"Una noche sin luna: estupenda obra, fantástica la interpretación de Juan Diego Botto y demás actores y actrices. Lorca, siempre Lorca", escribió anoche Carmen Calvo en un tuit, enlazando también al Teatro Español y adjuntado el hashtag #CulturaSegura. Para quien no haya visto la obra -que está llenando todas las localidades y anda agotada desde hace bastante- podría parecer otro tuit pretendidamente amable de un representante gubernamental que intenta hacerse el interesado por la cultura patria -tantas veces, sin éxito-.
El problema es que, en tan corto espacio de escritura, a Calvo le dio tiempo a derrapar en lo más básico. Peris-Mencheta, el director de la pieza, se lo dejó clarísimo: "Es un monólogo, ministra". Pum. La política corrió a borrar el tuit, pero era demasiado tarde: ya se habían viralizado las capturas de pantalla de su metedura de pata.
Lo contaba el periodista Javier Zurro en su reseña de la obra en este periódico: cada día, desde el pasado 17 de junio, a las 19 horas, Federico García Lorca resucita en el Teatro Español. Lo hace sólo durante una hora y media, y aprovecha la magia para salir de la fosa, donde su cuerpo permanece desde su asesinato por “rojo y por maricón” en 1936. Desde el escenario pone un espejo a los espectadores. "Nos hace ver que aquellos años que precedieron a la Guerra Civil tenían, por desgracia, mucho que ver con el momento actual. El odio al diferente, el auge de la extrema derecha, los matones de patio que amenazaban…", explica el crítico.
Lorca resucita cada día, pero lo hace en otro cuerpo, en el de Juan Diego Botto, que se transforma radicalmente en el poeta en Una noche sin luna, una de las obras de teatro que marcan esta temporada. Un texto escrito por él y dirigido por su amigo Sergio Peris-Mencheta con el que conmueve y remueve. Hace reír. Emociona. Nos cabrea. Una obra por la Memoria Histórica, esas dos palabras que todavía dan tanto miedo a muchos. Junto al teatro, una estatua de Lorca preside la plaza Santa Ana. Cada día, tras el pase, se llena de flores.
La obra se basa en entrevistas, charlas y conferencias del artista, así como en fragmentos de sus obras y algunos de sus poemas. El actor se transmuta en Lorca y se dirige directamente al público. Le interpela. Le cuestiona. Le pone su peor reflejo enfrente. ¿Realmente trataríamos hoy a Lorca diferente?
Destacó Botto en la entrevista con este periódico que "el trabajo de Gibson es imprescindible": "Hay grandes conocedores de la obra de Lorca que hace un trabajo magnífico y que le recuerdan mejor de lo que pueda hacer yo, pero también es verdad que ha habido una especie de lavado de la figura de Lorca donde se le ha colocado en un lugar más cercano al folclore, desposeído de su sexualidad, de su opción sexual, de su compromiso político y se ha insistido mucho en esa imagen. Un Lorca casi desnaturalizado, despolitizado y desexualizado".
"Hay una entrevista que no menciono en la obra, pero que es muy bonita, en la que él dice que hay dos cosas importantes en el teatro: lo sexual y lo político. Dice: yo escribo más sobre lo sexual que se me da mejor, pero si quitas a un ser humano lo sexual y lo político, ¿qué le queda? Y si le quitas a Lorca lo sexual y lo político, prácticamente no le queda nada. No se puede entender a Lorca sin su sexualidad, sin su opción sexual y sin su compromiso político", clausura.