No ganó la Palma de Oro -aunque fue premiada-, pero la crítica mundial cayó de rodillas. Su continuación, El invencible (1956) -casi más conocida por su título original, Aparajito-, ganó, ahora sí, el León de Oro de Venecia.
La 'Trilogía de Apu'
En 1992, después de veintiocho películas de ficción, cinco documentales y tres cortos, Satyajit Ray recibió un Oscar por toda su trayectoria. Tres décadas antes, una encuesta de la revista británica Sight and Sound situó Pather Panchali como una de las diez mejores películas de la historia del cine.
La “Trilogía de Apu” -disponible en Filmin, recuerden- se basa en las novelas del escritor bengalí -¡allá voy!- Bibhutibhusan Bandyopadhyay, comenzadas a publicar a finales de los años 20.
En un extraordinario blanco y negro y con una bellísima -aunque también dramática- visión del paisaje, las tres películas van contando, entre el campo y la ciudad, la vida de Apu desde su nacimiento hasta que, en su primera madurez y ya viudo, asume las obligaciones de su paternidad.
En un itinerario repleto de cambios, muertes, inclemencias y graves dificultades económicas, la trilogía narra la vida de Apu y de toda su familia, en un contexto de contrastes entre el mundo rural y el urbano, entre el peso de la tradición y el paso a la modernidad, entre las imposiciones de la cultura del pasado y los requisitos del progreso económico.
Es la historia, en definitiva, de cómo, entre alegrías, pérdidas y desventuras, se llega a ser persona y a ocupar con dignidad un lugar en el tiempo y en el mundo que te ha tocado vivir.
La “Trilogía de Apu” tiene una singularidad que ha de interesarnos. La banda sonora de las tres películas fue compuesta e interpretada por el músico indio Ravi Shankar, maestro del sitar mundialmente conocido años después por su asociación creativa con Georges Harrison y por sus intervenciones y grabaciones en los conciertos de Monterrey, Woodstock y Bangladesh, entre otros motivos.
Un artista total
Satyajit Ray utilizó después a otros compositores, pero, músico él mismo -y virtuoso del piano-, terminó componiendo las bandas sonoras de sus películas. Y es que la impresionante personalidad intelectual y creativa de Ray no se redujo a la realización de sus filmes.
Dibujante y pintor, además de calígrafo, tipógrafo e ilustrador de libros -como ya se ha dicho-, diseñó los carteles y abocetó el vestuario y los decorados -siempre muy importantes- de muchas de sus películas, cuyos guiones escribió en solitario y en las que, en muchas ocasiones, manejaba personalmente la cámara en colaboración con sus directores de fotografía.
Ray escribió ensayos sobre cine y dos libros de memorias. También cuentos y novelas. No vayamos a creer que la vertiente literaria de Ray quedó reducida al ámbito indio. Para nada. Miren, aquí tengo un ejemplar de Fatik y el juglar de Calcuta, que Fuencisla del Amo ilustró para Austral Juvenil en 1984.
Espasa y Siruela son quizá las editoriales españolas que más se han interesado por la literatura de Ray. Junto al mencionado, títulos como Las aventuras de Feluda o El bucanero de Bombay, entre otros, han encontrado y encuentran a lectores jóvenes y se aproximan, con sus historias de aventuras, detectives o, incluso, ciencia-ficción al tipo de cine de género y de intención más comercial que Ray cultivó en el último tramo de su carrera.
Ese giro, que admitió varias excepciones, sucedió años después de Charulata, su película preferida. En 1964, Ray seguía -y siguió- centrado en la adaptación de grandes obras literarias, en la contemplación minuciosa de la familia -ancianos, niños y mujeres, sobre todo- y de las muy diferentes clases sociales, en la tensión entre la tradición y el progreso.
La influencia de Rabindranath Tagore
Durante los títulos de crédito, el plano fijo de una mano femenina que borda un pañuelo sobre un bastidor -pañuelo que luego tendrá relevancia dramática- señala sin lugar a dudas la condición de una mujer sometida al ámbito de lo doméstico.
Enclavada a finales del siglo XIX, cuando el llamado Renacimiento Bengalí estaba suponiendo cambios culturales y una mirada hacia la sociedad occidental, Charulata es la historia de la accidentada evolución de una joven burguesa y solitaria, confinada en la jaula de oro de su casa.
Su marido, editor de un periódico progresista, la ama, pero no es consciente de que la tiene abandonada y limitada. Un acontecimiento doloroso le abrirá los ojos, al tiempo que Charulata, gracias a su despertar y a su talento para escribir, iniciará un camino hacia una independencia que puede ser o no compatible con su matrimonio.
Satyajit Ray se educó también en Santiniketan, en una escuela dedicada al arte y al pensamiento -luego, universidad- fundada por Rabindranath Tagore, amigo de su familia.
El poeta, narrador, ensayista y pensador Rabindranath Tagore, que tanto interés produjo en Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí -lo tradujeron al español- y que tanto fue leído en nuestro país -¿se le sigue leyendo?- hace unas décadas, fue adaptado en tres ocasiones más por Satyajit Ray: La diosa (1960), Tres muchachas (1961) y El mundo de Bimala (1984).
De espléndida fotografía -Ray admiró, trató y escribió sobre Cartier-Bresson-, pictoricista y musical, Charulata tiene toques de Antón Chéjov en su prospectiva minuciosa y sencilla de un mundo intimista y ecos de Henrik Ibsen en su análisis de la deriva de una mujer recluida en su propia casa de muñecas.
Tras el plano inicial del bordado, ya la primera secuencia concentra la situación de la protagonista y adelanta el goce estético que nos espera. Charulata va de ventana en ventana, con unos binoculares, espiando el mundo exterior, la vida de la calle que le está vetada. Y la cámara en movimiento acompaña sus pasos, siguiéndola, recogiéndola y reencuadrando su imagen en el mismo plano como brillante adelanto del placer que la pausada puesta en escena de Satyajit Ray nos va a procurar en todo momento.
Cineastas clásicos como Akira Kurosawa, Elia Kazan y William Wyler elogiaron su obra y cineastas modernos como Francis Coppola, Abbas Kiarostami y, sí, quién lo diría, Christopher Nolan han expresado su deuda con Ray.
Martin Scorsese escribió sobre la experiencia de ver sus películas: “Me dejó sin aliento. Fue poético, inmediato, amplio e íntimo, todo al mismo tiempo. Todos necesitamos ver las películas de Satyajit Ray y volver a verlas una y otra vez. En conjunto, son uno de nuestros mayores tesoros”.